domingo, 28 de febrero de 2010

122. El día del baile.

Quiero que llegue el día del baile
para ver bailar a los demás
ver cómo se encajan y se equivocan
mientras yo me siento sobre mis manos.

Quiero que llegue el día de mi boda
para ver bailar a los demás
ver sus rostros ebrios en un solo rostro
algo que hacer volar en el cielo cuando yo esté atado a la tierra.

Quiero que llegue el día de la iluminación
para ver bailar a los demás
respirar feliz en la línea
donde el ascenso y la caída del sol ama sólo a los que no existen.

Quiero que llegue el día de mi muerte
para ver bailar a los demás
ver cómo se encajan y se equivocan
mientras yo me siento sobre mis manos.

Ismael. 24/02/09.

sábado, 20 de febrero de 2010

121. Outback.


No tengo mucho tiempo para escribir, y las moscas me están recorriendo los labios con una persistencia insólita. Estoy en una roadhouse, bar de carretera con baños, duchas y césped para acampar. A varios cientos de kilómetros de Yungaburra, no demasiado lejos de la frontera con el Northern Territory, mi viaje ha tomado un rumbo inesperado. Como debe ser.


Matt y Ruth (una pareja británica afable, sin más) decidieron coger su coche y su camping gas y tomar las de Darwin, la ciudad más tropical de Oz. Como en algún momento tenía que dar el mismo paso, y dado que una oportunidad como ésta no se presenta muy a menudo, acepté su interesada invitación de compartir gasolina y comida. Eso signficaba dejar el albergue, a mi nuevo amiguito (el otro Matt), a la cotarrera de Kate y a John y Lauralee, que me dejaron las manos como un circo de quemaduras de cemento y costras indeseables. Los echaré de menos. Extrañaré no ver más a CJ y a Helen, aunque nunca se sabe si volveré sobre mis pasos, algo que ya hice en India y que redondeó el sentido del viaje. Tal vez lo más gracioso de todo es que no me he sumergido en el mar de Coral (casi todos los australianos dicen que está sobrevalorado y que el arrecife de la costa occidental es más colorido y pacífico). Así que no me preocupa. Menos ahora, que estoy cerca de la belleza prehistórica de Kakadu.


La carretera y el cielo australianos son el tópico que os podríais esperar. Así que no ahondaré en ello. Sí, son salvajamente infinitos. Pero el infinito también aburre.


Me las he ingeniado para manipular a Matt y a Ruth de tal forma que, sin darse cuenta, toman la dirección que yo quiero y circulan por las peores (pero más espectaculares) carreteras. No estoy muy orgulloso de esta actitud, pero de no ser así veríamos menos canguros, jabalíes y hermosos pajaruelos de pecho sonrosado.


Las nubes suelen arreciar tormenta en esta época del año, y todavía no hemos llegado a los tramos en los que sólo se aconseja circular con un 4x4. Veremos qué pasa. Cuando se pregunta a un australiano local, de ésos que te miran con ojos pequeñitos bajo su gorra de Cocodrilo Dundee, siempre consiguen hacer un equilibrio saludable entre la peor predicción posible y el optimismo que debe acompañar a todo viajero. Me asombra la simpatía de esta gente y sus ganas de conversar. Muchos de ellos llevan años viviendo en la carretera, recorriendo la inmensidad de su país con la calma de quien sabe exactamente qué es lo quiere (o lo que no).


Sólo una pequeña introducción de lo que hago ahora, ya que el tiempo y el suministro eléctrico es limitado. Mirad en algún punto remoto de la mitad norte del país, y allí estaré. Salud.


Sergio. 21/02/09.


martes, 16 de febrero de 2010

120. The caterpillar dreaming.



La serpiente del arco iris creó Australia en la época del sueño. Los Ancestros despertaron (curiosa idea, despertar cuando se está soñando) y cantaron todas las cosas del mundo. La creación es música, es una canción que la población aborígen ha heredado de sus Ancestros, y respetar su letra, ritmo y silencios es conservar lo que se ha creado (la tierra, los arroyos, las nubes). Un tabú imperdonable sería errar el canto, es decir, des-crear lo creado. Bruce Chatwin habla de todo esto en “The songlines”, un libro de viajes centrado en la cultura aborígen y su peculiar cartografía del espacio en el que viven. Ahora entiendo que un “walkabout” no es tanto un viaje iniciático de supervivencia, sino una exploración musical de la tierra que el aborígen ha heredado. Cantando va encontrando su camino por el desierto, la montaña, la costa. Identifica las cosas que canta y con ello reafirma la creación, y se reafirma a sí mismo.

Esta es la historia ilustrada de mi primera incursión en tierra aborígen, que culminó en uno de los muchísimos lugares sagrados que salpican esta isla. Cada uno de ellos es un sueño, ya que su creación se remite a esa época mitológica. Por toda Australia hay sueños del canguro, sueños de la avispa, sueños del emu, y también sueños de la oruga. Un ejemplo de éste último encabeza el post y a él nos encaminamos a través de imágenes.



“On the wallaby”, el albergue de mochileros donde habito, fue nuestro punto de partida. Un día como otro cualquiera me levanté a la hora decente de las seis de la mañana para barrer suelos y limpiar letrinas. Al poco me iría a levantar muros de cemento a casa de John Chambers, pero Matt me hizo una oferta que no podía rechazar: subir en su Land Rover a Cape Tribulation, uno de los pocos lugares del planeta donde el bosque tropical se precipita sobre el mar.


Los personajes:

Sergio, con su lungi.
Ismael. Es invisible, pero está.
Franka. Una alemana en busca de un contacto con la tierra. En realidad, buscaba un contacto con casi todo. No le cuesta demasiado encontrarlo.
Sandra. La novia holandesa de Matt.



Y Matt, del que me estoy haciendo muy coleguita. Tiene muchos tics de guía turístico, pero es un magnífico contador de historias y un hombre harto habilidoso. Él y Kate (en la foto de abajo) están haciendo de mí un hombre. Empecé enfrentándome a mi trauma infantil con las bicicletas y ahora Kate lo ha llevado un paso más allá al dejarme conducir su coche en las orillas del lago Tinaroo (se me dan mejor las marchas que el volante, ¿cómo se entiende eso?).


Unos breves apuntes sobre lo que se extiende al norte de Cairns.





Las playas son de una belleza inaudita, pero no te puedes bañar en sus aguas por culpa de los cucudrulus, las medusas y, en algún caso muy aislado, los tiburones. Así que no dan mucho de sí. En sitios como Port Douglas, pueblo ficticio creado por un tal Christopher Skase (del que se rumorea que fingió su muerte en Mallorca para no tener que pagar sus deudas con las empresas constructoras), el turismo de resort alcanza unas cotas ridículas. No deja de ser un mal menor en una línea de costa que apenas está edificada. Todavía.

Después de Port Douglas viene Mossman, peaje necesario para conseguir combustible y comida, y acto seguido uno empieza a penetrar en el misterioso Daintree, que alberga casi un sesenta y cinco por ciento de las especies autóctonas de Oz en una superficie realmente pequeña. Todo se vuelve psicotrópico en este sitio. Cape Tribulation ni siquiera es un pueblo en sí mismo, sino un reducto de las comunas hippies más liberales de su época, como la mítica Grand Family, a la que pertenecía mi jefe. La gente que vive en Cape Trib es muy extraña, vive en casas abiertas a la naturaleza, literalmente enterradas entre los arbustos, y toma LSD casi a diario. Cuando Matt nos hizo un paseo nocturno para ver serpientes y vegetación raruna, aquello se volvió el país de las maravillas de Alicia, o, sin ir más lejos, el Oz de Dorothy, con esos hierbajos de tamaño prehistórico y esos colores pegajosos y exultantes.






La carretera de asfalto desaparece en Cape Trib para dar paso a los caminos de grava de Cape York, la punta de Australia, ocupada casi exclusivamente por población aborígen. Allí es donde nos desviamos.






Nuestro destino final era la casa de C.J., un amigo de Matt que vive en las montañas de Daintree – Cape York. Hay que ser un hombre de amplios recursos para vivir en semejante aislamiento. La recompensa a tanto esfuerzo es obvia: cielo y tierra en su apogeo. Tuve una visión de futuro al acampar en el jardín de CJ. Pero no es prudente hablar de eso todavía.



El dingo de CJ. Nada amigable. Por eso es un dingo.



Al día siguiente empezamos a rastrear los dreamings, lugares a los que muy rara vez se tiene acceso. Conexiones mágicas de tierra y agua, roca y árbol.









Viendo que mis fotos de animalillos no tienen aceptación popular (y eso que ya he visto canguros, cassowaries, serpientes y arañas aterrospantosas), y dado que Lauralee no se deja fotografiar, tendré que obsequiaros, damas y caballeros, con Franka, una chiquilla muy hermosa, muy poser, muy obvia. Señor X, espero un comentario a este respecto.






CJ nos abría el paso por unas laderas escarpadas que no han visto a gente en mucho, mucho tiempo. Ninguno de nosotros, ni siquiera Matt, sabía adónde se nos estaba llevando.





“The caterpillar dreaming”, creado por la serpiente del arco iris a su paso por la tierra ancestral, es un sinuoso desfilar de rocas magnéticas surcadas por agua verdosa y rodeadas de una sensualidad difícil de categorizar. La serpiente dio nombre a la oruga cantándola, y CJ cantó a la oruga sobre sus mismos lomos.







Para mí es difícil permanecer en el presente (parte de mis problemas tienen que ver con eso; habito, por normal general, el pasado y el futuro, pero casi nunca el aquí y el ahora). Estar a lomos de la oruga fue un reto. Me sentí extrañamente querido al comprometerme únicamente con el momento presente. Sin pensar en lo que escribiría después, o en cómo lo comunicaría cuando estuviera en un lugar menos exigente, tal vez incluso menos fugaz (en apariencia). Estar allí fue como comprender a las niñas desaparecidas de “Picnic en Hanging Rock”. Fue como ser besado por música.






CJ vive de la magia, y tiene amistad con chamanes y espíritus, además de un largo historial de viajes astrales. Fue amenazado por un ente que los aborígenes no se atreven a pronunciar, un bone pointer, capaz de causarte la muerte sin que tu organismo denote ninguna irregularidad. Uno puede llegar a ser un bone pointer si se deja instruir por el lado oscuro. Que te lo creas o no, eso es lo de menos.

Su esposa es de raza blanca, se llama Helen, y es mucho más accesible que él. La encontré terriblemente simpática. Habla en voz baja, con vigor y humildad, atenta a los oídos del bosque. Tanto ella como CJ toman una hojita de gotu kola al día, una hierba medicinal algo ensombrecida por el ginseng. Li Chung Yun la tomaba a diario y vivió doscientos cincuenta y seis años.




Con un marisco en la boca me despido. Espero que hayáis disfrutado del viaje. Salud.



domingo, 14 de febrero de 2010

119. Camina como un hombre.


Camina como un hombre

lo has visto en las películas, los has visto sentarse y poner las piernas encima de la mesa

nunca dejan la cabeza de la cerilla sin chamuscar


olvida que no has nacido con la fuerza de los que te sostuvieron


y aunque no entiendas de qué se ríen cuando ríen todos juntos

si ellos pueden tú también


levántate temprano para coger ventaja

sonríe a las chicas, aunque no te gusten

mantén a raya a las bestias

fuma después de cenar, al fresco

y si tienes que follar, mira a los ojos de lo que te estés follando, lo que sea, míralo bien


piensa que hasta el momento de morir eres invulnerable


no tienes por qué hablar, todo lo que habla envejece


no llores para nadie, llora para ti


córtate el pelo

aliméntate con sangre

quédate quieto o muévete según instinto


sé feliz aunque el mundo entero se vea sepultado por la desgracia


Camina como un hombre

como lo hizo tu padre, y el padre de tu padre, y así hasta la generación de oro.


Ismael. 13/02/10.

jueves, 4 de febrero de 2010

118. Cotarros de la “season premiere” de “Lost”: “LAX” (6X01-6X02).


Atherton, miércoles 3 de febrero, cuatro de la tarde (siete de la mañana en España).


Sergio: Oye, Mark, tengo que volver al albergue.
Mark Chambers: ¿Tienes que trabajar allí?
Sergio: Sí…


Mark me mira, suspicaz.


Sergio: Tengo que hacer unas camas… y… también… tengo que descargarme ‘Lost’…
Mark: ¿Qué?
Sergio: Hace mucho que no veo a John Locke. Casi nueve meses.
Mark: ¿Quién es John Locke?
Sergio: ¿Puedo irme, por favor? Seguro que esta verja se mantiene en pie.



Mark Chambers, el hijo guionista de mi jefe, me condujo raudo y veloz a mi destino. Parte de la verja se caería media hora después. DESTINY CALLS.

La velocidad con que se bajan 700 megas en una conexión australiana me dejó patidifuso, acostumbrado como estaba a las horas de espera en los cuchitriles indios, por otra parte mucho más divertidos. ‘Lost’ ha vuelto. Por última vez. Y ‘LAX’, la carta de presentación de la sexta temporada, reúne a los personajes en un mismo tablero mientras que los flashbacks / flashforwards / viajes en el tiempo se ven sustituidos por una realidad alternativa en la que Charlie Pace es un fugitivo, Shannon pasa de su hermano, Hurley es el hombre más afortunado del mundo y, a lo mejor, Jack opera de la espalda a su antaño archienemigo John Locke. ¿Cómo te quedas, cari?

- El comienzo. No es impactante, ya que cualquiera que supiera el título del capítulo podía intuir lo que sucedería en los primeros minutos, pero mira por dónde nos sacan un travelling desde la ventanilla del avión hasta la estatua de cuatro dedos pasando por aire y mar, y uno se pregunta: “¿Qué pasa? ¿Sin los ‘losties’ no hay isla?’. Pues no exactamente. La hubo, porque Dharmaville está ahí, y la estatua también. Entonces, ¿qué hace sumergida en el océano? Si nuestras sospechas se habían confirmado al ver a Bernard volver del baño, e incluso al ver a Desmond con su elegancia escocesa habitual (leyendo “Haroun y el mar de historias”, de Salman Rushdie) , los tíos van y nos plantan esta visión acuática de la isla como si de un continente perdido o una Atlántida mitológica se tratase. Posiblemente lo más enigmático del episodio. He leído todo tipo de opiniones al respecto de esta entradilla, muchas de ellas negativas, pero a mí me parece soberbia (sobre todo por el rostro extrañado de Matthew Fox, cada vez mejor actor) y mil veces mejor que la de la temporada pasada. Aunque no haya cancioncilla sesentera de por medio.

- Lo que sucede. A grandes rasgos, Juliet lo consiguió y no lo consiguió. Al parecer, ni ella misma lo sabía al recobrar el conocimiento en brazos de su amante. Hasta que perdió la chaveta y se dio cuenta de que su “son of a bitch!” había funcionado. El que no tuviera tiempo de decírselo a Sawyer antes de morir me recordó al chiste de las mesas de ping-pong de color rosa, pero no entraremos en ello. Dejémoslo en que es una de esas ironías que nos regala la casa. Y como esto es ‘Lost’, todo queda inconcluso. ¿Por qué estas dos realidades simultáneas? Es lo que tenía que suceder, lo que daba sentido a la última temporada, pero no se ha explicado nada al respecto. Bueno, ni a ese respecto ni a todos los demás. La breve reaparición de nuestra mujer favorita (porque estoy de acuerdo contigo, Cotufa, Kate es una zorra) se justifica sólo si, en un futuro, Sawyer y Miles aprovechan el conocimiento que tienen de que la explosión “ha funcionado”, tal y como entendió Juliet en sus últimos segundos de vida. De otra forma, habría sido un poco gratuito, aunque las interpretaciones de Elizabeth Mitchell y Josh Holloway, besándose entre escombros y sangre coagulada, hagan que esta escena sea una de las más poderosas de la premiere.

Los losties vuelven a 2007, Hurley se convierte en líder y descubrimos, por fin, el templo. No la muralla protectora donde moraba el humo negro, sino lo que al parecer había tras ella, una construcción a medio camino entre pirámide maya y sikkhara hindú. También esto último ha tenido mucha controversia, como en todas las premieres, saturadas de información muy difícil de digerir después de un parón monumental. Casi todas las suspicacias apuntan al momento en que Sayid muere ahogado por los nuevos Otros, para luego resucitar. Nadie entiende el por qué, aunque yo es una de las pocas cosas que me parece ver con claridad. Jacob está muerto, ¿no? El agua del manantial milagroso está sucia, ¿no? Eso quiere decir que el Calvo Maligno ya ha empezado a hacer de las suyas, y ya sabemos lo mucho que le gusta utilizar a los muertos. Jacob puso esperanzas en la recuperación de Sayid porque sabía que, si moría, su enemigo lo pondría en su contra (no creo que Jacob quiera poseer el cuerpo del iraquí, sino mantenerlo incorrupto). Y si los nuevos Otros no le sacaron del agua, sus razones tendrán. Si no hicieran cosas raras, compusieran un crisol de nacionalidades dispares y forzaran una mirada resabida a la par que estreñida, no serían Otros. Por cierto, ese chino al que no le gusta hablar inglés tiene un par de hostias. Me gusta su subordinado porque su look es como el de Dennis Hopper en “Apocalypse Now”.

En la estatua de cuatro dedos no pasa gran cosa. Sun y Lapidus abren mucho la boca, con asombro y estupefacción. El pobre Richard no da abasto con tanto rifle, grito y mamporro. Illana no hace nada, todavía. Bram muere, como debía ser. Y el Calvo Maligno se descubre a sí mismo como el Humo Negro (I’m sorry you had to see me like this). Tal vez uno de los diálogos más emblemáticos, en un capítulo cargado de significación y detalles, sea el de Locke hablando de Locke. Terry O’Quinn se lleva la mano a la boca en un gesto que lo aleja completamente del Locke que conocíamos, y no puedo dejar de preguntarme cómo este actor se las apaña para que lo veamos con distintos ojos. Su transformación es prodigiosa y su mirada, la más potente de la serie, incendia la pantalla de mi ordenador portátil. Sea quien sea el Calvo Maligno, quiere volver a su casa. Me suena a que Jacob también lo trajo a la isla en su día. Pero si digo todo lo que pienso al respecto, dejaríais de leer esto de inmediato, si es que no lo habéis hecho ya (mañana me toca cavar un montón de agujeros y estoy cansado).

Tres años antes, en el Oceanic 815, casi todos los losties se las apañan para hablar de sus cosas con completos desconocidos, como si fuera lo más normal del mundo. A Boone se lo perdonamos porque va bastante pedo, como bien se encarga en subrayar el realizador al mostrarnos ese gran trago que se mete entre pecho y espalda. Bueno, yo creo que van todos pedo, sobre todo Rose. Lo importante de estas secuencias es su asombrosa planificación dramática, una plétora de ambigüedades y pistas que enriquecen las imágenes. ¿Hizo Locke su “walkabout” en la realidad alternativa? No podemos asegurar ni lo uno ni lo otro. Se nota que no quiere descubrirse como paralítico delante de Boone, pero también tiene sentido que espere a ser el último en salir del avión, por motivos procedimentales obvios. Desmond desaparece del Oceanic, tal vez tragado por uno de sus viajes temporales. La azafata Cindy (¡qué tía!) le da a Jack un botellín de licor, no dos. Y Charlie Pace debería haber muerto, según él (la mirada que le dedica al doctor mientras es escoltado por la policía me puso los pelos de punta). El misterio y la expectación que rodea a los losties en esta realidad es un hallazgo que Cuse y Lindelof aprovechan al máximo, imprimiendo en cada diálogo y en cada mirada nuevos matices de significación, que no por enloquecedores son menos gratificantes.

Cuando llegan al aeropuerto sí que la lían. Sobre todo Kate, en las escenas de suspense más celebradas de la premiere (¡ese bolígrafo!). Claire vuelve a nuestras vidas a bordo del taxi en el que huye la fugitiva, y si mi intuición no falla como siempre, yo creo que Kate será la madre adoptiva de Aaron en esta realidad alternativa y en todas las que hagan falta. Porque esta reunión de mujeres no podía ser más traquera. (Nota: Claire está mucho más gordita, y su inocencia angelical ha dado paso a una amazona albina con cara de mala baba). La otra gran sorpresa es que el cadáver de Christian Shepard, que no Christian Shepard (como nos recuerda el gran Locke) nunca fue embarcado en Sydney. ¿Dónde está? A devanarse los sesos, majetes. Ni siquiera Sun se resiste a la complejidad. “No… english…”

- Los personajes.

El mejor, Hugo. Creo que su importancia va a ir en aumento, y si sigue con esa iniciativa, le auguro grandes hazañas. De hecho, sólo cuatro losties deberían librar la batalla final: los dos protagonistas (Jack y Locke) + Kate + Hurley. Los cuatro que volaron la escotilla al final de la primera temporada. Los cuatro, realmente, indispensables.

Ben está apagadísimo, el pobre. Su situación actual no da pie a muchos malabarismos verbales, y lo único que puede hacer frente al Calvo Maligno es reaccionar. Veremos qué hace a continuación.

- La secuencia.

Jack y John, los protagonistas reales de la serie, los últimos en abandonar el Oceanic, se conocen en la oficina de reclamación de equipaje del aeropuerto de Los Angeles. Y surge la magia, porque entre estos dos la ha habido siempre. Grandes actuaciones y aún mejores diálogos, en los que el debate entre destino y libre albedrío se cuela con naturalidad en un contexto que nada tiene que ver con una isla mágica. Rodada con amor hacia los personajes y la historia que tienen tras de sí, esta secuencia es lo mejor del episodio.

- El diálogo.

Jacob: … I died one hour ago.
Hurley: Sorry, dude. That sucks.
Jacob: Thanks.
Hurley: How did you die?
Jacob: I was killed by an old friend who tired of my company.

- La frase.

Jack: Nothing is irreversible.

- La curiosidad.

¿Qué es lo que buscan Hurley y Kate en la mochila de un muerto? Si eres tan pragmática como Kate, cerillas para encender una antorcha. Si eres Hurley, seguro que te paras a inspeccionar el libro que se estaba leyendo el pobre hombre antes de morir. Se añade una nueva referencia literaria a la serie que me descubrió ‘Sivainvi’, ‘La invención de Morel’, ‘Matadero cinco’ o ‘Una realidad separada’: Soren Kierkegaard. No puedo distinguir el título de la obra, pero como en “Lost” nada es casual, no cesaré en mi empeño de descubrirlo, buscar su edición digital, descargarlo y leerlo. Como llevo haciendo estos últimos meses con toda la bibliografía isleña.

Kate es una zorra. Lo repito.

Sayid va a ser una zorra. Tiempo al tiempo.

Y, hasta el 23 de mayo (domingo), no va a haber parones. Tenemos ‘Lost’ y realidades alternativas para rato. Espero que hayáis disfrutado tanto como yo de esta ‘premiere’ intensa como pocas, aunque no haya podido compartirla con vosotros (ni con nadie, esta gente australiana está tonta). Verla en la oscuridad de un parque me ha producido, no obstante, un placer muy retorcido. Tal vez no se repita, porque nunca sé a ciencia cierta dónde voy a estar dentro de una semana. Con lo que no aseguro que pueda ver episodios con regularidad ni publicar cotarros lostianos. A lo mejor me hago un ‘walkabout’ para celebrar el final de la serie. Quién sabe. DESTINY CALLS. Un abrazo.

Sergio. 04/02/10.