viernes, 6 de mayo de 2011

214. Hoy el tino lo tiene... Masanobu Fukuoka.



Contiene pasajes del libro “La revolución de un rastrojo”.


No derrocó la dictadura de Fulgencio Batista, ni compuso ‘Imagine’. Fukuoka es más conocido por cultivar alimentos sin, como él dice, ‘hacer nada’ (difícil crear escuela de este planteamiento, y he conocido a muchos que, jactándose de su intuición zen, araban y desmalezaban como todo hijo de vecino) aunque algunos acérrimos también lo alaban por sus enseñanzas filosóficas, que son una con la práctica agrícola. Sin embargo, yo quiero rescatar la acción más revolucionaria de Fukuoka, tal vez la acción más revolucionaria y apenas conocida del siglo pasado: reverdecer el desierto.


Uniendo relatos que me dieron un jefe etíope y algunos granjeros de Somalia, la peor causa del problema [la desertificación de África] fueron las políticas agrícolas coloniales administradas por los occidentales. En otras palabras, la causa total del problema se encontraba en la promoción y el cultivo de plantas que sólo eran efectivas comercialmente, realizadas en nombre del enriquecimiento de la nación. Los cultivos se limitaban a café, té, caña de azúcar, algodón, tabaco, maní y maíz, mientras que la producción de otros cultivos para uso privado estaba prohibida.
Cuando fui a solicitar una visa al gobierno de Somalia, me quedé asombrado cuando me dijeron “Cualquier tipo de instrucción que agite a los granjeros y los anime a convertirse en autosuficientes no es bienvenida. Si tal actividad va demasiado lejos, será considerada insurrección.”



Fukuoka, tal vez convencido de que la pobreza es, en primer lugar, un mal psicológico (la riqueza, como decía el compañero Pancho, es el problema real), ideó una estrategia singular para reverdecer zonas esterilizadas en nombre de la civilización. Recogiendo semillas de distintos granos, árboles frutales y verduras (sin considerar las asociaciones entre ellas, ignorando parámetros de productividad) y envolviéndolos en una bola de arcilla bien endurecida con cal muerta, agua madre (agua de mar desalada por hervor), pasta de algas o resina sintética y hongos, la germinación de la semilla está prácticamente a salvo de las inclemencias del clima y del ataque de insectos y otros bichos, y su desarrollo puede contribuir a rebajar la temperatura del suelo y, con ello, atraer más nubes de lluvia. Las semillas se pueden mezclar con la arcilla en polvo en una cementera, creando bolas que o bien se esparcen a voleo o bien, para zonas más amplias, pueden lanzarse desde el aire.

Desconozco cuánta difusión ha tenido esta técnica, más allá de experimentos aislados pero contundentes en Estados Unidos, Tailandia y en las regiones de África que Fukuoka visitó. En Argentina se le conoce como el visionario que es, en parte gracias a su discípulo griego, Panos Manikis, que visitó muchos centros de permacultura y bancos de semillas desde la Patagonia hasta la quebrada de Humahuaca (fue a visitar la casa de mi amigo Gustavo). No obstante, de la teoría a la práctica del cultivo natural hay un trecho. Como decía Lugrin, dejar obrar a la naturaleza por sí sola está muy bien, pero la gente tiene que comer. Cierto. No vas a crear un jardín del Edén a corto plazo. Pero la visión de Fukuoka tiene sentido, y por difícil que sea alcanzar la observación aguda que uno necesita para vivificar una tierra sin trabajarla, creo que merece la pena el esfuerzo (parece contradictorio, sin embargo ello implica esfuerzo), pues tanto el cultivo orgánico como el químico empeoran el suelo, el primero menos que el segundo, y no está de más recordar que la etiqueta de ‘ecológico’ no es una panacea.

A continuación, les dejo con ideas brillantes, controvertidas, que, como diría Fukuoka, no valen nada en sí mismas y lo mejor es olvidarlas al tiro. (Una aclarición previa: el Dios de Fukuoka no es el Dios cristiano; lo designa así por designarlo de algún modo, cuando todo a lo que quiere referirse es a LA UNIDAD).


El arte es algo que Dios crea. Cuando el hombre hace arte, Dios muere.

Aunque Dios sea cada árbol, cada hoja de césped, cada flor, nunca tiene forma ni mente. Por lo tanto, Dios es una forma sin forma y una mente sin mente que trasciende el conocimiento humano. Para acercarse a Dios y conocer la mente de Dios, toda pregunta y conocimiento humano son inútiles.

El colapso de las economías de los países comunistas, y de los países capitalistas también, comienza cuando se adquiere conciencia de que la producción de las cosas materiales para las personas no tiene sentido. La gente, en esencia, es capaz de vivir en la naturaleza del ‘no hacer nada.’
Nos enseñaron que la labor de los que producen cosas es sagrada, pero Jesús dijo, “¿Por qué los hombres no están satisfechos como lo están los pájaros, con lo que cosechan? ¿Por qué ganan su pan con el sudor de su frente y sufren?” Desde el punto de vista de Dios, el trabajo que nace de la codicia del hombre es algo condenable.
Aún recuerdo las palabras de un jefe de Etiopía que primero rehusó plantar semillas en el desierto: “¿Me está pidiendo que me convierta en un granjero? Apegarse al suelo y acumular cosas son actos de un hombre degradado”. Estas palabras de un orgulloso hombre nómada son una crítica incisiva hacia el hombre moderno.

Toda la gente viene de una persona.
Si una persona se vuelve loca, todos se vuelven locos.

Es una tontería pensar que la energía del fuerte, pensando que es natural que el fuerte conquiste y sobreviva, es la fuerza motora del desarrollo de los seres vivientes. La cucaracha puede tener mayores posibilidades de sobrevivir que el gorila.

Resumiendo, toda la verdad científica está basada en conceptos de tiempo y espacio, pero estos conceptos son inestables, y como vacilan de acuerdo al momento y a la ocasión, naturalmente las conclusiones basadas en ellos son también inestables.

Los árboles pequeños crecen debajo de los grandes. Si no hay pasto que crezca debajo de los árboles grandes, sus semillas no crecerán. Los países grandes tienen mentes pequeñas, los países pequeños tienen grandes mentes y coexisten en mutua prosperidad. Ése es el modo de la naturaleza.






Salud.

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