miércoles, 18 de febrero de 2009

XXVI. Cotarros del 5x04 y el 5x05 de ‘Lost’.


Al principio me hacía gracia; ahora es una pesadez colgar la advertencia de las narices:

¡ATENCIÓN! ¡SPOILERS PARA QUIEN NO HAYA VISTO LA QUINTA DE ‘LOST’ TODAVÍA! ¡¡¡¡¡SPOILERS!!!!!

Sí, creo que esto es suficiente. Vamos a entrar en faena. Nuestros chicos no paran de sangrar por la nariz, los pobres. Jack no tiene ni idea de lo que hace y, de momento, tampoco importa, porque nada parece estar centrado en él, lo cual celebro. Los viajes en el tiempo se multiplican de forma vertiginosa. Charlotte, tras un magnífico canto de cisne, la palma. Jin, por su parte, está vivito y coleando, y a pesar de los labios resecos y las quemaduras, sigue tan hermoso como siempre. Danielle Rousseau todavía se guardaba un as debajo de la manga. Y Locke, como un Jesucristo contemporáneo, acepta su crucifixión para salvar a la humanidad y vuelve a protagonizar uno de esos encuentros religiosos que tanto nos conmueven. Nada está centrado en nadie y por eso esta quinta temporada tiene un encanto único. La acción y la información parecen ir bastante unidas de la mano y todo indica que lo que venga a continuación, sea lo que sea, va a ser muy pero que muy sonado (esperemos).

‘The little prince’, a pesar de estar más centrado en Kate que en Aaron, tiene una breve referencia al planeta en el que vive el protagonista de la novela de Saint-Exupèry, inscrita en la caja negra del avión en el que viajaban Rousseau y su tropa. Estas cosas no sirven para nada, son chistes privados y sólo dan un barniz intelectual a algo que no lo necesita, ya que se basta y se sobra con ser entretenimiento del bueno.

Aunque parezca extraño admitirlo, una de las mejores cosas de este capítulo es Kate. No recuerdo haberla visto mejor que en la secuencia inicial, cuando le dice a Jack que siempre ha estado de su lado. Esto me obliga a considerar el talento de Evangeline Lilly, algo menos refinado que el de algunos compañeros suyos, pero, sin duda, guiado por un gran sentido de la intuición. Creo, sinceramente, que está espléndida. Otras veces parece que está haciéndose las uñas. Pero al César lo que es del César. Gran episodio de Kate, si es que a esto se le puede llamar un episodio de Kate, porque la trama principal rivaliza con los maravillosos desvaríos emocionales de un Sawyer más enamorado que nunca. A Juliet, algo frustrada al ver que los dos tíos más follables de la serie (o eso dicen) se pegan por una chica que no es ella, sólo le queda jugar el rol de confidente, eso sí, poniendo una vocecita de perra en celo y unos morritos lúbricos que suben la libido de cualquiera. Qué grandes personajes. Todos.

La isla es más protagonista que nunca. Más protagonista que en la era de los flashbacks. Después de seguir a los losties por tierra y mar en el cuarto episodio, ‘This place is death’, la siguiente entrega, es una buena ración de isla por todas partes en la que el cliffhanger del muelle de Los Angeles apenas se desarrolla, aunque lo hace con bastante tino. De este episodio, que podría estar centrado en Jin y en Sun si no fuera porque también está centrado en Charlotte, Locke y en casi cualquiera que pase por allí, me gusta casi todo. Me encanta la estructura imprevisible del capítulo, con un primer tercio en compañía del grupo de Rousseau en el que volvemos a revivir al ¡monstruo del humo negro!; un segundo tercio de camino a la estación Dharma; y un final majestuoso en el que unos mueren, otros salen de la isla y otros intentan volver a entrar. En una palabra: trepidante. Éstas son las cosas que me apetece resaltar:

a) La supuesta locura colectiva de los franceses misóginos… o no tan supuesta, porque ¿cómo se explica que un hombre quiera disparar a la mujer que está esperando un hijo suyo? Me encanta cuando este personaje alega que el humo negro no es peligroso, sólo está custodiando el “templo”. Fascinante salto en el tiempo. Aunque deberían volver a Rousseau porque, evidentemente, nada queda claro.

b) Jin. No pensé que me iba a alegrar tanto de volver a verle. Las razones son varias, como podéis imaginaros. Pero la principal es que ha vuelto con las pilas puestas y la cabeza bien amueblada.

c) El cabreo monumental de Ben en la furgoneta. Normal. Si yo tuviera a un Jack arrepentido y a una Sun colérica a mi lado, haría algo mucho peor que gritarles.

d) El pozo de cartón-piedra. Cómo se notan los recortes de presupuesto. Qué gran actor es Terry O’Quinn, partiéndose de risa antes de bajar por la cuerda. Eso es lo que viene siendo ardil y un tino muy bueno.

e) Charlotte nos hace un flashback verbal muy divertido. Es su gran y último momento y lo aprovecha. Grandes revelaciones sobre el futuro-pasado de Faraday y un colocón muy pedalero que se pilla la tía entre flash y flash. Un aplauso para ella.

f) El sacrificio. A los creadores de ‘Lost’ les gusta maltratar las piernas de Locke y verle arrastrándose por los suelos. Ésta es una de sus mejores escenas. Atentos al momento en el que asume su futura muerte, delante de un espectral y vehemente Christian Shephard. No tengo que decir que es una secuencia sobresaliente en interpretación y dirección; añado, además, que estoy muy a favor de esa rueda y de esa gruta tan chabacana.

g) Eloise Hawking mira el penoso porcentaje de Oceanic Six que tiene frente a ella y se pone enigmática. La aparición de Desmond es un poco precipitada, pero en muy pocos segundos se da cuenta de que ya conocía a esa mujer de antes, al tiempo que Ben se da cuenta de que esa mujer es la madre de Faraday, al tiempo que Sun se da cuenta de que su marido está vivo, al tiempo que Jack se queda prendado con la llama de las velas y piensa ‘qué guay, fuego…’ Avalancha de emociones.

Quedan dos episodios más para el parón. Muchos de vosotros ya sabréis el título del siguiente, y los más impacientes ya sabrán el jugoso título de la séptima entrega. No desvelo nada. Ardo en deseos de ver ambos, por la sencilla razón de que el ritmo adquirido por esta serie es magnífico, porque tengo la intuición de que asistiremos a grandes eventos, y porque uno de los motivos por los que escribo esto es el mismo motivo por el que medio mundo colapsa las descargas cibernáuticas a la misma hora: porque la buena ficción es un droga muy poderosa.

Sergio. 13/02/09.

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