miércoles, 25 de febrero de 2009

XXXII. El suplicio de Augustine.

Así murió la más celeste criatura

a los quince años y ocho meses.


He leído tus horrores, Augustine,

y me pregunto, ¿por qué tenías alma?

Era tu alma lo que necesitaban tus verdugos

para eyacular,

no tu cuerpo, mero accesorio, nada de las nadas.

Ya que iban a hacer cajones contigo

¿no podías haberte privado de alma?

¿Por qué demonios no la pisoteaste en cada peldaño?

¿Ciento dieciséis días en el infierno no te dejaron en suspenso?

¿A quién esperabas en tu suplicio?

¿Por qué soy capaz de verte tan de cerca, Augustine,

y por qué ruego por tu alma, si nunca existió?

¿Quién eres tú?

Una huella del horror de los siglos, nada más.


Augustine, que quería morir pronto y reunirse con Dios,

murió tarde y sola.


Ismael.

No hay comentarios: