lunes, 8 de diciembre de 2008

II. Miedo y Maravilla (parte 1). Ismael se presenta.

¿Por qué estoy vivo?

Bien podría no estarlo.


La gente que vive en mi cuello es muy clara al respecto

dicen ‘no te queda mucho’, o

‘hasta las escaleras tienen prisa por ascender y cuando se encuentran con el cielo,

nada más,

un brusco fin en la altura insípida que no tiene nada de verdad,

ni nada pleno (es más, falta oxígeno).’


¿Por qué estoy vivo?

¿Por qué, a pesar de no sentirme vivo, estoy vivo?


Nos hablan de una carrera,

nos meten prisa,

nos obligan a mirar rostros horribles o bellos, da igual, pero mirarlos es necesario,

desnudar sus facciones como quien pela una gamba,

vemos utilidad en todo ello, al fin,

mientras nuestros familiares sacrifican miembros, uno a uno, hasta que se quedan en una pelota lisa de color gripe perfecta estructura redonda del sistema

y ves ‘FIN’ y

por qué no soportas la idea de la muerte si lo más habitual es desmembrar a tu padre con una sólida canción de futuro,

si lo lógico es que tú acabes girando en ese mismo pasillo,

leyendo las mismas frases descongeladas de tu legado reconvertido en cara amable de la civilización,

si cuando follas no haces más que jugar a la muerte pero sin pasarte, eso sí.


¿Por qué estoy vivo?

¿Acaso con el amor basta?


Una vez tuve un romance maravilloso,

tan espléndido que a lo mejor ha aumentado por sí solo las cifras de producción de alguna multinacional del amor, quién sabe,

pero, ¿eso me justifica?,

es decir, ¿eso me hace imprescindible?,

y yo no sé si todos conocerán el amor o será algo que soñamos en conjunto

lo mismo que soñamos en aumentos

picos

elevaciones

alturas

y el sueño consciente y compartido se devalúa y se extingue

y a la vida, tal vez, nuestro amor le sea indiferente,

o tal vez el amor sea un ansia de trascendencia pálida que termina antes de que la vida termine con nosotros.


¿Por qué estoy vivo?

Me pregunto, ante la muerte de los otros.


Mueren hordas de anónimos mientras como, defeco, me rasco y me desplazo por las vías habilitadas.

Quinientas mil personas.

Dos millones (suena a menos gente, suena a exterminio bien ejecutado y prontamente olvidado).

¿Por qué yo, de este lado de la valla,

por qué yo sin plomo,

por qué yo libre y aceptado,

por qué yo excéntrico a menudo sonriente más o menos aseado?

Y somos tan capaces de vivir con la muerte de los otros al lado y nos ejercitamos tanto en la ignorancia y tomamos tantas drogas para ser tan lúcidos y levantamos tantos trofeos cuando jodemos que si no somos una muerte en reserva no me explico,

cuál es la diferencia,

entre el que muere espantosamente esparcido por el delirio de la tierra y el que captura esa desaparición con la mirada y la transforma en amor, armamento, discurso, utopía, arte.


¿Por qué estoy vivo?

En serio, ¿qué se supone que tengo que hacer con todo esto?


Pues está claro: tener un hijo y plantar un árbol.

Viajar a la India.

Sentir que cambio el rumbo de las cosas con un voto, una palabra, una dirección.

La vida, a veces, también puede sorprenderte con un buen polvo.

Y el buen asalariado, si no sufre de alzheimer, si no se ve inmerso en la locura de la religión o de la guerra desde que nace, puede escribir unas memorias preciosas.

Dime que sí.


El olvido tendrá nuestro rostro.


Ismael. 8/12/2008.




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