miércoles, 28 de enero de 2009

XX. La mosquitera.


‘La mosquitera’ es un buen título para un drama psicológico bajo un sol abrasador, una película de terror claustrofóbica o una trilogía bergmaniana sobre el silencio de Dios. Como mi vida, actualmente, es un poco de las tres cosas, me lo adjudico para este post. Comparto con vosotros los derroteros insospechados que está tomando mi guión en este (a ratos, insufrible) momento de página en blanco.

a) Drama psicológico.

Danny Boyle ha dicho que India (más concretamente, Mumbai) es un lugar perfecto para el drama. Sentencia frívola, desde luego. Yo diría, más prudentemente, que es un lugar perfecto para la ficción. Es por eso por lo que la idea de hacer un documental va haciendo aguas de forma insistente. En primer lugar, porque del theyyam quiero coger algunas cosas, pero no todas; es decir, no me subyuga hasta el punto de querer hacer un estudio etnográfico y cultural exhaustivo, lo cual dejaría en evidencia mi torpeza en estas lides; creo que tengo una mente dispersa, apta para otro tipo de creatividad. En segundo lugar, porque no puedo dejar de inventar historias y diálogos entre personajes y la naturaleza, personajes entre sí, personajes en la soledad de sus cuartos con mosquitera, resguardándose del calor, persiguiendo obsesivamente con la mirada el discurrir de los insectos… Fantástico. Hay tantos y tan diversos estímulos que la ficción gana por goleada. También adivino bastantes formas de afrontar la introspección, la comunicación no verbal, los pensamientos más abstractos. Por supuesto, la guinda del pastel sería un buen estallido de violencia irracional, muy presente en este entorno a juzgar por los desprendimientos de cocos sobre cabezas poco prevenidas y por los rugidos nocturnos de las bestias.

(Nota: la política también es bastante virulenta, al parecer. En Kerala gobierna el partido comunista, como se puede comprobar al ver hoces y martillos de neón anaranjado colgando de palmeras como Cristos iluminados en medio de la jungla. El compromiso político de los locales es directamente proporcional al nivel de corrupción y caciquismo. Vamos, que si algo funciona en este estado es el excelente sistema educativo, que prepara a la gente para hacer dinero fuera de India y no tener que volver a pisar estas tierras extremas y mal gestionadas por una política demagógica y, a menudo, incluso criminal).

b) Terror claustrofóbico.

La noche se cierne sobre Malabar a las seis y media de la tarde. Lo que por el día era un radiante laberinto de senderos polvorientos, por la noche es algo indescifrable, un lugar prácticamente irreconocible. Coros de bichitos cantan a las estrellas y las sombras erguidas y siniestras de las palmeras se distinguen en el cielo. Nada más. La gente saca sus linternas y se mueve sigilosamente por la selva, como fantasmas. Peor es encontrarse con alguien que se conoce el camino y que, sin previo aviso (porque tampoco hacen ruido al moverse, como las panteras), se te aparecen de frente con sus turbantes y sus cuerpos huesudos. Si le añadimos al cóctel el sonido habitual de los tambores, la llamada a la oración, alguna música o cántico extravagante producido por a sabér qué y todo un sinfín de sonidos más, la oscuridad se hace mucho más excitante. Escribir y filmar la noche tropical es un misterio tan apetecible como el sexo (como estoy a dos velas, tengo que hacer este tipo de símiles). Por eso también me apetece dar giros esotéricos a mi historia: encuentros en la tercera fase, vivencias ultraterrenas, situaciones crípticas con paisanos de mirada penetrante y pocas palabras… Todo eso está, de una manera u otra, al alcance de la mano.

Evidentemente, es la posesión espiritual lo que más me atrae del theyyam y la única justificación posible para su inclusión en un futuro guión cinematográfico. De hecho, desde que estoy abriendo mi mente a la supuesta irracionalidad de las posesiones, veo en ello un campo todavía inexplorado por el cine no comercial (ya sabemos todos en que degeneró ‘El exorcista’, película bastante degenerada de por sí, no por los vómitos verdes sino por su insultante catolicismo). La idea de que podamos albergar distintas personalidades y fuerzas en nuestro interior, voces que nos escogen o que invocamos para que se manifiesten en nosotros, la posibilidad de tener experiencias en niveles alternativos de conciencia, y la necesidad de plantear un tratamiento que se desligue parcialmente de la esquizofrenia, componen una línea argumental de infinita seducción. Cómo no, todo esto coquetea con el terror, implícita o explícitamente, algo que no me molesta lo más mínimo.

c) El silencio de Dios.

Ingmar Bergman, con la excepción de Dreyer en ‘Ordet’, es el único que ha podido filmar a Dios a través de su ausencia, gracias a su fe y gracias, también, a su angustia al saberse solo y deshabitado. Karin, protagonista de ‘Como en un espejo’ (1961), siente a Dios dentro de ella, de una forma inequívocamente sexual; no en vano, en un momento de la película acabará definiendo a Dios como una araña negra y peluda que la penetra. La ambigüedad sobre el estado mental de Karin, puesto en relieve a través de la ignorancia y la podredumbre moral de sus familiares, permite a Bergman tratar temas tan delicados y tan unidos entre sí como la religión, la escenificación y la posesión. Para mí, funciona como el referente perfecto, temático y visual. Tanto, que incluso me estoy permitiendo la provocación estética de imaginarme la película en blanco y negro, con lo importante que es el color para este país y, por supuesto, para el theyyam.

La idea es ésta: un hombre de treinta y tantos, español, seminarista, que abandona su pueblo castellano para adentrarse en un mundo más tolerante y más íntimo en su convivencia con la religión porque él, durante toda su vida, se ha sentido poseído por distintas fuerzas y quiere ser capaz de dominarlas, entenderlas y, finalmente, extirparlas. De ninguna manera lo va a conseguir; es el viaje a través de los rituales theyyam y todo lo que sucede mientras tanto lo que importa realmente. Sería interesante que el espectador pudiera intuir una base en este personaje pero que nunca estuviera seguro al cien por cien de quién es exactamente en cada momento ni de quién está tomando su cuerpo, originando así todo tipo de situaciones extrañas, estimuladas por la naturaleza salvaje del entorno y por personajes secundarios sin forma definida (tengo algunas ideas pero ninguna lo suficientemente fuerte, todavía). Es, ante todo, una historia de fe. Pero también me encanta la posible fusión de géneros en los que, cómo no, también se integra el documental, en lo que respecta a las secuencias que tienen que ver con el theyyam. Filmar una ceremonia debe ser, no obstante, todo un reto, porque los sacerdotes suelen ser personas malencaradas y oscuras y la decisión última sobre la puesta en marcha de un ritual no previsto por el calendario lunar la tiene, cómo no, el dios. Es decir, que si Siva / Vishnu / Kali quieren, hay película; si no, no. Tiene gracia.

(Nota: Kurien me ha pasado, recientemente, un vídeo casero sobre otro ritual de posesión que tiene que ver con la invocación de los dioses-serpiente. Mucho más relacionado con el vudú, y de carácter marcadamente sexual, la familia que organiza la ceremonia se convierte en serpientes humanas que se restriegan por el suelo y danzan de una forma terrorífica. Verlo para creerlo. Es muy raro ser testigo de algo así; más raro todavía, filmarlo. Ya le dije a Kurien que, en el momento en que se entere de algo así, me traslado adonde haga falta. Menudas imágenes).

Bueno, en esto ando metido. Cuando tenga unas cuantas páginas escritas, un primer acto más o menos convincente, me daré un viajecito hasta Kochi, Hampi, Bengaluru o a alguna reserva natural de los alrededores (según Lonely Planet, si Kerala es el paraíso, sus reservas son el jardín del Edén). Lamento, nuevamente, no tener fotos ni videos que ofreceros, tal y como prometí. Soy un hombre primitivo y anti-tecnológico, y una cámara me costaría mucho dinero ahora mismo. Pediré a alguien que me haga alguna instantánea cotarrera. De cualquier manera, aunque no podáis verme, mi salud es excelente, la comida es deliciosa y la providencia todavía no ha querido dejarme maltrecho en un accidente de tráfico. A pesar de lo temerarios que son, es increíble ver cómo nunca tienen accidentes. Eso sí, cuando vengáis a India no consideréis la idea de alquilar un coche; os podéis arrepentir seriamente. Dejad que os lleven, aunque cueste un poco más. Yo os recibiré con los brazos abiertos y un loto en cada mano. De hecho, mi situación para recibir visitas, de ahora en adelante hasta el mes de mayo, es excelente, sin monzón ni leches y con habitaciones disponibles para todos. Queda dicho.

Sergio. 27/01/09.

No hay comentarios: