lunes, 25 de octubre de 2010

175. Angiospermas; un relato ilustrado con pinturas de Paul Rumsey.



Mariano y Emilia tenían dos hijas muy pálidas. Tan pálidas que apenas cabían en la trompa de un elefante.



‘¿Podré casarlas con esos ojos tan vacíos que tienen? Ningún hombre querrá polinizarlas. Yo, si fuera joven y soltero, no las miraría ni media vez.’ Ésta y otras preocupaciones rugían en la cabeza de Mariano y le impedían procrear de nuevo. Emilia, por su parte, frecuentaba la compañía de hombres estupendos con los que tenía otros muchos hijos e hijas que en nada se parecían a los espantos pálidos que había engendrado con Mariano. Con dos fracasos menores en su haber, Emilia no se consideraba una persona infeliz.





Una tarde de invierno, con perros manchados de nieve en las calles y bandurrias en el cielo, Mariano llegó a la conclusión de que la escasa incidencia de la luz del sol en los rostros de las muchachas había sido el causante del tono aséptico de su piel. Emilia aplaudió este razonamiento, y para celebrarlo bebieron un champán muy caro y tuvieron otro niño. Las chiquillas, que de tan insignificantes que eran ni siquiera tenían nombre, oían los gritos de júbilo de sus padres y, en la oscuridad del sótano, soñaban con una página arrancada de una enciclopedia en la que un bicho de morro afilado metía la lengua en la tierra y la sacaba muy rápido. Nunca les quedó muy claro para qué. En vez de preguntarse por qué diablos soñaban exactamente lo mismo.





El nuevo hijo de Mariano y Emilia devolvería la vida a los soles muertos tiempo ha. Qué orgullo.





Cincuenta años pasaron desde que este niño contrajo matrimonio con una estrella de cine, JOYA JOYA. Viejito y casi indefenso, de no ser por una fuerza descomunal que le poseía en el día quince de cada mes, el hijo predilecto de Mariano y Emilia dio permiso a unos anarquistas muy hermosos para que ocupasen la casa en la que habían vivido sus padres. Al bajar éstos la escalera del sótano en busca de alguna conserva o municiones olvidadas, se encontraron con dos flores erguidas en sendas macetas de terracota. Las arrancaron para adornar el pelo de sus mujeres, ya que las anarquistas no son reconocidas precisamente por su belleza. Ignorantes de que estas flores habían sido niñas pálidas y de que al día siguiente se convertirían en las emperatrices cósmicas del universo, las anarquistas sufrieron un ataque sin precedentes en el mundo de la flora híbrida (habían desarrollado unos dientes descomunales que salían disparados del estambre como el cuco lo hace de su trampa de madera).





Después matarían al resto del mundo, empezando por JOYA JOYA.




Y después gobernarían la nada como lo habían hecho siempre, antes de florecer.





Sergio. 24/10/10.

4 comentarios:

Manuel J. Greciano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Manuel J. Greciano dijo...

genial, sobretodo con Raphael gritando de fondo.
¿Me tienes castigado?
Tu excursión a los Andes me dió tanta envidia que la leí un cacho cada día :-)
BESOS
Manu

Sergio / Ismael dijo...

Te levantaré el castigo en breves, chatín... No te enfades...
No sé por qué carajo se me eliminan los comentarios solos, y por qué Blogger me atribuye a mí tal decisión. Hummm...

Manuel J. Greciano dijo...

Jejejeje
Lo borré yo
Lo publiqué sin revisar las faltas de ortografía, después de algún psicotrópico y era una aberración.
Como tengo cuenta gmail me deja hacer lo que quiera con mis comentarios, como no podía ser menos.
BESOS chatín
Manu