martes, 21 de febrero de 2012

231. Romaria.


Entre la espada y la pared, me lanzo a la espada.

Elis Regina.



230. We come from a bad place.




Como me resulta difícil hablar de una película que me afecta a nivel físico (evoco el ligero mareo a la salida del cine, el asco, la turbación, la culpabilidad), voy a limitar este post a unos breves pensamientos y a la recomendación entusiasta, porque “Shame”, la segunda película de Steve Mcqueen después de la maravillosísima “Hunger”, es de visión obligada. Unos encontrarán interés en la forma en que está filmada, y otros en su más que publicitada temática y en el palo de golf de Michael Fassbender (aquí es necesario aclarar que la adicción al sexo no es más que una capa de las muchas que tiene la película), pero es muy probable que todos se sientan identificados, en un momento u otro, con el desesperante retrato de una in-consciencia colectiva que, por si fuera poco, revela matices estrictamente contemporáneos.


Pensamiento Uno.

No necesitamos ser enfermos del sexo para reconocer en las imágenes de ‘Shame’ algunos lugares comunes de la experiencia. Por eso se trata de un relato tan universal y estremecedor. La premisa la conocemos ya casi todos: Brandon es un yuppie atractivo que se folla todo lo que puede, física o virtualmente. La réplica se la da su hermana Sissy, que transita por el mismo camino de auto-inmolación sin que su cuerpo sea el principal mediador entre ella y el mundo. Los dos funcionan (gran parte de la crítica internacional lo ha destacado) como arquetipos, y lo más curioso, como NUEVOS ARQUETIPOS, unos que sólo pueden ser vomitados por la sociedad de la información. Es imposible que, en la educación sentimental de las generaciones nacidas bajo el amparo de Internet, no surja una patología monstruosa de la mirada, y un vaciado progresivo de la misma.


Pensamiento Dos.

Salir desnudo en pantalla es una cosa. Desnudar el alma es otra. Michael Fassbender, Carey Mulligan y Nicole Beharie me parecen maestros en la práctica de ésto último y yo, como espectador, les estoy muy agradecido por semejante entrega. No siempre me emociona el exhibicionismo del primer plano, pero en este caso es el bote salvavidas en un ensayo sobre el exhibicionismo mismo y sus devastadoras consecuencias.



                                 
Pensamiento Tres.

Shame’ ha pulsado botones en mí para los cuales tal vez no estaba preparado. No por ello voy a precipitarme a la castidad, pero me pregunto… ¿Qué es el cuerpo? ¿Qué es el contacto entre cuerpos, en última instancia? ¿Qué tipo de contacto me interesa? ¿Es el amor rastreable en el cuerpo? Hale, de un solo pensamiento he parido cuatro, y no hay respuesta para ninguno.



Pensamiento Cuatro (y último, que hoy no doy para más).

La única flojera de ‘Shame’, y tampoco lo es de modo categórico, reside en un leve indicio que Sissy lanza hacia el origen del problema, cuando el origen del problema es esa prisión en que se ha convertido el mundo, perfectamente cristalizada en las calles de New York, en sus ventanas, en sus pantallas, en sus cuerpos. No necesitamos biografías de Brandon y Sissy. El ‘mal lugar’ del que todos venimos es el lugar en el que nos despertamos todos los días y que tanto nos cuesta cambiar. Pero si Steve Mcqueen detonó una bomba con ‘Shame’, convirtiendo esa explosión en una auténtica película-legado o película-reflejo, no está todo acabado.

Sólo hay que atreverse a abrir los ojos, y a mirar de verdad.


Bonus tracks:
a) Dos carteles publicitarios harto innovadores, pero que levantaron escamas allá por las Hungrías. De eso se trataba, también.
b) El tema principal de la película, una variación de Hans Zimmer que angustia más y que abre menos espacio a la luz, al revés que en "La delgada línea roja".





lunes, 20 de febrero de 2012

229. Irregular en los márgenes.



Anoche se entregaron una vez más los Premios Goya, por los que hacía una eternidad que no me interesaba lo suficiente como para visionar una gala entera. Además de unos cuantos chistes de buena calidad y de un puñado de gestos corteses (o anestesiados), la ceremonia nos brindó un discurso que ilustra muy bien las pretensiones de la Academia, y en el que Enrique González Macho se vio obligado a bregárselas lo mejor que podía.

El cine español, o al menos el cine oficial de la “honorable” y “orgullosa” España, no es plural ni tampoco un crisol de miradas. Blackthorn, La piel que habito, No habrá paz para los malvados y La voz dormida son películas que, más allá de su factura, sólo reflejan un aspecto cinematográfico; para más señas, el dominante, el de voluntad narrativa en su acepción más clásica, el que se produce y se exhibe en aras de un entretenimiento “con mensaje” y por ello capaz de satisfacer a públicos distintos que buscan cosas distintas en una imagen en movimiento. En el núcleo duro de ese cine patrio se encuentra, entonces, el mensaje; en los márgenes, la ausencia de mensaje (a menudo más valiosa que la petulancia de esgrimir uno) y los mensajes equivocados, aquellos que no merece la pena desenrollar.

Para que se nos llene la boca con la pluralidad deberíamos aceptar el hecho de que el orden del discurso y el orden de la vida por la que nos conducimos no son más que convenciones, y como convenciones se irán empujadas por el viento. Las nominaciones ya silenciaron, hace un mes, todo aquello que no estaba estructurado en planteamientos, nudos y desenlaces, o en despertares, jornadas laborales y cenas apáticas como ciclo vital en nuestra rueda. No había ni rastro de Isaki Lacuesta, de Manuel Martín Cuenca o de José Luis Guerín, por poner tres ejemplos obvios y totalmente insuficientes a la hora de sugerir una supervivencia en el margen (lo que tiene el destierro es una suerte de anonimato que dificulta tu inclusión en una lista). En el fondo, tampoco era necesario. Pero aun así, nos empeñamos en hablar, y en llevar a nuestro terreno las loas a la diversidad y todo tipo de consignas libertarias y de manifestaciones populares… En esa línea, fue muy representativo ver al Langui en una pose acomodaticia rapeando con ilustres del cine español.

                                                    Fotograma de "Los pasos dobles" (2011) de Isaki Lacuesta.


Reconozco que es tierno ese espejismo que nos venden de que todos estamos incluidos en el benéfico plan del cine español y de que todos tenemos esa imagen que nos representa con dignidad. Pero lo cierto es que no hay una sola voz que reivindique el necesario cuestionamiento y posterior destitución de las bases sobre las que se asienta nuestra sociedad, y para la “oficialidad” no hay mensajes si no hay una columna vertebral que les dén sentido (narrativo) y legitimidad (democrática).

El otro aspecto a destacar es aquello que hoy se puede leer como titular, eso de que “Internet todavía no es el futuro del cine”. En cierto sentido, la Academia tiene razón: Internet debería ser la muerte de la concepción actual (industrial) del cine, que después de más de un siglo se empeña en perpetuar sus paralelismos con otros aparatos mercantiles. Está claro que el visionado gratuito de películas y series online no cubre las inversiones desmedidas que están detrás de la producción audiovisual. Ni falta que hace. La caja de Pandora ya está abierta, ahora sólo toca adaptarse. Lo que podría ser un estímulo para una reformulación del relato cinematográfico se convierte, no obstante, en una espantada en un sentido opuesto al de la marea. No hay que perpetuar una relación comercial entre empresarios y usuarios del cine, a costa incluso del sentido común, sino extirpar la transacción misma y empezar a fomentar modos de producción y espacios de exhibición sin ánimo de lucro.

Ah, pero estoy hablando de otra sociedad que todavía no existe. Bueno. Entonces aguardemos el momento. Tampoco queda tanto. El sol brilla y huele a rancio. Sigamos creyendo por unas horas más que las alfombras rojas y los escotes de las actrices emergentes (y turgentes) ayudan en algo a la concepción de nuevos proyectos artísticos y a la creación de contextos de diálogo.

Y como cierre, algo de cine español. Cine en el que verse o no verse reflejado, en el que sentirse o no sentirse español es algo puramente anecdótico... porque no todo gira en torno a nosotros, que al fin y al cabo estamos aquí de paso, y no sabemos nada sobre nada…


sábado, 18 de febrero de 2012

228. Recapitulemos...



¿Por dónde íbamos? Ah, sí…

Tras un reencuentro con familiares y amigos, me establecí en Tremor de Arriba por unos meses. Escribí la versión definitiva del episodio piloto de “El pasajero separado”, y las talentosas Ela de Castro y Sofía Royo le dieron una aproximación visual al proyecto. Entretanto, escribí otros cotarros de los que surgieron un guión de largometraje muy estimulante (y muy autobiográfico), varios cortos y un cuento largo, o novela muy corta, sobre un hombre que se sienta y se niega a volver a incorporarse. Le he puesto a todo títulos muy masónicos, como Pirámide o Iluminación, pero es que tenía muy reciente la relectura de “From hell” de Alan Moore, y eso marca mucho.

Trabajé para la junta vecinal de Pobladura de las Regueras hasta fines del año pasado. Fue el mejor trabajo que podría haber tenido en paralelo a la escritura, aunque si hubiese sembrado más y macheteado menos pues tampoco hubiese estado nada mal. Esas mañanas en bicicleta, registrando los cambios paulatinos en los árboles y los distintos tonos de mostaza del monte-escombro berciano, fueron un lujo para los sentidos y aliviaron, en cierto modo, mi vuelta a este recodo del mundo. Sabía que no iba a ser fácil, y no lo está siendo.

Ahora, de vuelta a este ligero aturdimiento que es Madrid, es cuando decido hacer balance y retomar la escritura de este diario. Las nuevas formas para esta temporada primavera-verano-otoño (ya sabéis que no tenemos más inviernos, según los mayas) están por verse todavía, y surgirán a medida que borboteen las nuevas ideas. Me propongo trabajar en lo que pueda para mantenerme aquí en la capital mientras doy salida y puntos de encuentro a mis textos.

Una de las razones por las que ‘Miss Kalashnikov’ se quedó colgada en el ciberespacio fue porque ya no iba a ser, al menos en el corto plazo, un diario de viajes, con todo el arsenal de experiencias que eso conlleva. Supongo que narrar el periplo minimalista del retorno a casa, con esas estructuras que uno ya no contempla de la misma forma y esa contradicción constante entre lo que uno piensa y lo que uno acaba haciendo, era un reto que todavía no estaba dispuesto a llevar a cabo. Sin embargo, volver al blog es precisamente lo que puede arrojar luz a la niebla de estos días.




Madrid. Vísperas del cambio.

Hablaremos mucho de “El pasajero separado”. Habrá más creación y (espero) que más diálogo entre unos textos y otros. Intentaré documentar, a mi manera, lo que creo que está pasando con nosotros ahora mismo. Y también me dejaré llevar por la crítica, los vídeos, las músicas y la petardez que acompañaron siempre a este espacio en permanente construcción.

Empecemos con una maravilla de Bach. Intentaré postear muchas, porque es la banda sonora ideal para cualquier fragmento de vida, ya sea presenciado, evocado, o imaginado.