miércoles, 25 de febrero de 2009

XXXIII. Kiss the joy as it flies.


Hoy me toca hablaros de Christine, una señora británica con setenta y cinco años a sus espaldas y mucho que decir. Christine es muy blanca, ligeramente oronda, tiene mechones de pelo rubio y unos dientes muy grotescos que se ensucian con tremenda facilidad. Me recuerda a Margaret Rutherford (en la foto), la inolvidable actriz inglesa conocida, mayormente, por dar vida a Miss Marple en la famosa serie de televisión, a pesar de tener trabajos memorables en cine (nota: no os la perdáis en ‘Blithe spirit’, de David Lean, en la que interpreta a una médium hombruna y enérgica con muchísimo tino). Pues sí, Christine parece sacada de una película. Es el típico personaje secundario cuyas canas le dan la autoridad suficiente para lanzarte un mensaje críptico con el que devanarte los sesos. Además, es insolente y graciosa, dos facultades que hay que saber combinar muy bien para que el resultado sea un ardil sin par. Dejo que la siguiente reproducción de nuestra primera conversación os dé una idea aproximada de esta mujer y, de paso, de mis ocupaciones actuales, todo en uno.


Christine: Kurien me ha dicho que estás escribiendo un guión.

Sergio (con pereza): Sí.

Christine: Me contó algo de la historia… algo sobre un cura español… pero no quise que me contase más porque es tu historia, y eres tú quien debe contarla.

Sergio: Supongo que sí. Bueno… no es un cura… es un hombre muy religioso… un seminarista.

Christine: ¿Cuántos personajes hay en la película?

Sergio: Ehh… Tres… tres personajes principales. El protagonista, que es español, y otros dos. Una chica sueca y un chico indio.

Christine (meditabunda): Ya veo.

Sergio: Es la historia de un hombre que cree que Dios vive dentro de él. A menudo entra en trance y se comporta como si él fuese Dios, realmente, y todo lo que le rodea fuese creación suya. Por supuesto, esto le reporta muchos problemas en España.

Christine: ¿Es homosexual?

Sergio (sorprendido): Ehh… bueno…

Christine: Estoy intentando hacerme una idea del personaje.

Sergio: Tiene relaciones con chicos y con chicas.

Christine: O sea, bisexual.

Sergio: Sí.

Christine: Pero, ¿sólo tiene sexo con chicos o también forma relaciones con ellos?

Sergio: No, no es sólo sexo. Claro que no. Tuvo una relación larga con un compañero del seminario, en España. Digamos que su percepción de la religiosidad es muy particular, en comparación con las ideas imperantes.

Christine: ¿Cómo es la relación con su padre?

Sergio (cada vez más sorprendido): Murió cuando él tenía cinco años. De hecho, la noche en que murió coincide con la primera vez que él sintió la presencia de Dios en su interior.

Christine: Eso tendría bastante sentido.

Sergio: A partir de ahí, vivió solo con su madre…

Christine: … hasta que decide venirse a India, ¿no es cierto?

Sergio: Sí. Se siente atraído por el ‘theyyam’ y por la gente que es capaz de tener una vida normal, una familia, un trabajo, además de una vivencia de la religión que le permita salir de sí mismo sin que eso suponga un estigma social.

Christine: ¿Cómo de fuerte es su fe?

Sergio: Muy fuerte. Pero él no está encantado con su situación. Sufre mucho. Siente que Dios le demanda muchas cosas, y no se ve capaz de afrontar la situación.

Christine: Ahora lo entiendo. Y cuando viene a India, huyendo, mantiene relaciones con esta chica sueca, ¿verdad?

Sergio: Sí.

Christine: ¿Por qué sueca?

Sergio: Me gustan las suecas.

Christine: ¿Cuánto de ti hay en tu personaje?

Sergio: Todo, supongo. Yo soy cada uno de los personajes.

Christine (ácida): Qué bonito es desdoblarse, ¿no?

Sergio: Mucho.

Christine: ¿No te resulta difícil meterte en la piel de una mujer?

Sergio: No. Me resulta más fácil escribir papeles femeninos que masculinos. (Sonrisas de complicidad). Esta chica sueca es una actriz. Está casada con su agente y tiene un hijo, pero su hijo se ha quedado en Suecia, no la acompaña en el viaje… Acabará abandonando a su marido, hijo, y toda su vida, en definitiva, por seguir a nuestro hombre español…

Christine: ¿Por qué?

Sergio: Él se le presenta como Dios. Y le profetiza su muerte. Le dice que no volverá nunca a Suecia, que antes tendrá que coger una carretera, y que cuando lo haga, morirá en un accidente.

Christine: Así que también es un profeta.

Sergio: Más o menos.

Christine: ¿Tienen sexo?

Sergio: Sí. Un sexo apasionado.

Christine: ¿Y no será que él sufre porque es consciente de que, con sus delirios, engaña a la gente que quiere?

Sergio: Bueno… Tiene más miedo de engañarse a sí mismo, la verdad. De cualquier forma, la chica muere, efectivamente, en un accidente de moto, a mitad de película.

Christine: Ajá. Ésa es buena.

Sergio: Y la segunda parte de la película cuenta la historia de amor entre este hombre y un ‘theyyam’, es decir, uno de los muchos intérpretes que ejecutan los rituales de posesión. Ambos se conocen y aprenden mucho el uno del otro. Hablan de Dios. Y, llegado un momento, dejan de hablar. No es una relación que se consuma, no tiene nada sexual. Pero hay amor en sus miradas.

Christine: Y el hombre se queda en India para siempre.

Sergio: Puede que sí. Nunca se le ve volver a su país. Al final de la película, una llamada telefónica desde España le comunica algo. El espectador no puede oír de qué se trata, pero se intuye que es algo importante. Acto seguido, el hombre, acongojado, llama a su amigo, el ‘theyyam’, y pasan un día juntos, de un lado a otro, sin decirse nada, sólo estando juntos.

Christine: Pero a mí, como espectadora, no me gustaría un final tan abierto. Está muy bien sugerir, pero cuando empatizas con un personaje no quieres que sufra hasta el final, deseas alguna salida…

Sergio: Te aseguro que su final no es triste. Tengo su rostro en mi cabeza, y no es un rostro desdichado.

Christine (con una gran sonrisa): Me alegro. Bueno… Creo que se trata de una historia que no se ha contado antes. Espero verla algún día.

Sergio: Gracias. Yo también, como puedes imaginar. (Pausa). ¿Vas a ir algún día de estos a ver el ‘theyyam’?

Christine: No. Yo soy cristiana, y a mí todas esas cosas me parecen satánicas. Además, estuve en esos templos hace cinco años. (Mirada penetrante). ¿Crees en Dios?

Sergio: Todavía no.

Christine: Muy bien.

Sergio: Te pregunté lo del ‘theyyam’ porque ayer vi uno magnífico, en Pannur, un pueblo rural maravilloso con un sonido constante de tambores de fondo.

Christine: Un lugar perfecto para la oración y la reflexión.

Sergio: Es una buena definición.

Christine (con una sonrisa aún mayor): Claro que lo es. Yo escojo mis palabras con cuidado y conocimiento.


Esta mujer no tiene igual. Como tercero en discordia, Binoi, un jovencito indio de mi quinta que no perdía ripio de la conversación. Binoi trabaja en Costa Malabari y es el primer rostro que veo todas las mañanas. Sonriente y dulce rostro. No es nada difícil quererle, y le quiero. Me llama a la hora de la comida y de la cena, desde el patio, gritándome ‘¡Seryiii!’ con una voz tan cariñosa y feliz que te apetece bajar corriendo y darle un fuerte abrazo hasta que chille pidiendo auxilio. Será la persona a la que más eche de menos cuando deje este sitio. No sé por qué no he hablado de él antes, la verdad.

El título del post se refiere a otra conversación posterior con Christine, en la que explayé mi felicidad de una forma espontánea mientras saboreaba un curry de patatas y alubias y pensaba en las cosas que había hecho el día anterior, en Pannur. Me sentía increíblemente feliz. Christine me dijo que lo aprovechase, porque esos momentos no duran mucho. Justo cuando iba a llamarla aguafiestas, me contó que su marido solía decir siempre: Kiss the joy as it flies (‘besa la felicidad al vuelo’, es la mejor traducción que se me ocurre, pero no tiene tanta gracia como en inglés). Para mí, esta frase se ha convertido en un pensamiento recurrente. Es cierto que estoy experimentando una felicidad intensa, y que me resulta difícil salir de mi asombro, día tras día. No se trata de un amor a primera vista, como ya habréis notado, pues mi llegada a Kerala y mi relación con su gente me dejó altamente extrañado y tuve días bastante malos (volveré a ellos, qué duda cabe, la vida te da y te quita cosas todo el tiempo). Pero ahora estoy disfrutando de una euforia totalmente nueva. Adoro a los indios, que son de traka, y estoy enamorado de esta zona, de la hospitalidad inaudita de su gente y de la belleza del conjunto. No puedo ser más feliz, y, ahora mismo, no querría estar en otro sitio. Y es así como quiero despedirme, queridos amigos. Salud.

Sergio. 25/02/09.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo.. Contagias.. y compartimos tu felicidad.. Joy the fly..

Anónimo dijo...

El mejor post que has escrito!!sin duda, se nota por tus palabras que estás agusto y contento; lo que a nosotros nos incita a seguir léyendote con ilusión y satisfacción.
He de decir que tus fotos son de traka...jajaja, pero me hizo mucha ilusión volver a verte.
Cuídate. Un beso meruquín

Manuel J. Greciano dijo...

Gran personaje Christine y que ganas de avisarte de que ya está la cena jejejeje
Te escribo el jueves, después de ver lost.
Un besote

Anónimo dijo...

TETIN, COMO SIEMPRE UN GUSTO LEERTE.CUIDATEME MUCHO Y A SEGUIR DISFRUTANDOLO.