viernes, 8 de mayo de 2009

LVI. Jóvenes, cuiden su prestigio.


Escribo desde el Red Salvation Army, un albergue centenario donde un personal que sólo sabe decir ‘Pay rupees, pay rupees’ te trata siempre como si fueras un criminal en potencia. El tráfico del distrito de Colaba entra por las ventanas y se confunde con la música ensoñadora de un serial hindi (la otra afición del personal es ver la tele a todas horas). Mumbai me recibe con esa mezcla inconfundible de opresión y belleza. Es como si París pudiese verse a sí misma al otro lado del espejo: la lucha entre el bien y el mal es encarnizada, y no sé muy bien cómo alguien puede acostumbrarse a esto, día tras día, aunque está claro que no es imposible.

Las odiseas laborales tendrán lugar en otro post. De momento, sólo quiero hablar de películas. Más concretamente, me gustaría comentar mis impresiones ante el incipiente Festival de Cannes y su programación. ¿Por qué? Pues porque mi sorpresa fue mayúscula cuando descubro en la página web del festival que hay tres películas españolas en la sección oficial (inaudito), aunque una de ellas no entre en la competición. Y no son tres películas cualquiera, sino las tres últimas creaciones de los monstruos sagrados de nuestro cine actual: Almodóvar, Coixet y Amenábar. Viendo el resto de la programación, está claro que no puedes ser menos de eso para aspirar a concursar en una sección oficial. El riesgo dejó de ser un criterio hace mucho tiempo, y no sé dónde está la controversia en fichar, hoy en día, a Lars Von Trier y Michael Haneke. Espero que sus nuevas películas sean excelentes, porque de una obra maestra nos vamos a beneficiar todos, pero, ¿dónde está el resto? ¿Sólo vive Asia de las voces de Tsai Ming Liang, Johnnie To y Park Chan Wook? En el caso de que sus nuevas creaciones sean correctas, interesantes, ¿no estaría bien progamarlos en una sección paralela, dejando que la sangre fluya, dando oportunidad a otro tipo de discursos, a narrativas que nos compliquen la existencia aún más? Estoy prejuzgando, con esto, la calidad de todas las prometedoras películas de esta edición. Espero que sean buenas, pero la experiencia nos dice que Alain Resnais dejó de ser un volcán en erupción hace mucho tiempo, por no hablar de Almodóvar. ¿Por qué insistir una y otra vez en los antiguos ganadores, en los nombres una y otra vez asociados al mejor festival del mundo? ¿Es que Cannes quiere precipitarse tan pronto a la decadencia de Venecia y Berlín? El festival, de por sí, ya huele bastante a muerto, pero todavía tiene ecos de grandeza que varían en función del jurado y del programador. Este año, con la elección de Isabelle Huppert como presidenta, la concurrencia de directores de prestigio se redime un poco ante la presencia admirable de esta mujer. A Huppert la amamos por esto


y esto


y por esto


entre otras muchas cosas. Es grande. ¿Qué opinará ella de las nuevas obras de Ken Loach, Jane Campion o Quentin Tarantino?

No sé mucho de la última película de Almodóvar. Mi madre me hizo mucha gracia cuando me dijo que la televisión española se vio bombardeada de imágenes de ‘Los abrazos rotos’, en especial de una en la que Pe aparecía arrastrándose por el suelo. Tengo ganas de ver eso. Pero me temo que no debo esperarme mucho. El caso de Coixet es algo distinto, no por ella, sino por Sergi López, protagonista de ‘Map of the sounds of Tokio’ y uno de mis actores favoritos. De la peli de Amenábar tampoco sé nada. Su título es ‘Ágora’ y la protagonista es la gran Rachel Weisz. Me encantará recibir toda la información y opiniones que tengáis a bien compartir conmigo; estoy harto interesado. La evolución de Amenábar siempre es digna de seguirse, puesto que en él se miran varias generaciones de directores españoles y su influencia, ligeramente impersonal, es alargada, y más comprendida que la de Almodóvar. No soy fan, muchos lo sabréis, pero es un tío interesante, y una envidia injustificada y muy extendida le ha acusado de no ser un autor, cuando el pobre no tiene ninguna necesidad de serlo.

Una escena de tortura policial
en 'Amma Driyan' (1986).

Sigo echando de menos el cine. John Abraham ha sido un descubrimiento malayali muy potente. El tío instituyó una plataforma enfocada a la colectivización del cine, llamada ‘Odessa’. Con ella se disponía a realizar y a exhibir películas ‘de calidad’ (esto siempre es farragoso) con las ayudas de la gente de la calle y al margen de los distribuidores. Para conseguir el dinero montaba pequeñas funciones teatrales o conciertos a las puertas de la casas, de pueblo en pueblo, hasta que conseguía componer una cutre y esforzadamente rodada película. ‘Amma Driyan’ (‘Carta a la madre’) es algo difícil de ver, porque se oye fatal y las copias están en muy mal estado. Superando las trabas de una producción pordiosera, el genio de Abraham es evidente en su retrato melancólico de un estado (Kerala) en descomposición, reflejo de un mundo cruel que sacrifica a sus futuras generaciones y las ahoga en sus premisas, especialmente a la juventud culta y preparada de algunas zonas del tercer mundo, obligados a vagabundear y a morirse del asco. El suicidio de un joven obliga al protagonista a luchar con sus demonios hasta que inicia un viaje por toda Kerala para comunicarle la noticia a la madre del difunto, que vive en Kochi. A ese periplo se une cada vez más gente, en un intento de reflejar la latente conciencia social en la fraternización desinteresada de un puñado de hombres que auto-asumen la labor de decirle a una madre que su hijo se ha quitado la vida. Las madres, en esta película, son personajes pasivos, resignados y altamente emotivos. Creo que he visto pocas películas tan tristes y deprimentes como ‘Amma Driyan’, pero que esta película haya salido de los bolsillos de los trabajadores de un estado rural es un milagro.

El infierno de 'Jigoku' (1960).

‘Jigoku’ (‘Infierno’ o ‘Los pecadores del infierno’) pertenece a la serie B japonesa y al género mixto de terror y erotismo. Su director es una figura a descubrir, Nobuo Nakagawa, un tío que trabajó toda su vida para los estudios Shintoho, responsables de títulos como ‘El policía militar y la belleza desmembrada’, ‘Pechos peligrosos’ o ‘El gato fantasma del estanque de Otama’, entre otras joyas de la imaginación desmadrada. ‘Jigoku’ tiene su parte de ketchup y otro tramo, considerablemente más largo, en el que despliega una visión del mundo malévola, malsana, brutal y terriblemente simplista. La verdad es que no daba crédito cuando lo veía. ‘Jigoku’ cuenta la historia de un estudiante de teología atormentado con la culpa y acosado por un doble demoníaco cuya presencia es un tanto gratuita. La cadena de acontecimientos horribles que el sufrido protagonista desencadena está acompañada de un frenesí visual y obsceno que demuestra una personalidad muy potente. Hay escenas maravillosas y soluciones narrativas totalmente precarias. Pero el último tercio, ubicado en un infierno mucho más occidental que oriental, no tiene parangón. Es ridículo y estúpido a la par que fascinante. Nakagawa tiene otra película muy famosa, ‘Ghost story of Yotsuya’, al parecer todo un precedente no reconocido de la nueva ola de terror japonesa que tanta conmoción causó a principios del milenio.

'Father and son' y un vecino celoso, entre los dos.

‘Father and son’, de Alexander Sokurov, también me dejó perplejo. Soy muy fan de la otra parte del díptico, que narra las relaciones hipnóticas entre una madre moribunda y su aplicado hijo. Esta vez, el interés de Sokurov es bastante homoerótico y me temo que muchas veces no trasciende el repaso a la fisonomía de los dos protagonistas. Me gusta mucha el onirismo de algunas secuencias, siempre imprevisibles, rotundamente absurdas, apoyadas en un trabajo con el sonido muy arriesgado. Pero, en general, me quedé un poco desencantado. No supe encariñarme con ninguno de los dos personajes, que aparte de ser poco creíbles (padre e hijo, militares rusos, amantes de Tschaikovsky y acostumbrados a abrazarse y a besarse por todo el cuerpo y a contarse sueños), son tan impenetrables como su robusto físico. Quien no sepa ver el arte y ensayo del señor Sokurov, al que aprecio mucho, puede hacer uso de esta película para otros fines igualmente nobles.

Hasta aquí puedo leer. En próximas entregas, la vida perra y fascinante de Mumbai, mis primeros encuentros con españoles y el hilo fino del que pende todo. Salud.
Sergio. 08/05/09.

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