lunes, 11 de mayo de 2009

LVIII. Así que quieres trabajar en India, ¿eh, tunante? (Parte II).


Si la primera parte de mis pesquisas laborales fue infructuosa, la segunda está resultando humillante. Menos mal que existen canciones que te alegran la hora de la cena, como ‘¿Qué me has puesto en el café?’ de Riccardo del Turco. No hay un tema musical que le pegue peor a esta ciudad, y por eso me gusta tanto.


¿Mas tú qué has puesto en el café

que desde que me lo tomé

como una extraña sensación

en mi noté?

Si es un veneno moriré,

mas junto a ti no sufriré

pues el amor que me faltaba, lo encontré.


Antes de volver al Mumbai Inferno decidí hacer una parada previsible en Kannur para asistir a la boda de la hermana de Kiran. Quería aparecer por sorpresa, pero en los pueblos todo se sabe, y cuando llegué al cotarro ya todo el mundo me esperaba. ¡Maldición! Está claro que los integrantes del Teto’s Brothers Club, cuando no trabajan, están preparando una boda. Es de ellos de quien depende el éxito de la misma, en última instancia, porque la familia de la novia estaba demasiado engalanada y ocupada en agasajar a la familia del novio. Benditos vecinos. Hay que ser un gran amigo para levantarse un domingo a las ocho de la mañana y ponerse a cocinar arroz para doscientos. Pranath, la hermana de Kiran, guapísima con cada uno de sus cuatro saris nuevos, no me quitó el ojo en toda la velada, y eso que no era conmigo con el que se estaba casando. No voy a poder olvidar su rostro apenado cuando la ceremonia y el almuerzo concluyeron. La pobre Pranath se tuvo que subir a un autobús atestado, con toda su nueva familia política, con un hombre (su marido) al que apenas conocía, y abandonar el hogar familiar sin que su madre ni sus hermanos se dignasen a despedirla. Es muy sorprendente esta falta de sentimentalismo. La amistad masculina y los lazos comunales son mucho más importantes, por ejemplo. Todas estas cosas me plantean muchas dudas, y no sé si es que mi percepción está muy viciada o es que la suya es muy limitada. Ambas cosas, seguramente, se confabulan. Antes de que mis amiguitos me volviesen loco con el brandy y con sus bailes, me escabullí a Costa Malabari y dormí como un ceporro. A la noche, vi el cricket con Linu y Manoj, un indio muy risueño que se trajo una botellita de licor de kaju. Kurien no estaba, y tampoco había huéspedes, lo que significó tener la casa para los tres. Lo pasamos muy bien, hasta que la mujer de Manoj llamó por teléfono y le echó la peta al susodicho. Menos mal que ya habíamos acabado la botella.


Y luego llegó el viaje en tren a Mumbai, lo que significa el punto de partida de un descenso al averno. Para empezar, mi reserva se la pasaron por el forro. No hay sitio para ti, tienes que sacarte otro billete e ir en el vagón delantero. El vagón delantero consta de cuatro asientos mal puestos, dos letrinas malolientes y muuuuchas personas amontonadas las unas sobre las otras. A punto estuve de no disfrutarlo, porque el tren se largaba sin mí después de que los revisores me mareasen durante media hora. Fue muy divertido ver cómo muchos hombres me ayudaban a subir las maletas desde el andén al interior del tren en marcha. De traka. Luego vinieron las veinte horas en el vagón delantero, a lo largo de las cuales acumulé un nivel cuantioso de suciedad. Las imágenes de la gente durmiendo en ese lugar no tienen descripción. Sólo diré que había que ser muy listo para poder hacerse con una postura de mínimo descanso, y yo no lo fui. Para la próxima.



Lo primero que hice en Mumbai fue ir al Consulado Español, ése que inauguró Esperanza Aguirre antes de que tuviera que pisar charcos de sangre en su camino hacia el aeropuerto. Allí me mandaron a una Oficina de Comercio, donde conocí a varios españoles y españolas, encantados de recibir a un nuevo compatriota. Uno de ellos es asturiano, ultra-cristiano, y detesta Mumbai: la única solución para esta ciudad es derrumbarla entera y hacerla de nuevo. A todo esto, ni siquiera había visto la estación Reina Victoria, y eso que ya lleva más de dos meses aquí. Al resto se les puede cortar más o menos por el mismo patrón. Me dieron alguna indicación útil y descorazonadora, como que los alquileres son carísimos y que conseguir trabajo por mi propia cuenta es una misión imposible, pero nuestros intentos de hacernos coleguitas fueron un poco extraños. A ellos les resulta difícil entender que yo haya vivido con indios durante tres meses; a mí me resulta difícil entender que ellos se aíslen en su barrio pijo del suburbio de Mumbai y se quejen de que la señora de la limpieza no les entregue la colada a tiempo. Ese tipo de conservadurismo es el peor, más viniendo de unos becarios.


Mis primeras visitas a las productoras fueron surrealistas. En Mumbai están locos por el dinero, y la gente del cine no va a ser menos. En la Indian Motion Pictures Producers Association todo pasa por hacerse socio, lo cual cuesta de cuatro a cinco mil rupias. Yo les dije que no tenía ese dinero. ¡Qué escándalo! ¿Cómo quieres hacerte socio si no tienes dinero? ‘Pero es que yo no quiero hacerme socio de nada, sólo quiero información sobre…’ Cuando me di cuenta, varias puertas se cerraron a mi alrededor y, solo en un pasillo, traté de meditar sobre lo que acababa de pasar. No tenía sentido. Todo había sido como un diálogo entre Alicia y La Reina Blanca. En otras productoras no fueron mucho más amables. ‘¿Qué vienes a hacer aquí? ¿No podías haberte quedado en España? Allí todo es mucho más fácil para ti. Pero vienes aquí, no conoces el idioma, no tienes referencias… seguro que tus padres te están pagando todo esto…’ Los indios son muy entrometidos y no hay que enfadarse mucho cuando hablan con tanta ligereza de tu vida… pero esto era como para atarse una piedra al cuello y tirarse al mar Arábigo. Ciertamente, tengo todas las de perder en el mundo del audiovisual indio. No deja de ser bastante lógico. Por eso es mejor hacerse con un curro secundario, dentro de lo posible, hasta que pueda conocer a gente con el paso del tiempo. No me importa, porque yo también tengo que madurar en muchos aspectos, y mis historias tienen que beneficiarse de ello.


La última gracia fue caer enfermo después de acomodarme en un hotelucho algo mejor que los albergues de Colaba. La fiebre me subió prodigiosamente, y ver el canal de cotilleos de Bollywood no me hacía sentirme mejor. Empecé a delirar y a pensar en la fiebre porcina y en mil cosas más, así que me fui al hospital. Nueva odisea. Todos los hospitales estaban de vacaciones, menos uno, el más prohibitivo, oscuro y rancio de todo Mumbai, donde me desnudaron y me pusieron en una camilla. Cuando me estaban inyectando sondas y pegándome cosas en el pecho, reaccioné: ‘perdón, ¿podéis decirme por qué me estáis hospitalizando?’ La enfermera se dirigió a otra enfermera que escribía cosas tras un mostrador. ‘Quiere saber por qué está siendo hospitalizado’. La enfermera del mostrador respondió algo en hindi, la muy hija de perra. Luego se acercó a mí y me hizo todo tipo de preguntas ridículas sobre mi vida mientras me preparaba un cardiograma. ‘¿Quién va a responsabilizarse de todo esto?’ me espetó. Empecé a temerme lo peor. A mi lado, una vieja gritaba con desconsuelo y yo no hacía más que ver tubos y jeringuillas por todas partes. ‘Yo ya no salgo de aquí, y encima mis enfermeras están como dos putas cabras’ pensé. Al poco, llegó el señor doctor, al que intuyo que le habrían sacado de su casa para verme. Yo le expliqué que sólo quería que me recetasen algo para la fiebre, que no había pedido ser hospitalizado y que si tenía algo grave, que me lo dijera. El hombre me tranquilizó, y yo me tranquilicé, hasta que llegó al tema de la pasta. En ese momento, di un brinco y por poco me quito la sonda yo mismo. Pero si cuarenta mil rupias es barato… ya verías lo que te iban a cobrar por esto en América… A mí me daba igual la sanidad americana en ese momento. De cualquier manera, no pude librarme de pagar algo, y parece que la cifra fue improvisada a tenor de los billetes que llevaba encima, los cuales habían sido cuidadosamente contados por la enfermera del infierno. Vamos, que me dejaron lo justo para coger un taxi de vuelta al hotel. ‘No pagues más de cincuenta rupias para ir al centro’ me dijo la tía, ‘los taxistas te estafan; el hospital, no’. Seguro que no. Conseguí mis recetas y mis facturas y salí corriendo y cagándome en todo. Lo bueno es que podré echar mano del seguro que contraté antes de iniciar el viaje. Lo malo es todo lo demás. Y la fiebre tardaría dos días más en disiparse.


Estas son algunas de mis aventuras en Mumbai, la ciudad más desconcertante en la que he estado nunca. Mi futuro inmediato está vinculado a dar clases de español, y ya puestos, me encantaría hacerlo en Calcuta, y no aquí, pero no voy a tener tanta suerte como para escoger la ciudad. Os seguiré narrando. Ah, y no tengo la fiebre porcina. Sólo una consecuencia natural de la vida por estos lares. Salud.


Sergio. 11/05/09.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cielos, no se si podría soportar la odisea febril en un hospital de Mumbai y encima pagar por ello.
Ánimo y mucha suerte cerecita de caca, que estoy alucinando con tus andanzas y tu capacidad de tirar p´alante.
Por cierto, confirmame si tengo tu mail correctamente, porque empiezo a pensar que te caigo mal.

Besos de Ele, Ana y Nuka :)

Anónimo dijo...

Carapedo!!
Acabo de leer tus historias de vida atrasadas ya que hacía tiempo que no me metía aquí,tengo que decir una cosa,yo no dije que misskalashnikov era un coñazo, solo que era un tanto extenso.
Por lo demás estamos encantaos de que nos cuentes tu vida, faltaría mas.
Te echamos de menos

PDT1:Te devuelvo los besos, abrazos y recuerdos que me mandaron para ti cuando se enteraron que habíamos hablao en güevos(con gü y no con h)pintos o la fiesta del güevo.

PDT2:Estamos todos bien,La Mori ya tiene barriguina....jejeje

MUA!
BeGo

Anónimo dijo...

El señor X no entiende nuestro humor...
bego

Anónimo dijo...

Ela, no he recibido mails tuyos, quien sabe por que, asi que intentare mandarte uno a tu direccion para ver si recuperamos el feedback...

No me caes mal, bobona...
Nuka tampoco.

Y me acuerdo mucho de ti.

Bego, tus palabras telefonicas me sirvieron de excusa para hacer una autocritica, no te preocupes... Jo, cuando vuelva a veros va a haber muchas cosas distintas, lo pienso y me emociono. Yo tambien os echo de menos y os mando besos.

Sergio.

Anónimo dijo...

ánimo, amigo

limpsey trace, tu amigo el pájaro zambo