domingo, 1 de febrero de 2009

XXIV. Yo, yo mismo y mi lungi.


Hola, amiguitos y amiguitas. Desde que me encierro a cal y canto, desafiando los atractivos del sol tropical, también me he vuelto reservado para con mis compañeritos. Me están empezando a caer todos un poco regular, la verdad. Cuando llegué a Malabar, había muchos viajeros solitarios, hombres y mujeres con tino, pero el enjambre de parejas y familias que han venido a poner sus huevos a esta zona son algo más irritantes y ruidosos. Tampoco me entero mucho de quién es quién. Hubo un día en que me presenté dos veces a una canadiense, la pobre. Me miró con una cara de ‘pero si yo ya te conozco de la comida, ¿te acuerdas?’. Pero no, no me acordaba. Y así todos, más o menos rubios, más o menos guapetones, con más o menos hijos, se van convirtiendo en un único y desangelado rostro. La excepción fue la primera pareja homosexual que vino a cumplir con la ansiada cuota de diversidad. Al principio me parecieron dos coleguitas indios, por el color de piel, las profusas barbas y la pedrería. Pero luego me entero de que uno es de Ponferrada (tócate los cojones) y el otro, un artista de Trinidad y Tobago, un país que ya ni siquiera recordaba que existía. Ambos residentes en Londres, la parejita tenía tela y no poca pluma, pero bien merecen una visita si alguna vez vuelvo a esa ciudad horrenda y fría como el plomo. Sólo para que os hagáis una idea, reproduzco una conversación trivial y muy mariquita con el de Trinidad y Tobago:

- El de Trinidad y Tobago: ¿te has comprado hoy esa camisa?
- Sergio: sí, en Kannur, ¿te gusta?
- El de Trinidad y Tobago: sí, es muy bonita. Te quedan bien las rayas.
- Sergio (sorprendido ante el azul intenso de la prenda de su interlocutor): pues a mí me gusta mucho tu camisa. ¿Es india?
- El de Trinidad y Tobago (con afectación): No, es Prada.

A mucha gente le hace gracia o le da miedo el hecho de que, en vez de andar danzando entre templo y playa con la guía en la mano, viva aquí en una especie de burbuja espacio-temporal. Los taxistas, lugareños, pescadores y niños ya me llaman por algo parecido a mi nombre, ‘seryi’, y cuchichean siempre que pueden. El resto, es decir, el turisteo occidental, me pregunta durante la sagrada hora del curry qué es eso tan raro que hago en mi desván, y, después de considerarlo muy interesante o muy poco interesante (depende de lo falsos que sean) me bombardean con cuestiones sobre el theyyam. Yo, que ni quiero ni debo sentar cátedra en el asunto, intento desorientarles. La desorientación es la forma de comunicación básica en India, y es difícil no sucumbir a sus encantos. Tampoco participo en las conversaciones, si participo es para decir cosas facilonas (nombre, nacionalidad, estado civil), no entiendo la mitad de lo que me hablan, miro mucho y un poco raro, visto lungi y me perfilo cuidadosamente el bigote: me estoy convirtiendo en un indio de pro, me temo.

El lungi es una prenda de diario que me tiene fascinado. Te la enrollas a la cadera y el aire se te cuela entre las piernas aliviando tus vellos sudados. Cuando hace mucho calor o hay escaleras / cuestas que subir, te la remangas a la altura de las rodillas y luces la pantorrilla. Ponerse uno tiene más ciencia de lo que parece a simple vista, porque se te cae a la mínima y te quedas en calzoncillos delante de un montón de gente que no necesita razones de más para mirarte (mirar es el deporte nacional). He tenido un par de situaciones complicadas con el lungi en las que me he merecido una colleja y un ‘si no sabes ponértelo, no te lo pongas’. La peor de ellas fue en un templo, en el que me quedé a muy poco de protagonizar un desfile de ropa interior a lo Noche de fiesta. Yo intentaba remangármelo sin éxito mientras me paseaba de un lado a otro buscando la mejor perspectiva para ver al theyyam, que estaba muy desaforado en ese momento, y a fuerza de imitar lo que veía en los otros, acabé pareciéndome más a Norma Duval que a uno de Kerala. El descojone fue general, había que verme bajando y subiendo cuestas. Claro, cuando tenía que atar los dos extremos del lungi en la cintura, me salía una cosa rara y abultada a la altura del paquete, y no podía adivinar de dónde salía tanta tela de repente. Vamos, un cuadro. Pero yo seguía moviéndome, todo digno, porque si vas a hacer el tonto en tus ridículos intentos de integración social masculina, por lo menos hazlo del todo. He de añadir que ya le voy pillando el tranquillo a fuerza de practicar de noche en los arrozales, donde no me ve nadie (o eso me creo yo).

De cualquier manera, creo que voy a dejar lo de los arrozales por una temporada, porque por ahí campan a sus anchas las señoras serpientes. Todo el mundo ha visto una, menos yo. Así que el panorama no es muy halagüeño. Llega la hora de la cena y viene la parejita de turno diciendo ‘ay, vimos una serpiente, tenía un color verde precioso’ y todos coreando ‘oh, qué guay’ o vienen otros y comentan, mientras tienes comida en la boca, ‘hoy unos niños estaban jugando con media serpiente en la playa, era así de gorda’ y todos enardecidos ‘jo, yo quiero ver una también, he oído que dan buena suerte’ o se oyen ruidos en el tejado y argumenta la graciosa de turno ‘seguro que es una serpiente cazando ratas’ a lo que debería haber añadido ‘espero que me coma a mí también’. Como se desprende del relato, todos estos comentarios no me hacen ninguna gracia, porque a cada ruido que oigo (y mira que hay ruidos, a patadas) ya pienso que va a salir la serpiente de color verde esmeralda con su lengua bífida y sus malignos ojos dispuesta a acabar conmigo. Exagero y manipulo, lo sé, porque las serpientes suelen asustarse más que los humanos y nuestra cultura patriarcal las tiene demonizadas… pero no soporto cómo se mueven. Me dan asco y miedo, aunque reconozco que es el mismo tipo de miedo que puede tener un adolescente ante esa primera cita que acabará con su virtud. Y ese gran encuentro entre la serpiente y yo, similar al duelo de OK Corral, llegará, y sonará una armónica de fondo, y ella y yo nos veremos las caras por fin, y eso se merecerá un post entero.

Como veis, lo banal y lo vulgar protagonizan mi vida cuando no estoy empeñado en escribir mi obra religiosa-esotérica-contemplativa, que por cierto, me está costando un huevo y parte del otro. En breves intentaré entrevistarme con uno de estos indios cuya vida como funcionarios, informáticos, albañiles, abogados, políticos o chapistas se compagina con la meditación y la ocasional posesión de un dios. Mi lista de preguntas ante esos seres excepcionales es inagotable. Salud a todos. Larga vida a la magia.

Sergio. 01/02/09

5 comentarios:

Manuel J. Greciano dijo...

Gran post, fácil imaginar tu vida en la selva. Cuelga alguna foto de la zona para darnos un poco de envidia jejeje
Genial lo del arte de desorientar, voy a ver si lo pongo en practica en mañana en Ljubiana
Ya comentamos el 5x04

Anónimo dijo...

Chamana, tus lectores exigen una foto tuya con el lungi!!! Gracias por este blog, has elevado la corriente fundada por mis emails de Erasmus a un alto nivel literario (y menos pedante, admito)!

UN BESOOOOOOOO!!!

La Francisquita canario-parisino-neoyorquina

Anónimo dijo...

Hola peque, esta tarde mientras dormían la siesta, me he leío todo desde aquel día que te escribí. He estado un poco ausente debido a mi ansiedad, esa amiga que me ha quedado después de todo y de la que de momento no logro despegarme.
Me gusta saber de tí y pensar en escucharte mientras lees estas líneas.
Estoy contenta de puedas hacer lo que te gusta, pero ten cuidado no alvides nunca que serpientes las hay por todo el mundo y no son personas precisamente lo que se devoran.....ya me entiendes, tiene silvio una canción muy bonita que se titula "Sueño con serpientes", en este nuestro mundo o en el tuyo, siempre te acompaño.
De todo lo que compartes con nosotros, no tengo crítica que acerte simplemente te leo y eso me trae nuevos pensamientos.

Besos de tu charini y .....ahí te vá el abrazo.........

Anónimo dijo...

Se me olvidaba, por favor tu foto con el Lungi.....
Nos vendría muy bien morenazo

charini

Anónimo dijo...

Oye tio, pon algo ya, que estoy mas intrigao con tu viaje a la india que con el capitulo 5 de lost.

Y el manu en ljubiana, dira que por trabajo claro, ay que joderse, lo bien que viven algunos...

Un abrazo

Sr X