sábado, 20 de febrero de 2010

121. Outback.


No tengo mucho tiempo para escribir, y las moscas me están recorriendo los labios con una persistencia insólita. Estoy en una roadhouse, bar de carretera con baños, duchas y césped para acampar. A varios cientos de kilómetros de Yungaburra, no demasiado lejos de la frontera con el Northern Territory, mi viaje ha tomado un rumbo inesperado. Como debe ser.


Matt y Ruth (una pareja británica afable, sin más) decidieron coger su coche y su camping gas y tomar las de Darwin, la ciudad más tropical de Oz. Como en algún momento tenía que dar el mismo paso, y dado que una oportunidad como ésta no se presenta muy a menudo, acepté su interesada invitación de compartir gasolina y comida. Eso signficaba dejar el albergue, a mi nuevo amiguito (el otro Matt), a la cotarrera de Kate y a John y Lauralee, que me dejaron las manos como un circo de quemaduras de cemento y costras indeseables. Los echaré de menos. Extrañaré no ver más a CJ y a Helen, aunque nunca se sabe si volveré sobre mis pasos, algo que ya hice en India y que redondeó el sentido del viaje. Tal vez lo más gracioso de todo es que no me he sumergido en el mar de Coral (casi todos los australianos dicen que está sobrevalorado y que el arrecife de la costa occidental es más colorido y pacífico). Así que no me preocupa. Menos ahora, que estoy cerca de la belleza prehistórica de Kakadu.


La carretera y el cielo australianos son el tópico que os podríais esperar. Así que no ahondaré en ello. Sí, son salvajamente infinitos. Pero el infinito también aburre.


Me las he ingeniado para manipular a Matt y a Ruth de tal forma que, sin darse cuenta, toman la dirección que yo quiero y circulan por las peores (pero más espectaculares) carreteras. No estoy muy orgulloso de esta actitud, pero de no ser así veríamos menos canguros, jabalíes y hermosos pajaruelos de pecho sonrosado.


Las nubes suelen arreciar tormenta en esta época del año, y todavía no hemos llegado a los tramos en los que sólo se aconseja circular con un 4x4. Veremos qué pasa. Cuando se pregunta a un australiano local, de ésos que te miran con ojos pequeñitos bajo su gorra de Cocodrilo Dundee, siempre consiguen hacer un equilibrio saludable entre la peor predicción posible y el optimismo que debe acompañar a todo viajero. Me asombra la simpatía de esta gente y sus ganas de conversar. Muchos de ellos llevan años viviendo en la carretera, recorriendo la inmensidad de su país con la calma de quien sabe exactamente qué es lo quiere (o lo que no).


Sólo una pequeña introducción de lo que hago ahora, ya que el tiempo y el suministro eléctrico es limitado. Mirad en algún punto remoto de la mitad norte del país, y allí estaré. Salud.


Sergio. 21/02/09.


1 comentario:

Manuel J. Greciano dijo...

Algo de movimiento por fin, en algún momento haremos balance de los quilómetros recorridos en este año y pico.
Te pongo un mail ahora, revisa el correo
Te quiero canijo
Manu