jueves, 28 de octubre de 2010

177. Un día peronista.



“Para un Peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro Peronista”.

Sexta Verdad del Justicialismo Peronista,
pronunciada en 1950 por el Gral. Juan Domingo Perón.


Ayer por la mañana murió en El Calafate el señor Néstor Kirchner, ex - presidente de la república argentina o presidente en la sombra de la actual república argentina, depende de a quien le consultes al respecto. El espectro político se compone de muchas verdades para así construir la gran mentira que en última instancia representa.

Fue un día de censo poblacional y las calles de El Bolsón estaban literalmente vacías, los comercios cerrados, y sólo unos funcionarios con visera y plantillas bajo el brazo se escurrían entre un domicilio y el siguiente bajo la opacidad áspera del cielo. Ése fue el día que vio la desaparición de Kirchner, justo cuando todos los argentinos y argentinas no tenían gran cosa que hacer más que estar atentos a los medios. Ironías de la vida.

No sé gran cosa del kirchnerismo, ni del peronismo, ni de la convulsa (como todas) historia de la política argentina. Es probable que ni siquiera Kirchner o Perón supieran gran cosa sobre el movimiento que lideraban, dado que no había intermediarios de peso entre ellos y su audiencia (salvo Evita en el segundo caso), y eso debe ser tremendamente confuso para un líder.

Mi amigo Juan Cruz es uno de los muchísimos argentinos desolados y expectantes ante los cambios políticos que la muerte de Kirchner puede generar en los próximos meses. Si le desairo con mis palabras, y no lo creo, no es porque tenga nada en contra del peronismo. Todo se debe a mi falta absoluta de fe en la política y los que la ejercen, algo de lo que él ya está al corriente. Además, sólo me baso en lo poco que he leído y oído y no pretendo aparentar un conocimiento sólido sobre el tema. Me pregunto si esto, de hecho, es posible.

La locura de la política tal vez esté en su bipolaridad congénita. Perón no puede ser un ángel sin ser un demonio; Videla y sus amigotes no se hubieran alzado sin acciones guerrilleras como las de Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (gracias a los cuales también escupieron su “teoría de los dos demonios”, equiparando el uso de la violencia de éstos a su “justa” respuesta represora en el Proceso de Reorganización Nacional); Kirchner se armó de cojones y devolvió la creencia en la justicia social a la vez que acumulaba un capital y un patrimonio harto interesantes. Y es difícil imaginárselo de otro modo. Por eso me parece inútil casarse con una persona o una idea, o pensar que ambas no van a bailar como la llama de una vela. Lo harán porque es su naturaleza. Así es como Perón y el peronismo representan, para mí, un fascinante equilibrio entre la fuerza y la fragilidad de la palabra. PAN Y CIRCO. Es lo que pienso.



Siento la baja calidad del vídeo. En él vemos un acto noble,
(la retirada de Videla y Bignone del Colegio Militar Argentino)
y hasta cierto punto necesario,
pero convertido inevitablemente en el espectáculo que es la política.

Hoy, día peronista como pocos (aunque no salga el sol), pienso en las aves carroñeras que rumiarán sus anhelos junto al cadáver todavía caliente de Néstor y junto al semblante de su viuda y actual presidenta, Cristina Fernández de Kirchner.

Cristina es otro paradigma de la imposibilidad de la democracia. Por un lado, tenemos su lucha contra el grupo de comunicación Clarín y otros abusos del cuarto poder; por el otro, una voluntad ambigua de desunión con el resto de fuerzas políticas. O el extraño juego entre el freno a la explotación petrolífera en el sur patagónico y el desastre medioambiental y humano del cultivo de soja en el norte del país. En fin… También el bueno de Perón apartó de la docencia ni más ni menos que a Ernesto Sábato por escribir lo que pensaba, entre otras cosas menos inofensivas.

Leo las Veinte Verdades del Justicialismo Peronista y no me resisto a redactar Veinte Medias-Verdades de la Intervención en el (Des)Orden Natural de las Cosas.

1. La democracia no existe. Existe el ejercicio de poder, del cual la democracia pretende ser su justificación. Evidentemente, no lo es.
2. El ejercicio de poder tiene su origen en la necesidad de ordenar cosas. Pero como no puede ordenar nada, dicho ejercicio se queda en un uso absolutamente arbitrario de poder.
3. El poder lo ejerce uno solo. Cuando se comparte, pierde su nombre. Por eso ‘poder del pueblo’ es una contradicción.
4. El poder no es ni malo ni bueno. Está en todas partes, forma parte de todos los tipos de relación posibles entre seres vivos y es imposible no vivir en él y por él.
5. Por lo tanto, ordenarlo es alterar su discurso. Viciarlo. Instrumentalizarlo.
6. El más aborrecible intento de orden no es la política, ni la familia (un producto de la primera). Es la religión.
7. Nuestros atributos biológicos han evolucionado de tal forma que es imposible no ordenar, no numerar, no poner nombres. A joderse, por tanto.
8. Escribir en un papel cómo debe estar ordenada una sociedad, con sus leyes, decretos, constituciones, castigos y declaraciones de derechos y deberes, es tan absurdo cómo pedirle a un árbol que crezca dos metros menos para que así le llegue más luz al sotobosque. El árbol hará lo que tenga que hacer. El sotobosque también. Y la luz estará allí para todos, en mayor o menor medida. No hay nada que hacer o que decir al respecto.
9. Ninguno de nuestros intentos por ordenar la sociedad en busca de la perfección de la misma ha sido fructífero. Es más, pocos lo han intentado con un interés genuino. Nombrar todos los desastres originados por esto sería obsceno, pero pongan a la cifra de muertos tantos ceros como deseen.
10. La principal víctima del orden no somos nosotros, que al fin y al cabo somos los que lo hemos creado. Es la naturaleza. La expresión transparente de la vida y la muerte.
11. La oposición al orden no es el caos. No existe tal cosa. ¿Por qué lo llaman conflicto cuando el diálogo entre la vida y la muerte es sólo pura atracción, pura seducción?
12. Por lo tanto, la anarquía no es caos. Es sólo ausencia de poder y ausencia de orden.
13. Los ideólogos de la anarquía se encontraron con un callejón sin salida. Y no es de extrañar, ya que la anarquía no es posible. Conformémonos con que hemos sido capaces de concebirla.
14. La anarquía sólo puede funcionar a nivel individual, y aun así requiere un esfuerzo sobrehumano. (Está claro que lo más cómodo es mandarlo todo a tomar por culo e irse a vivir al bosque o al desierto, pero tampoco hay que desdeñar esta tendencia; por algo se empieza).
15. Este esfuerzo individual no es ni asocial ni egoísta. Dado que es imposible vivir en soledad y no ejercer influencia en alguien, las acciones “anarquistas” de alguien para sí mismo repercuten inevitablemente en los demás.
16. Un anarquista sólo puede despertar rechazo en los demás. Porque no intervendrá en nada. De ahí que le puedan llamar egoísta, asocial, loco, enfermo… La lista no terminaría nunca. Demasiados nombres.
17. El trabajo nos mantiene ocupados y nos enseña. Pero no nos dignifica. En absoluto.
18. La violencia es innecesaria. Pero la mayor parte de las cosas también lo son. En ocasiones tendremos que recurrir a la violencia para defender nuestra integridad o la de otros, lo que no la justifica. Intentar erradicarla, no obstante, es un imposible y un claro acto de cinismo, dado que la violencia vive implícita en el establecimiento artificial de un orden. Así que si hay que dañar o matar algo o a alguien, se hace. Que cada uno sea su propio juez.
19. Posiblemente exista un Dios, y posiblemente no tenga ningún control sobre lo que ha creado. Por eso no hay que responderle ni buscarle ni pedirle un sentido revestido de religión.
20. La no intervención en un mundo intervenido es una práctica aceptable.

Salud.

Sergio. 28/10/10.

176. Hoy el tino lo tiene… José María Val del Omar.



He decidido cambiar el nombre de la sección ‘Hoy os presento a…’ por ‘Hoy el tino lo tiene…’. No sé. Me suena menos pedante así.

Nunca me hablaron de Val del Omar en ningún curso de cine español. Atroz. Descubrirlo ahora me ha dado un vuelco al corazón, y todavía no me creo que una personalidad así pasase desapercibida tanto para la censura franquista como para el historiador contemporáneo. (Nota: es más sangrante lo segundo porque, al fin y al cabo, la censura nunca debió ver ninguna peligrosidad en algo tan minoritario y sólo distribuible en contados festivales de cine en el extranjero). Val del Omar tiene una concepción del mundo y una imaginación sonora y visual tan radical e interesante como la de Buñuel, Saura, Erice o Martín Patino. Más radical incluso.

Quiero colgar íntegro su ‘Tríptico elemental de España’, que recorre la península de sur a norte en un intento de capturar una atmósfera, un ánimo, una inmateria peculiar que sólo he visto en películas como ‘La prima Angélica’ y en muy pocas más. También está presente una filosofía de inspiración animista, pagana, que contagia el aspecto formal de la trilogía con el embrujo a menudo aterrador de sus imágenes.

A principios de los cincuenta rueda ‘Aguaespejo granadino’ o ‘La gran siguidiya’. La voz en off es algo machacona (creo que es la misma de ‘Canciones para después de una guerra’) pero nada de eso desluce el hipnotismo insólito de cada plano y de cada mirada. El estudio del movimiento del agua en los surtidores de la Alhambra no tiene equivalente en ningún otro ensayo audiovisual que haya visto.










En 1956 comienza el rodaje de la segunda parte del tríptico y mi favorita, ‘Fuego en Castilla’. Si no tenéis un programa cerrado para la noche de Todos los Santos, os recomiendo que entréis en calor con este pesadillesco poema sobre la iconografía católica y la cultura del dolor. Una obra maestra.








Y ya a principios de los sesenta, ‘A cariño galaico’ o ‘De barro’. Es una obra inacabada e, independientemente de esta circunstancia, tal vez la menos fascinante de las tres. Lo que todavía es decir mucho.








Para más información sobre este señor y sus experimentos con la técnica diafónica sonora y la plástica visual, pueden ustedes recurrir a la estupenda http://www.naranjasdehiroshima.blogspot.com/, o también pueden tomar un jugo de naranja frente a la ventana de sus casas. Eso sí, sean amables y compartan o critiquen mi entusiasmo por este artista.

Sergio. 27/10/10.

lunes, 25 de octubre de 2010

175. Angiospermas; un relato ilustrado con pinturas de Paul Rumsey.



Mariano y Emilia tenían dos hijas muy pálidas. Tan pálidas que apenas cabían en la trompa de un elefante.



‘¿Podré casarlas con esos ojos tan vacíos que tienen? Ningún hombre querrá polinizarlas. Yo, si fuera joven y soltero, no las miraría ni media vez.’ Ésta y otras preocupaciones rugían en la cabeza de Mariano y le impedían procrear de nuevo. Emilia, por su parte, frecuentaba la compañía de hombres estupendos con los que tenía otros muchos hijos e hijas que en nada se parecían a los espantos pálidos que había engendrado con Mariano. Con dos fracasos menores en su haber, Emilia no se consideraba una persona infeliz.





Una tarde de invierno, con perros manchados de nieve en las calles y bandurrias en el cielo, Mariano llegó a la conclusión de que la escasa incidencia de la luz del sol en los rostros de las muchachas había sido el causante del tono aséptico de su piel. Emilia aplaudió este razonamiento, y para celebrarlo bebieron un champán muy caro y tuvieron otro niño. Las chiquillas, que de tan insignificantes que eran ni siquiera tenían nombre, oían los gritos de júbilo de sus padres y, en la oscuridad del sótano, soñaban con una página arrancada de una enciclopedia en la que un bicho de morro afilado metía la lengua en la tierra y la sacaba muy rápido. Nunca les quedó muy claro para qué. En vez de preguntarse por qué diablos soñaban exactamente lo mismo.





El nuevo hijo de Mariano y Emilia devolvería la vida a los soles muertos tiempo ha. Qué orgullo.





Cincuenta años pasaron desde que este niño contrajo matrimonio con una estrella de cine, JOYA JOYA. Viejito y casi indefenso, de no ser por una fuerza descomunal que le poseía en el día quince de cada mes, el hijo predilecto de Mariano y Emilia dio permiso a unos anarquistas muy hermosos para que ocupasen la casa en la que habían vivido sus padres. Al bajar éstos la escalera del sótano en busca de alguna conserva o municiones olvidadas, se encontraron con dos flores erguidas en sendas macetas de terracota. Las arrancaron para adornar el pelo de sus mujeres, ya que las anarquistas no son reconocidas precisamente por su belleza. Ignorantes de que estas flores habían sido niñas pálidas y de que al día siguiente se convertirían en las emperatrices cósmicas del universo, las anarquistas sufrieron un ataque sin precedentes en el mundo de la flora híbrida (habían desarrollado unos dientes descomunales que salían disparados del estambre como el cuco lo hace de su trampa de madera).





Después matarían al resto del mundo, empezando por JOYA JOYA.




Y después gobernarían la nada como lo habían hecho siempre, antes de florecer.





Sergio. 24/10/10.

sábado, 23 de octubre de 2010

174. Balada triste de trompeta y dos caprichos.




Ansío ver lo último de Álex de la Iglesia, pero de momento hay que conformarse con un descubrimiento que da nombre a la película. No conocía esta faceta tan experimental de Raphael, y sobran las palabras… la canto constantemente…

Los dos caprichos son una cita memorable que explica en gran parte mi visión de Dios...



"The forms are many in which the unchanging seeks relief from its formlessness".

Samuel Beckett. Malone dies.



...y un hermosísimo cartel de cine



y con esto me he comido un post majísimo, ché.

173. Renovarse para que todo siga igual, o el nuevo logro de ‘Mad men’.



De vez en cuando hablamos de series, y de esos personajes ficticios que viven y se confunden con nuestros propios anhelos durante el tiempo que las cadenas de televisión deciden prolongar su existencia. Hoy, y aunque nadie que conozca la haya visto todavía, me toca volver a hablar de ‘Mad Men’. Más que nada, porque su última y cuarta temporada es la mejor de la serie desde su estreno en 2007. Tratándose de un producto muy sobrevalorado que hasta hace poco ni arriesgaba ni ofrecía nada nuevo, su apertura a un sorprendente estudio de personajes ha sido para mí todo un gozo.

Mad men’. Por todos los lados que la veas, está Don Draper. Es una serie sobre Don Draper, como Los Soprano es una serie sobre Tony. Si no te interesa Don, al menos un poquito, estás jodido. Pero Don es interesante. Aunque en el asfixiante plano que abre la cuarta temporada parezca que tiene un mango de escoba perforándole el horto. Y a pesar de mil repeticiones cansinas sobre su carácter misterioso y muy a pesar de todas las mujeres de su vida. Don está interpretado por el fantástico Jon Hamm, que tiene una forma muy concreta de morder el filtro de los cigarrillos y una de esas voces llenas de color. El sensible tratamiento de Don sobre el papel y la presencia fascinante que le da Jon Hamm hacen de ‘Mad men’ la serie que es. Luego viene el resto: el mundo de la publicidad en la meca del capitalismo (desaprovechado, sin duda, en beneficio de las historias particulares de los personajes que viven en él); Peggy; Joan; el retrato de una época (los años sesenta); Betty; Roger; el romanticismo podrido a lo Antonioni; y los interminables tragos de whisky.

Peggy, que ya es casi la mujer de poder que siempre ha soñado ser, sigue siendo mi favorita. Es ingenua, resabida, ridícula, extrañamente hermosa y adorable. Las mejores escenas de la serie son las que comparte con Don, por el morbo nada sencillo que despiertan los dos juntos y por su tensión lobo-cordero a nivel intelectual y físico. ‘The suitcase’, un episodio centrado casi exclusivamente en ellos, con tantos gritos, lágrimas y alcohol como cabría esperar en una noche de ésas que nos cuesta tanto olvidar como recordar, ha sido la cima de la cuarta temporada. Oh, confesiones y resacas. Ay, ese agarrón de manos que nos traía ecos, ni más ni menos, que del episodio piloto. Sin embargo, su guión no me parece tan eficaz como el de ‘The chrysantemum and the sword’ o ‘Hands and knees’, dos módulos perfectos en una construcción narrativa muy inteligente.


El magnífico 'The suitcase' da exactamente lo que todos quieren:
ver a Peggy y a Don juntos.

El riesgo de la cuarta entrega de ‘Mad men’ es que sus guionistas no han repetido la tónica de oficinas y contratos tras cambiar la estética de la serie. Un giro tan radical en las vidas de todos los personajes al final de la tercera no iba a desembocar en el previsible ‘más de lo mismo con decorados nuevos’, sino en una exploración bastante pormenorizada de lo que cada uno de ellos tiene ahora mismo en su cabeza. Como una actualización o puesta al día de tramas y traumas (algunos de temporadas pasadas) para afrontar con frescura las (posiblemente) dos últimas entregas de la serie. Eso fue toda una sorpresa. También que la recta final fuese menos catártica que los episodios centrales, donde se cortó el bacalao y se dijeron muchas cosas decisivas. Y que Don haya evolucionado para quedarse, más o menos, donde estaba. El lugar en el que Weiner ha decidido dejarlo al final de ‘Tomorrowland’, la season finale, es uno menos cómodo de lo que aparenta. Amargo. Decepcionante. Como el rostro de Peggy al comprobar que su mentor puede llegar a tomar decisiones muy superficiales (o directamente estúpidas). Soy fan de esta decisión creativa en concreto. ‘Mad men’ ha tenido una forma muy elegante de mostrarnos la cobardía. Y la sensación que el espectador se lleva es una mezcla inusual de placer y malestar. Como la vida misma.

Qué bien espaciados han estado los conflictos. Qué poco morosos han sido con Peggy esta vez. Qué mal han tratado a Betty (pero qué maravillosa sigue siendo January Jones, la actriz que la da vida). Qué sencillo e inevitable ha sido todo, y qué forma tan interesante de crecer está teniendo la compañía Sterling Cooper Draper Pryce. Qué grande la escena de Joan en la sala de espera del médico. Qué grande (pero un pelín melodramático) retorno de Midge a la vida de Don. Qué gran serie, a pesar de todos los defectos que la sitúan a años luz de ‘The Wire’ o ‘Deadwood’ (de la que pronto hablaremos, pillines). ¿Quién puede hacer ‘The Wire’ de nuevo si hasta cuesta llegar a la altura de los peores episodios de ‘Los Soprano’?

Por otro lado, os refiero unas pocas impresiones sobre el estreno de ‘Boardwalk Empire’, la propuesta seria de la HBO para volver a ser eso que fue hace cinco años. La serie está, en general, muy bien concebida y aún mejor realizada. Adoro la música y los decorados que recuerdan al flashback de Vito Corleone en ‘El Padrino Parte II’. Al guión, no obstante, me parece que le falta algo de consistencia, y sólo un montaje acertadísimo lo acerca a veces a la excepcionalidad. Me gustan mucho Michael Pitt y la mayor parte de los actores y actrices secundarios. Pero los protagonistas todavía deben despuntar algo más, justificar algo más su rol en la serie con alguna acción que no deje tan indiferente. Terence Winter, el creador de la serie, tiene muchísimo talento y seguro que hará grandes cosas con esta historia de mentiras, alcohol y pólvora.

Michael Pitt y Steve Buscemi en 'Boardwalk Empire'.


Y como cierre, mis expectativas y dudas ante el inminente estreno de ‘The Walking Dead’, una adaptación del cómic de Robert Kirkman que sólo constará de seis episodios para este año. Los costes de producción deben ser monumentales, lo que deja ver el tremendo empuje que están teniendo las series estadounidenses en el sector audiovisual (¿enterado, por fin, de dónde está la calidad actualmente?; tal vez). Me encanta el cómic y me resulta difícil creer que la brutalidad y el dolor de la historia van a tener una presencia importante en la televisión, más aún en un canal (AMC) que por muy vanguardista que sea todavía pone pitidos a los ‘fuck’ o nos priva de un par de tetas con justicieros pixelados. Conformémonos con que no sea una adaptación literal y que sepa tener vida propia, independientemente del universo irrepetible, violento, desesperanzador de Kirkman.



Dulces sueños.

Sergio. 23/10/10.

domingo, 17 de octubre de 2010

172. Paralelo 42 (Parte II).




La mala noticia es que este post va a ser muuuuy largo. La buena es que tiene fotos que hice con la cámara que me prestaron Juan Cruz y Montse. Muuuuchas fotos. Dado el éxito comercial que tuvo aquel episodio australiano narrado con imágenes (‘The caterpillar dreaming’, post nº120), me dispongo a repetir la hazaña, aunque haya menos chicas en bikini y un único ser humano (yo) en mitad de una naturaleza sobrecogedora, la auténtica protagonista de este relato.

Día 1.



Con la intención de conocer los Andes del paralelo 42 antes de que un posible revés del destino me empuje de aquí (y espero que no tenga que ser así de momento), metí dos paquetes y medio de arroz integral en mi mochila, más un saco de dormir prestado (para las bajas temperaturas), más un par de mudas, más un libro sobre plantas, más linterna, cerillas, jabón, botas de repuesto, lata de pescar. Y me puse a caminar por un lugar a la vera del Río Blanco llamado ‘El Paraíso’ hasta la temible pasarela indianajonesca que ilustra la imagen. A partir de ahí comenzaba la picada hacia el Refugio del Hielo Azul, primera parada en una serie de refugios de montaña en los que quería emular a Jeremiah Johnson.






Una vaca andina y una tera. Las teras son pajarracos ruidosos que ponen nidos en el pasto y se cabrean enormemente si caminas cerca de ellos. Incluso planean a pocos centímetros de tu cabeza y lucen púas defensivas.

Detrás de mí, el cerro Piltriquitrón desde el mirador del Raquel. Se lo considera uno de los centros energéticos del planeta (el Piltri, no el Raquel). Pero yo de eso no sé nada. He fracasado en mi intento de tener un encuentro con la tercera fase.







La nieve empezaba a cubrir con dulzura los bosques de lengas a más de mil de metros de altura. Yo me cagaba de frío y de miedo porque se hacía de noche y todavía no había empezado a recoger leña. De hecho, sería incapaz de encender fuego a mi llegada al refugio. A ver quién es el guapo que hace llama de ramitas mojadas incendiando las páginas húmedas de un libro de pasatiempos que alguien olvidó hace seis meses.

Día 2.




Esta gata (o gato; siempre les cambio el sexo) maullaba como una niña poseída por Belcebú. No era la mejor compañía en una noche de soledad en la montaña.

Buenos días. La luz hacía maravillas sobre el valle del Hielo Azul y yo, después de un paseo por la nieve, por fin podría encender un fuego y calentar agua para el mate.












Mmmm. Matesito… Rico…




Después de comer, me lo tomé con calma para subir unos quinientos metros más hasta el Refugio del Lago Natación, tan abandonado como el que estaba dejando tras de mí. No era demasiado consciente de que el incremento en altitud vendría acompañado de un incremento considerable en el nivel de la nieve. Todavía no sé cómo subí esa ladera. Bueno, sí… Resbalándome, pidiéndole perdón a la naturaleza por mi imprudencia y con paciencia. No había un sendero discernible. Muchos de los árboles con marcas orientativas se habían caído por las tempestades invernales. El sentido común me abandonaba. Y no hice fotos de la tragedia. Sólo de este lago helado circular hermoso recopado a mil ochocientos metros.



Llegué. Jodido, pero llegué. Botas mojadas. Y un refugio en el culo del mundo, sin cristales en las ventanas.








El lago Natación, completamente helado.




Nubes. Estaba aburrido. Al poco anochecería y el cielo se teñiría de uno de los colores más amenazantes que yo recuerdo. Fue una noche fría de la que me salvó la bolsa de dormir de Juan Cruz y un fuego más o menos competente.



Tuve un sueño terrible, con muertes de seres queridos y demás jugarretas de la mente. Me desperté a las tres de la mañana con una migraña del copón y meé en el fregadero.


Día 3.





Pies, para que os quiero. Tenía la necesidad de dejar la nieve atrás, y así es como bajé por una picada bastante complicada que me llevaría al valle del Río Azul, donde un cajón natural entre dos paredes de roca escarpada da lugar a varios refugios. Uno de ellos es El Retamal.



Allí pernoctaría esa noche y otra más, a la vuelta de mis últimas excursiones. Los precios sólo son razonables si piensas en lo mucho que les debe costar llevar víveres hasta allá. Lo razonable se diluye si reflexionas aún más y piensas en qué momento el concepto de refugio de montaña se cruzó con el concepto de albergue. El que sufre de la creación de este híbrido es, cómo no, el bosque.

El Cerro Dedo Gordo, al atardecer.




Día 4.




El bosque de cañas colihues y altísimos, retorcidos coihues es una de las cosas más bonitas que haya visto nunca. Lo cruzas en tu camino al Refugio de Los Laguitos, regentado por un tío que se hace llamar El Polaco y que, por suerte, no estaba allí cuando yo llegué.

El Polaco está abriendo un paso a motor en el monte como quien le hace un corte a un vientre humano con un cuchillo de cortar pan. El motivo es comercial y con él pretende pastorear a un mayor número de turistas a un rincón remoto de los Andes. La empresa está casi terminada y el bosque de alerces por el que discurre su feísimo trazado ya ha empezado a sufrir las consecuencias. Parece que las autoridades medio-ambientales de la provincia de Río Negro han aprobado esta atrocidad.

El alerce. EL ÁRBOL CON MAYÚSCULAS. He aquí mis obsesiones personales con el señor lahuán.









Esta rama vertical es una figura antropomorfa en toda regla. O eso es lo que veo yo.



Contemplad las barbaridades que se hacen para adivinar la edad de un alerce.




Y llegué a Los Laguitos, donde una noche en la calma indescriptible del lago Lahuán y bajo la mirada del Cerro Aserrado (o Dentado, o como se llame en realidad) se convertiría en un éxtasis del retiro. Estaba enfadado por lo que le habían hecho al bosque, pero también muy feliz de estar allí y ver lo poco que necesita realmente una persona, más allá de comida, abrigo y una cocina para quemar leña. Esto ya lo dijo Thoreau en el siglo XIX. Su libro ‘Life in the woods’, también conocido como ‘Walden’, es un precursor del anarquismo y muchos ermitaños del bosque y hippies desubicados duermen con él bajo la almohada. A Thoreau lo detuvieron cuando dijo que no tenía por qué pagar impuestos a un país (Estados Unidos) que tenía esclavos negros. Ya en la cárcel, escribiría ‘Resistance to Civil Government’. Un maestro.









Día 5.

Me levanté temprano y bajé al Lago Soberanía, donde vi un cóndor en la lejanía de un cielo azul impecable.




Para llegar allí no tuve más cojones que meterme en el río. De ahí que mis zapatillas se estén secando, infructuosamente, bajo el sol.



Intento pescar. También infructuosamente.



Y me vuelvo loco.




Una lenta vuelta a El Retamal me daría nuevos placeres a orillas del Río Azul. Sobran más palabras.










Día 6.



No hay fotos de mi rostro desolado de vuelta a la civilización. Pero sí una historia.





Érase una vez una mujer que vivía con sus dos hijas en el bosque. Como no tenía patatas que darles, les daba arroz con pan y a la cama. Una noche, apareció un hombre. Decía ser el marido de la mujer y el padre de las niñas. Eso no lo sabremos nunca. Lo que sí sabemos es que esa noche se acostó con la mujer y con la menor de las hijas, por ese orden. La mayor huyó al bosque y, a su vuelta, encontró a dos mujeres torturadas por la noche y el cadáver de un hombre tras la caldera. Un hombre muerto no es fácil de hacer desaparecer. La primavera llegó, y con él el florecimiento de las angiospermas. La hija menor se especializó en matar animales con cuerdas. Y la mayor fue a la universidad. Creo que se hizo pediatra. Nunca más volvió al bosque.





Día 7.

Domingo de asado. Día de la madre en Argentina. Y yo, con la familia de



Juan Cruz



y sus niñas Malena



y Aylen,





espero.


Sergio. 17/10/10.