miércoles, 25 de febrero de 2009

XXXI. El caballo ganador (y III). El musical ha vuelto.


Nunca pensé que en un lugar tan improbable como éste acabaría viendo la ceremonia de los Oscar, en directo, con una jarra de café bien surtida, a una hora magnífica (siete de la mañana en adelante), alternando soledad y compañía cotarrera, sin aguantar los terribles doblajes simultáneos. Nunca tuve tantas comodidades en Madrid, donde me lanzaba a la búsqueda del link correcto a altas horas de la madrugada, muchas veces en compañía de mi buen amigo Sergio, después de haber trastornado con preguntas y requerimientos a otros buenos amigos, o en Pola de Siero, donde gorroneaba el Canal + de mis vecinos o, en el peor de los casos, seguía la retransmisión en codificado, con el consiguiente dolor de cabeza y estado febril que acompaña a semejante sesión. Sin embargo, el bien hallado Kurien, de quien hace bastante que no hablo pero que sigue omnipresente en mi vida india como padre adoptivo, me cedió la cabañita estrecha en la que duerme, a pocos metros de mi habitación, donde esconde una gran variedad de canales de televisión por satélite. Más fácil, imposible. Así, mientras amanecía en la selva, los Oscar llegaban un año más para satisfacer mis sentimientos más bajos. Procedamos.

Cuando leáis esto, ya todos habréis visto el vídeo en que Penélope, agradeciendo su premio por Vicky Genara Valdemoro, recuerda haber nacido en ese lugar llamado Alcobendas, que casi todos los norteamericanos se figurarán como un barrio miserable a lo Mumbai o peor. He de decir que fue la más guapa de la noche y que sus nervios nada fingidos tuvieron bastante tino, a pesar de dejar huérfanas de Oscar a las muy superiores Marisa Tomei y Amy Adams. Enhorabuena por recordar en tu discurso que Woody Allen ha creado grandes personajes femeninos. Efectivamente, eso era lo que solía hacer, y se le daba muy bien.

La gran novedad en las categorías de interpretación ha sido invitar a cinco ganadores, algunos pertenecientes a la prehistoria de los Oscar y otros más recientes, para alabar y decir cosas bonitas de cada uno de los nominados. Su congregación en el escenario me recordaba más a una escena de linchamiento que a una demostración de afecto, y ojalá hubiese tenido más de lo primero; no me imagino nada más excitante que ser pegado por Joel Grey o Alan Arkin mientras recoges tu premio. Entrar en el club de los ganadores debería exigir algún ritual de violencia, y todos sabemos que Kate Winslet lleva un año entero mereciéndose un par de sopapos, así que, ¿por qué no golpearla entre las cinco, cada una armada con una estatuilla, al grito de ‘Así que quieres Oscar, ¿eh?, ¡toma Oscar!, ¡doble!’, ante los gritos de júbilo de una audiencia enfebrecida?

Cómo me ha gustado este club de los cinco. Prefiero el clip, como ya sabréis, pero este frenesí de buenos sentimientos que se han sacado de la chistera nos ha regalado momentazos:

a) Sophia Loren, monstruosa, anfibia, mira a cámara sin decir nada durante tres largos segundos. A continuación, alaba la carrera de Meryl Streep con una cadencia insostenible. Sin duda, uno de los momentos audiovisuales más terroríficos de los últimos años.

b) Adrien Brody se hace el gracioso al hablar de Richard Jenkins, ya que invita a todo el mundo a que busque su nombre en Google, puesto que es el menos conocido de los cinco nominados a mejor actor. Esto, al señor Jenkins, le deja bastante frío, como es normal. Tendría que haberle contestado, vamos a poner el nombre de Elsa Pataky en Google. Pero el señor Jenkins, que es un caballero y sabía que iba a perder, dijo ‘gracias’ y no volvió a ser enfocado en toda la noche.

c) Tanto Marion Cotillard como Robert de Niro alaban tan vehementemente a Kate Winslet y a Sean Penn, respectivamente, que al espectador no le queda ninguna duda de que son ellos los que se van a llevar el gato al agua. En sus discursos, Winslet le lanza una puya a la Meryl, dejando en evidencia su rivalidad en esta edición, y Penn habla de Obama y de homosexualidad, como ya predije en su día. Todo en orden. Winslet se parece cada vez más a Emma Thompson y Penn exuda hermosura por cada uno de sus poros.

d) Tilda Swinton monopoliza la elegancia con su exquisita androginia. Qué tía. Cuánto ardil.

e) Anne Hathaway recibe el mejor elogio posible de toda una veterana en el arte de la palabra, Shirley Maclaine (autora del mejor discurso de agradecimiento de la historia). Este singular onanismo corona una gran noche para la Hathaway, después de bailar y cantar con Hugh Jackman en su musical sobre Frost/Nixon. Me he hecho fan de esta mujer. Para estos eventos, tiene tanto tino como la Meryl.

f) Heath Ledger gana póstumamente y a todos se les asoma una lágrima en el ojo. La familia estuvo contenida y muy correcta. Me dio pena de los otros cuatro nominados, a decir verdad, puesto que son todos muy buenos y se merecían igualmente el premio. Robert Downey Jr. no recibe, precisamente, un elogio, pero a él eso se la suda, evidentemente.

g) Brad Pitt es mortal y envejece. Ese contrapicado no le hizo ningún favor.

Por lo demás, mi quiniela falló al pronosticar un nuevo idilio de la Academia con el holocausto judío. ‘Slumdog millionaire’ se llevó ocho Oscars, la mayor parte importantes, Danny Boyle se lo pasó como un enano y todo el mundo parecía encantado con la gran noche india. Ya he hablado de la película y de lo que me parece. Me alegro del merecidísimo premio al mejor montaje y creo que la música de A. R. Rahman también ha sido una digna ganadora. Personalmente, me quedé con la espinita de que ‘Milk’ diese la sorpresa, teniendo el Oscar al mejor guión original y el de mejor actor en su haber. Única y exclusivamente por el gran hacer de Gus Van Sant y por la increíble diferencia que existe entre su cine y el de sus compañeros de nominación. Las únicas sorpresas (agradables) de la noche fueron en las categorías de película extranjera (ganó la japonesa, ‘Departures’, conmoción general y maravilloso discurso) y vestuario (‘The duchess’). El resto del camino fue llano y soleado.

No me congratula:

a) El exhibicionismo de Dustin Lance Black. Matizo. Seguro que ser homosexual en Texas no es una experiencia a la que me gustaría apuntarme, aunque podría ser mucho peor. Su discurso me produjo emociones contradictorias. Nunca sobra un recordatorio del daño inmenso que hace la homofobia al mundo, mucho menos en un espectáculo multitudinario como los Oscar, pero no deja de parecerme un poco estrecho de miras. Al fin y al cabo, ¿qué está sucediendo en Estados Unidos? ¿Un grupo de ignorantes se niega a votar a favor del matrimonio gay? Bueno, el matrimonio está muy bien, desde luego. Quién sabe, a lo mejor yo también me caso, si me dejan, y si no me dejan también, faltaría más. Pero todavía te pueden colgar por ser gay en muchas partes del mundo. Se puede mirar más allá de Texas, y de California. Dicho lo cual, me alegro por Lance Black, su aparición cumplió con la cuota de incorrección aceptada y estoy seguro de que, al igual que el resto de nominados, ha escrito un guión excelente.

b) Kate Winslet. Matizo. La prefería cuando no luchaba desesperadamente por el reconocimiento. Daba la impresión de que, si ella no se llevaba su Oscar a la sexta nominación, se cometería un agravio contra su persona. Y no es así. A Richard Burton nunca le dieron nada, y estuvo nominado siete veces, y ni falta que le hizo, porque sus películas están ahí, y hablan de lo grande que fue. Estar por encima de estas cosas te hace muchísimo más atractivo.

c) Los niños de ‘High School Musical’ y ‘Twilight’. No creo que tenga que explicarme al respecto.

d) Sarah Jessica Parker y Daniel Craig como la pareja de presentadores más desastrosa y peor vestida en años. He de decir que proferí grandes carcajadas con ambos.

e) El vídeo de Jerry Lewis besando cabezas de niños. Apestoso.

Me congratula:

a) Hugh Jackman. Las pocas bromas que hizo no tuvieron gracia, así que las cortó a tiempo y cedió el humor a gente más capaz, como Tina Fey, Steve Martin o Ben Stiller. Cantar y bailar se le dio mucho mejor y, como gran enamorado que soy del musical, he de decir que sus dos números fueron maravillosos, me llenaron de nostalgia y contagiaron la gala de esa especie de ilusión naïve que siempre se espera de Hollywood. Creo que ha presentado una de las mejores ceremonias que he visto. Además, una compañera de Costa Malabari, altamente graciosa y perspicaz en lo que a Oscars se refiere, me hizo llegar un rumor que relacionaba al hombre más atractivo del planeta con los baños públicos. Que sí, que sí, que lo vio un amigo de un amigo de un amigo. En fin. Hugh Jackman es todo un bribonzuelo, qué duda cabe.

b) El vídeo protagonizado por James Franco, el otro rompecorazones de la velada. Como repaso de los mejores momentos cómicos del año, no tiene precio, sobre todo si esos momentos son los clímax dramáticos de ‘Doubt’ y ‘The reader’, ante los que Franco se descojona vivo. Eso es sentido del humor, leches. Es memorable cuando invita al director de fotografía Janusz Kaminski a sentarse con él y le pregunta si ese Oscar que tiene consigo es una pipa de fumar marihuana. Muy divertido.

c) Mickey Rourke. Sentado en primera fila, con sus gafas de sol, sus labios maltratados de Botox y su mano temblorosa. Como juguete de la industria al que ésta recoge durante un breve lapso de tiempo para hacernos llegar su mensaje de redención y culpa, ha cumplido con creces.

Y esto es todo. No da más de sí. Nuevamente, los Oscar nos muestran un barómetro de los valores imperantes que el Primer Mundo busca para legitimarse a sí mismo. Y como espectáculo, no ha sido tan aburrido como cabría esperar. Será difícil de superar esta sesión surreal de glamour y jungla, así que saludo desde aquí a mis antiguos compañeros de andanzas y me despido con una tormenta de cine y lujo en mi cabeza. Después de los Oscar, siempre es difícil volver a pisar tierra.

Sergio. 23/02/09.

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