miércoles, 4 de marzo de 2009

XXXIV. Cotarros del 5x06 y el 5x07 de ‘Lost’.


Volvemos a las andadas. Han pasado dos semanas, dos nuevos episodios, y muchas cosas que contar al respecto de los mismos. Así que…

¡ATENCIÓN! ¡SPOILERS PARA QUIEN NO HAYA VISTO

LA QUINTA DE ‘LOST’!

En la primera temporada no era muy fácil adivinar otro protagonismo alternativo al de Jack Shephard, el bello y valiente doctor de pelo en pecho y pasado traumático. Kate, por desgracia, ha sido reducida muchas veces a mera comparsa suya, y Sawyer ha entrado, de lleno, en el cajón de los secundarios. Pero en los últimos minutos de ‘Exodus’, aquella ya mítica season finale, el liderazgo espiritual de John Locke ya proponía una alternativa al pragmatismo y la incredulidad de Jack. Cuando la cámara desciende por la escotilla, dejando en suspenso esos dos rostros tan distintos y, en el fondo, tan inevitablemente unidos, los creadores de ‘Lost’ ya nos ofrecían en bandeja el verdadero leit-motiv de su criatura: ciencia versus fe, un debate que apasiona en los foros dedicados a esta serie ejemplar. ‘Lost’ es, cada vez más, una historia religiosa, y mantener su ritmo ha exigido, por parte de muchos espectadores esparcidos por el globo, un ejercicio de fe. Ahora que el camino empieza a despejarse de cara a una última temporada, muchas de estas primeras impresiones se afianzan en un díptico dedicado a las ‘dos caras’ de la isla (con el permiso de una tercera, usurpadora, maligna, la de Benjamin Linus): Jack, en ‘316’ y Locke en ‘The life and death of Jeremy Bentham’. No hay acción desbordante en ninguno de estos dos capítulos, ni tampoco son lo que uno se espera de unos episodios centrado en estos personajes (los primeros de la quinta temporada en estar, ‘realmente’, centrados en alguien, y puede que no sean los últimos); sin embargo, creo que son los dos mejores, hasta el momento, por su capacidad de crear un punto de inflexión tan impactante como sutil.

‘316’ hace referencia al vuelo que cogen los Oceanic Six destino Guam, y a una página concreta del Ulysses de James Joyce, la lectura escogida por Ben para pasar el rato mientras el avión en el que viaja entra en una dimensión desconocida. Buena elección, sin duda. No sé qué escribió Joyce en esa página, pero tal vez alguno de vosotros pueda aclarármelo. La otra gran referencia al mundo del arte también viene de la mano de Ben, el más exquisito de los malvados, cuando se sirve de la reproducción de un cuadro de Caravaggio para contarle a Jack el pasaje evangélico de la incredulidad de Tomás ante la resurrección de Cristo. Creo que el símil entre esta resurrección y la de Locke / Christian Shephard es demasiado obvia, pero la secuencia está hecha con mucho gusto.

Jack necesita varios impulsos para dar su salto de fe, el cual pasa por tomar un vuelo que, supuestamente, le llevará de vuelta a la isla, y recrear la situación original en la que fue llevado allí en primer lugar, disfrazando el cadáver de Locke como última y genial extravagancia. ‘316’ habla de esa evolución importante en la personalidad algo obtusa del doctor, pero sorprende más por sus ingeniosas omisiones y sus preguntas en el aire, es decir, por qué Kate abandona a Aaron, quién le dice a Hurley que coja ese avión y cómo sale de la cárcel, qué carajo hace Sayid detenido y qué ha hecho Ben para estar ensangrentado en mitad de un muelle lleno de veleros muy parecidos al de Penelope Widmore. En fin, volveremos muchas veces a este capítulo gracias a los flashbacks. Pero la sensación, después de verlo, es bastante descorazonadora.

Siendo un poco más analíticos, ‘316’ es un capítulo muy bien realizado, con escenas espléndidamente coreografiadas como la de ‘El faro’, en la que Eloise Hawking, percalera como ella sola, se pone a explicar cosas entre péndulos, ecuaciones y otras chucherías; o secuencias donde la cámara cobra una sorprendente movilidad, como la aparición de Kate en casa de Jack y la escena del posterior desayuno. (Qué tétrica y angustiada parece Kate, se está convirtiendo en un personaje muy cínico). Por supuesto, el comienzo del capítulo ya da un salto de gigante con respecto al punto en que nos dejó ‘This place is death’, y nos regala un gran homenaje al famosísimo arranque de la serie con un paralelismo formal muy emocionante. El último tercio, en el que la música de Michael Giacchino vuelve a dar emotividad a ese avión casi vacío, nos deja también una serie de rostros compungidos y expectantes para el recuerdo. La pregunta que hay que hacerse ahora es: ¿cuándo están? Jin, con su uniforme ‘Dharma’, puede tener la respuesta, o no.

He de decir que Mathew Fox, aun siendo un actor de registros limitados, acostumbrado a interpretar su rabia - pena - dolor - alegría - aburrimiento - contemplación de la misma manera y con los mismos tics en distinto orden, es un icono fundamental para el disfrute de la serie y está bastante correcto. Me gusta mucho cómo se enfrenta a Kate y a John, aunque no le resulta nada fácil aguantarle el tipo a Ben, que se lo suele comer siempre con patatas. Los guionistas tampoco le ayudan mucho, y eso que es el protagonista, o uno de los protagonistas. Ahora… hay dos cosas que no entiendo. ¿Qué papel pinta el abuelo de Jack, del que no teníamos noticias hasta ahora, más que para darle unos zapatos? ¿Volverá a aparecer en la serie? ¿Viaja también en el 316 y no lo sabemos? ¿Y por qué Ben dice que su madre le enseñó a leer si su madre murió al darle a luz? ¿Humor negro, o sólo un despiste? En otro orden de cosas, soy fan de Hurley, nuevamente, cuando compra setenta y ocho billetes sabiendo que salvará bastantes vidas con ello, y de nuestra carnicera bollera, cuando le pregunta a Jack ‘What’s in that bag?’, a lo que se contesta ella misma, con una vena psicótica maravillosa, ‘Sorry’.

‘The life and death of Jeremy Bentham’ es un episodio inesperado, extraño, profundo y memorable. Posiblemente el más especial, en mi opinión, de toda la temporada, aunque habrá más y mejores, espero, y en él los creadores de ‘Lost’ nos ofrecen otra gran secuencia, cortesía de los inmensos Locke y Ben: el suicidio-asesinato del primero. Hay pocas cosas que no me hayan gustado de este capítulo, entre las que se encuentran las incongruencias que parece haber en los dos encuentros que tiene Locke con Walt y Kate, respectivamente, ya que en ningún momento le da su nueva identidad al primero (recordemos que él habla de Jeremy Bentham cuando va a ver a Hurley a Santa Rosa), ni tampoco se comporta como un loco con la segunda, a pesar de que ésta parecía muy enojada cuando Jack le enseña su esquela. Estas dos secuencias, inesperadas y breves (sobre todo la segunda, realizada en un simple plano-contraplano), nos dejan con ganas de más, sobre todo al ver que Walt no parece echar mucho de menos a su padre después de tres años de silencio. Sin embargo, es emocionante que Locke decida no reclutar al chaval a la salida del instituto. Un gesto que le ennoblece y que me dejó bastante perplejo.

El director de esta séptima entrega es Jack Bender, el mejor de todos los realizadores de ‘Lost’, autor de ‘The Constant’ y de todas las season finale de la serie. No se puede pedir un episodio mejor dirigido. Las secuencias de acción son muy complicadas y están ejecutadas con nervio e inteligencia, así como las escenas más intimistas, en las que la dirección de actores y el tratamiento de la atmósfera son prodigiosas. Pienso en la intervención médica en Túnez, en el sorprendente asesinato de Abbadon o en la larga e intensa agonía de Locke a manos de sí mismo y, cómo no, de Ben, en esa habitación de hotel. Asimismo, la iluminación expresionista, que va desde la luz cegadora del desierto hasta las tinieblas de Los Angeles, contribuye enormemente a hacer de ‘The life and death of Jeremy Bentham’ uno de los logros estéticos más evidentes que yo recuerdo en esta serie. Por otra parte, el guión corre a cargo de Damon Lindelof y Carlton Cuse, los dos mandamases creativos del mito isleño. Gracias a ellos, podemos adelantar en boca de Charles Widmore que habrá una guerra en la isla, es decir, una más que probable traca final para la serie que podría ocupar casi toda la última temporada o empezar al final de ésta. Lo que no tenemos claro, todavía, es quiénes son los buenos y quiénes los malos, aunque nuestro corazón nos diga que, posiblemente, Ben Linus sea el malo más malo de todos los malos. Jack y Locke, especialmente éste último, son constantemente manipulados por estos dos entes, bien y mal, tal y como le dijo nuestro calvo favorito a Walt en el episodio piloto, sirviéndose de dos fichas de backgammon, una blanca y otra negra. Y metámonos más de lleno en Locke.

John es el personaje que más sufre en ‘Lost’. Su suplicio no se puede comparar al del resto: abandonado al nacer, maltratado por una familia adoptiva que no le quiere, deprimido durante casi toda su vida, engañado vilmente por su madre y padre biológicos, que le roban un riñón y le hacen creer que le aman, abandonado por la única mujer a la que quiere y que le corresponde, ninguneado en un trabajo donde no le respetan, empujado por su progenitor desde un octavo piso, caída que le ocasiona la rotura de su columna vertebral y que le deja en silla de ruedas, brevemente feliz en una isla donde puede realizarse a sí mismo pero en la que también es manipulado, humillado y tiroteado, de vuelta a la realidad y de vuelta a una silla de ruedas por culpa de una dolorosísima fractura, angustiado al darse cuenta de que no tiene a nadie en la vida y de que sus únicos amigos nunca se irían con él a ninguna parte, víctima de una accidente de coche que le lleva de nuevo a un hospital y, desde allí, a una horca improvisada, donde un último y fatal golpe le espera: su némesis, Ben Linus, le disuade para que no se suicide y, acto seguido, después de conseguir la información necesaria, le mata él personalmente en un ejercicio asombroso de crueldad. Uf. Sí, a John le han pasado bastantes cosas malas en la vida. Y es por eso por lo que, en el fondo, queremos creer, como él cree, que un ‘viejo solitario que chocó en una isla’, tal y como le dice Jack, puede llegar a ser especial y liderar una importantísima lucha. Arriba los lisiados. ¿Es Locke el elegido? Todo parece indicar que sí. Pero, mientras Jack gana en fe, John la pierde por completo al abandonar esa isla que tanto quiere. Por suerte, el capítulo empieza con su maravillosa resurrección, saliendo de una especie de mortaja, al lado del fuego. Si la frase favorita de Jack es ‘Mi padre está muerto’, la de John es ‘Mi nombre es John Locke’.

(Nota: como curiosidad, J.J. Abrams, creador original de ‘Lost’ como formato, dijo que John Locke había sido el único personaje escrito expresamente para alguien, es decir, para Terry O’ Quinn, actor con quien ya había trabajado en esa cosa llamada JAG: alerta roja. Esto puede explicar su relevancia en la serie y el mimo especial que se le tiene en los guiones. El capítulo que nos ocupa es todo un festín a su persona).

La interpretación de Terry O’Quinn es soberbia. Dotado con un buen arsenal de registros, tenemos aquí a un actor bastante distinto a Mathew Fox: conocemos a un Locke tierno, místico, y a un Locke amargado y gris, como éste que malvive fuera de la isla, intentando encontrar el estímulo para seguir vivo sin conseguirlo. No obstante, los dos actores congenian muy bien cuando tienen que trabajar juntos, aunque no sea comparable a la feliz comunión de O’Quinn y Michael Emerson. Su genial encuentro nos trae reminiscencias de ‘The man from Tallahasee’ o ‘The man behind the curtain’, esos dos grandes vis-a-vis de la tercera temporada. Emerson dota a su personaje de una psicosis insólita en su terrorífica despedida ante el cadáver ahorcado de John (una de las imágenes más oscuras y más bellas de ‘Lost’). ¿Qué más podemos pedir a semejante personaje? Mete miedo, sin duda. Su magistral juego mental adorna una escena de traición de inspiración religiosa, gracias a una dirección que intenta emular la Crucifixión mediante un uso iconográfico de la puesta en escena. Se me acaban los adjetivos para este momento antológico. Me quedo con Locke tirando el teléfono móvil a la papelera y, soga al cuello, diciendo ‘I can’t lead anyone’ (a pesar de que la gran frase del episodio sea ‘Pásame una viga, necesito terminar este tejado’; gracias, Sayid, por hacer cosas tan raras).

En fin, más capítulos como éstos y me voy a volver loco. Después de mi día ‘Lost’, intentaré volver a mis ocupaciones diarias. Finalmente, el parón vendrá después del octavo episodio, pero, a no ser que éste sea la crème de la crème, no haré más comentarios hasta el noveno. Hay que dar espacio a otras obsesiones igual de espléndidas. Dulces sueños.

Sergio. 27/02/09.

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