lunes, 20 de febrero de 2012

229. Irregular en los márgenes.



Anoche se entregaron una vez más los Premios Goya, por los que hacía una eternidad que no me interesaba lo suficiente como para visionar una gala entera. Además de unos cuantos chistes de buena calidad y de un puñado de gestos corteses (o anestesiados), la ceremonia nos brindó un discurso que ilustra muy bien las pretensiones de la Academia, y en el que Enrique González Macho se vio obligado a bregárselas lo mejor que podía.

El cine español, o al menos el cine oficial de la “honorable” y “orgullosa” España, no es plural ni tampoco un crisol de miradas. Blackthorn, La piel que habito, No habrá paz para los malvados y La voz dormida son películas que, más allá de su factura, sólo reflejan un aspecto cinematográfico; para más señas, el dominante, el de voluntad narrativa en su acepción más clásica, el que se produce y se exhibe en aras de un entretenimiento “con mensaje” y por ello capaz de satisfacer a públicos distintos que buscan cosas distintas en una imagen en movimiento. En el núcleo duro de ese cine patrio se encuentra, entonces, el mensaje; en los márgenes, la ausencia de mensaje (a menudo más valiosa que la petulancia de esgrimir uno) y los mensajes equivocados, aquellos que no merece la pena desenrollar.

Para que se nos llene la boca con la pluralidad deberíamos aceptar el hecho de que el orden del discurso y el orden de la vida por la que nos conducimos no son más que convenciones, y como convenciones se irán empujadas por el viento. Las nominaciones ya silenciaron, hace un mes, todo aquello que no estaba estructurado en planteamientos, nudos y desenlaces, o en despertares, jornadas laborales y cenas apáticas como ciclo vital en nuestra rueda. No había ni rastro de Isaki Lacuesta, de Manuel Martín Cuenca o de José Luis Guerín, por poner tres ejemplos obvios y totalmente insuficientes a la hora de sugerir una supervivencia en el margen (lo que tiene el destierro es una suerte de anonimato que dificulta tu inclusión en una lista). En el fondo, tampoco era necesario. Pero aun así, nos empeñamos en hablar, y en llevar a nuestro terreno las loas a la diversidad y todo tipo de consignas libertarias y de manifestaciones populares… En esa línea, fue muy representativo ver al Langui en una pose acomodaticia rapeando con ilustres del cine español.

                                                    Fotograma de "Los pasos dobles" (2011) de Isaki Lacuesta.


Reconozco que es tierno ese espejismo que nos venden de que todos estamos incluidos en el benéfico plan del cine español y de que todos tenemos esa imagen que nos representa con dignidad. Pero lo cierto es que no hay una sola voz que reivindique el necesario cuestionamiento y posterior destitución de las bases sobre las que se asienta nuestra sociedad, y para la “oficialidad” no hay mensajes si no hay una columna vertebral que les dén sentido (narrativo) y legitimidad (democrática).

El otro aspecto a destacar es aquello que hoy se puede leer como titular, eso de que “Internet todavía no es el futuro del cine”. En cierto sentido, la Academia tiene razón: Internet debería ser la muerte de la concepción actual (industrial) del cine, que después de más de un siglo se empeña en perpetuar sus paralelismos con otros aparatos mercantiles. Está claro que el visionado gratuito de películas y series online no cubre las inversiones desmedidas que están detrás de la producción audiovisual. Ni falta que hace. La caja de Pandora ya está abierta, ahora sólo toca adaptarse. Lo que podría ser un estímulo para una reformulación del relato cinematográfico se convierte, no obstante, en una espantada en un sentido opuesto al de la marea. No hay que perpetuar una relación comercial entre empresarios y usuarios del cine, a costa incluso del sentido común, sino extirpar la transacción misma y empezar a fomentar modos de producción y espacios de exhibición sin ánimo de lucro.

Ah, pero estoy hablando de otra sociedad que todavía no existe. Bueno. Entonces aguardemos el momento. Tampoco queda tanto. El sol brilla y huele a rancio. Sigamos creyendo por unas horas más que las alfombras rojas y los escotes de las actrices emergentes (y turgentes) ayudan en algo a la concepción de nuevos proyectos artísticos y a la creación de contextos de diálogo.

Y como cierre, algo de cine español. Cine en el que verse o no verse reflejado, en el que sentirse o no sentirse español es algo puramente anecdótico... porque no todo gira en torno a nosotros, que al fin y al cabo estamos aquí de paso, y no sabemos nada sobre nada…


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