miércoles, 21 de julio de 2010

156. Vida y muerte de Ismael.



Antes de viajar escribí una cosa que empezaba con
‘Soy Ismael, estudié tal y cual, hice tal y cual, conseguí tal y cual, fracasé en tal y cual’
todo muy inspirado y con la esperanza de conseguir catarsis, claridad.
Pero no hay catarsis en la vida.
A veces la tristeza muda los contornos de los árboles y pone otros
pero eso se olvida o degenera y luego muere contigo.
Eso no es catarsis, es vida manifestándose como se manifiesta la lluvia.
Ni siquiera hay catarsis en el sexo que no pueda ser comparada con el redoble accidental de una silla contra la mesa o el cierre de un cajón.
No conseguí aprender nada de mí mismo
sólo asustarme por algo que ni siquiera había sucedido al margen del sueño.
Para que me entendáis, hay una propensión en mí a usar la imaginación para contar historias.
Esas historias cogen cuerpo de la nada porque no hay nada que contar.
Haciendo espectáculo de mí mismo, vacío fácil y comprensible para el artista, y poniendo en escena lo que nunca tendría el valor de decirle a mi amigo a mi amante a mi padre a Dios
(cuando ni siquiera hay nada que decir)
descubrí lo fácil que es construir mundos con las palabras correctas y recibir a cambio más palabras que como condones retienen el entusiasmo.
Creí ser bueno. Creí en la importancia de eso.
Y cometiendo crímenes llegué al momento de la huída y como esa huída debía justificarse la justifiqué con más palabras que empezaban tal que
‘Soy Ismael, jugué a tal y cual, rompí el corazón de tal y cual, traicioné la confianza de tal y cual’,
y con la catarsis frustrada huí y hoy no observo nada de lo que ha pasado con dulzura, no puedo.
Porque en el fondo ése ha sido el problema.
Que contar historias te induce a contarte a ti mismo.
Que contarse a uno mismo es hacerse inexistente.
Y todo lo que no existe tiene objetivos muy claros.
Confundí catarsis con objetivo.
Mi objetivo era trascender.
Y a pesar de escribir esto por los motivos equivocados
a veces, por suerte, también vivo.


Ismael. 18/07/10.

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