domingo, 15 de mayo de 2011

219. Los niños tendrán machetes.



Llegué, por fin. La caminata hasta Santa Cruz del Valle Ameno es agotadora. Llamé a Bruno. Me contestó un picaflor. Llamé a Bruno otra vez. Un hombre medio dormido con el pelo rapado y dos trenzas cayéndole por el costado derecho salió de una casa que más bien parece un garaje y me dijo que él se llamaba Victor, no Bruno, y añadió a su presentación el paradero actual de Bruno, al fondo de ese senderito hay una puerta de madera, llama a la puerta, pasa nomás, pregunta por Bruno. Eso hice. Bruno salió a recibirme en taparrabos. Parece un yogi. Creo que sabe que parece un yogi. Bruno es un belga bautizado por Mayo del 68 que se vino a vivir a Bolivia hace ya hartos años (jirones de una época en la que algunas cosas parecían posibles y que hoy algunos optimistas ven resurgir al albor y al calor del fin del mundo, tan deseado por todos nosotros).


Vivo en Sachawasi, un centro de permacultura amazónica que se define a sí mismo como 'eco-libertario' y que, efectivamente, está en la Alta Amazonía boliviana, al norte de La Paz y al sur del Parque Nacional Madidi, el rincón con más biodiversidad del planeta.


¿Estoy contento? Sí. Lo estoy.


Mis anfitriones son Bruno y Víctor, de los que hablaré en otro momento. Este post es sólo para deciros que vuelvo a interrumpir las emisiones temporalmente, aunque no tanto como en mi época de cuaresma bolsónica. Será sólo por un par de semanas o tres semanas de intensa actividad agrícola (y chamánica) en la selva, tras la cual os referiré varios temas relacionados con los parásitos que les crecen a los frutales y la cantidad ingente de franceses que viven conmigo y que se han dignado a dirigirme la palabra en cuanto empecé a cocinarles tortillas de papa.


¿Qué más? Ah, sí. Soy fan del machete. Todos los días matamos un poco de selva con él (una práctica no tan aberrante como suena). Los niños también lo hacen, y a menudo ni siquiera se desprenden de él cuando quedan juntos para jugar al fútbol. Me encanta ver a niños manejando machetes y hachas y azadones. Es esperanzador.


Con breves noticias telegráficas me despido hasta el próximo (y elaborado) relato sobre la vida con los quchwas de la Amazonía boliviana. Salud.



No hay comentarios: