miércoles, 31 de diciembre de 2008

VII. Fin de año. Perspectiva desde la salita.

Espero que alguien me diga qué se hace ahora
- pendiente de la tela que desaparece -.

Termina el día,
como no podía ser de otra forma.
No queda nada dorado en el cielo,
ni una franja rosa pálida cínica casi muerta.
El otro día sí había algo hermoso
en el cielo.
Hoy no.

Mi madre hace la cena, aquí al lado.
El teléfono móvil suena,
un mensaje de texto me invita a sonreír
(no hay nada más triste).
Bueno, lo de Gaza es más triste.

Termina el año, parece.
Sólo sé que quiero ser amado, sacudido,
pero no mucho.
Lo justo.

Mi padre hace algo.
Siempre está haciendo algo.
Ruidos de langostino a la plancha,
pasillo tembloroso,
tela estampada de flores,
fin de algo, y podría decir
que nada
ni remotamente parecido
después.
Lo incierto, y nada más.
La familia, y poco más.
La imagen, sobre mi cabeza, la imagen
y el desvanecimiento.

Termina una porción de vida y,
de momento,
comienza otra.
Se ve venir, pero no del todo.
Más imágenes, bailes
en la casa deshabitada,
terminaciones nerviosas,
caras frente al espejo y una máquina
vieja que afeita.

Mi hermana viene a por turrón.
Le cuelga un vestido del brazo.
Pronto tendré que ducharme y ser
buena persona.
Hoy corrí cinco kilómetros
y fui buena persona.

Terminaré diciendo que sería un
tonto
si no reconociera que tengo
miedo de casi todo.
Poco más que un miedo
y
un porcentaje muy pequeño de ilusión
de vida,
a veces.
Lo reconozco.
Aun así, soy
tonto,
y por lo menos lo parezco.
Espero.
No soportaría defraudar ahora mismo.
Especialmente ahora.

Necesito AYUDA
para invocar
una lágrima elegante por la tela que desaparece.
No pido nada
más.


Ismael.

No hay comentarios: