lunes, 22 de junio de 2009

LXIX. Argumentos superficiales a favor de la gente armada.


Un agua del color del rotulador menos apreciado.
Los perroflautas mojan sus flecos en ese bebedero de ratas, y tocarán la flauta, sí, ‘La lambada’. ‘Cumpleaños feliz’. ‘La Internacional’.
Un militar de aspecto bruñido, afeitado por el barbero de Dios, me toca el hombro con afecto de hermano, no de padre,
me congratula por no vestir ropa holgada.

Un pájaro desconocido despunta en el alambre, a pocos centímetros del cielo.
Ese arma, señor militar, es sorprendentemente grande. Más grande que usted, desde luego. De eso se trata. Le queda muy bien.
Otra palmadita en el hombro, por favor.

Las novias de los perroflautas hacen calceta; dejan los avatares cristianos para los varones, para la progenie centroeuropea que un día querrá imitar el pasado de sus padres y comprará un coche de segunda mano para cruzar el Oriente Medio, cuando Oriente Medio no sea más que una sucesión hiperlógica de polvo y viviendas levantadas con el peor de los gustos, nada que ver con el glorioso casco antiguo de Toledo.

En la mañana gris de los perros, los bulbos, los casi invisibles de tan perfilados bigotes,
nunca llegó a llover del todo.
Ya debería haber arreciado el monzón, me dice otro militar, éste más serafín, más cariñoso que los legionarios de Buddha, pero es cosa del cambio climático, añade, como si el cambio climático no sólo señalase la extinción de todo orden conocido sino la exacta paradoja de su rango,
abráceme, pensé, sólo por mero deseo de sentir su arma, o de compartir esa cercanía al gatillo,
desde luego que me conformé con la palmada, y con el cambio climático, al fin y al cabo, no soy un piojoso perroflauta, de esos que meditan de repente, a tan poca distancia de los inofensivos y accidentales militares.

Voy a comprarme un arma, como la del hombre que vigila la plaza bajo su luz naranja,
y voy a tocarla con tanto amor como si fuera un muslo.
Dormiré abrazado a ella, con un dedo preparado para la marcha de los acontecimientos repentinos,
y los niños no engendrados, sentados en la escalera de emergencia, cantarán algo parecido a una nana, pero que es pura metralla en el cuaderno de sumas y restas.

Ismael. 23/06/09.

No hay comentarios: