lunes, 21 de febrero de 2011

195. Kume Mongen (Parte I: Voluntad, Guerra, Sacrificio).




Acaba de concluir el Primer Encuentro por el Buen Vivir “Kume Mongen” en la Comuna de Melipeuco, lo que también marcará para mí el fin o el comienzo del fin de este ciclo. Hoy no puedo hablar mucho de lo que ha pasado porque han sido días de actividad frenética en los que se ha hecho de todo, desde armar comisiones de cocina para alimentar a ciento cincuenta personas hasta desatascar váteres, limpiar suelos, crear lavalozas improvisadas en canchas de fútbol, organizar talleres, robarle leña al vecino… Todo ello será explicado con el esmero que le corresponde.

No puedo explicar con palabras lo feliz y agradecido que me siento. El viaje sigue siendo extremadamente generoso conmigo. ¿Gritaré mi alegría de alguna forma que se me entienda?

Sirva esto para entrar en calor, a la espera de redactar con calma una crónica de estos días algo más alejada de la euforia presente. A continuación, y empezando por el mismo final, el texto que redacté y leí en el acto de clausura:


Para mí, tres conceptos fundamentales atraviesan el Buen Vivir y lo definen con precisión.

1) Voluntad.

Yo quiero ser feliz. Yo quiero cultivar la tierra. Yo quiero que la tierra me cambie y comunicar ese cambio con los demás. Voluntad. Cuando te despiertas, voluntad de dirigir tu pensamiento hacia el acto de despertarse, no hacia la consecuencia de éste. Primero un pie, luego el otro, después la primera imagen borrosa del día, nada de lo que venga después enturbia el momento presente. Lo que ofrece la vida, lo que de verdad ofrece la vida, sólo es accesible a través de la voluntad. Voluntad de calentar agua y de amasar pan a las siete de la mañana. Voluntad para hacer hablar a tu pensamiento, para hacerlo callar tan a menudo como sea necesario, y eso debería ser muy menudo, voluntad para sacar a bailar a otros cuerpos que, como el tuyo, necesitan voluntad o ya la han adquirido. Voluntad para vivir y voluntad para morir en el día del baile. Voluntad es el comienzo de todo y es lo que se siembra aquí, ahora; es el conocimiento, el amor y la confianza en uno mismo, es romper espejos y televisores y desarrollar una arquitectura de cambio con ellos. La voluntad de luchar por un cambio se apaga fácilmente. Tampoco debe tener más constancia de la que tienen el viento o el fuego en sus respectivos empujes. Basta con que sepa surgir y crear cosas en el momento adecuado. Basta con que sepa cantar su energía. ¿Nos une a todos nosotros la voluntad de estar vivos? Si es así, ésa es la casilla de salida. Yo no sé ver otra.

2) Guerra.

Mis manos no sólo son palomas de la paz, mis mejillas no han sido hechas para que el sistema y sus iglesias las abofeteen incansablemente. Ya lo dijo el Jesucristo radical del evangelio según Mateo: yo he venido a traer la guerra. Muy poco se ha hablado de guerra. Yo la temo. En cierto modo es normal, porque hay lemas que nadie quiere rebatir. Uno de ellos es que en la guerra nadie gana y todos pierden, lo cual es mentira. Hay éxito y hay fracaso, volubles, relativos, pero reales en tanto que generan cambios que nos afectan a todos. Muy poco se ha hablado de la violencia. Sí de la violencia que se ha ejercido en el pasado, de la violencia que se ejerce contra nuestros compañeros y contra la gente que amamos. Que nos sea imposible entender el horror no nos libera de él. Nada nos libera de él. Está en todos nosotros. Tal y como yo lo veo, el segundo paso tras adquirir voluntad para vivir es declarar la guerra. La guerra degenera muchos aspectos de la vida acercándolos a o convirtiéndolos en muerte. Pero hay semillas de guerra en todo conflicto, y no hay nada antinatural en que una semilla germine. Yo declaro la guerra a la mercancía por no ayudarme a respetar mi cuerpo y a usar mis manos y a soltar mis cadenas. Yo declaro la guerra a la sociedad en la que vivo porque limitarme a conjurar en su contra es, precisamente, lo que no me gusta de ella. Yo os declaro la guerra a vosotros porque os respeto. La guerra es violenta, pero la violencia es amplia. No tienen por qué caer personas e ideas en un pozo de muerte si es que la desaparición de algo es posible. Entiendo la guerra como acto liberador de energía y de cambio.

3) Sacrificio.

Para unos ya es suficiente sacrificio separar su basura. Yo pienso que hay una confusión extendida entre sacrificio y voluntad. He querido asociar intencionadamente la voluntad al yo, y dejar el sacrificio para la noción de nosotros. Nosotros, una comunidad, el verdadero yo que perseguimos tras reconciliarnos con nuestro ego. El sacrificio no es necesariamente dolor, y de serlo, no es únicamente dolor, porque es el acto que da sentido a todo. Si no puedo sacrificarme por vosotros, no soy yo. Si no puedo encontrar felicidad en una vida de renuncia, no soy yo. El sacrificio es lo que queda bajo el sol tras la voluntad de vivir y la declaración de guerra. Todavía no es el final del camino, pero no sirve de mucho hablar de finales, de modelos escrupulosamente calculados, de comunidades auto-sustentables que todavía no existen, sino de la acción sin la cual nada de eso podría materializarse jamás. La naturaleza extrae de sí misma miles de millones de sacrificios de miel y de sangre. No hay que llorar ni hay que venerar los sacrificios más de lo necesario. Llegará el día en que sean tan cotidianos como lo son para los árboles el fluir constante de vida benigna y maligna en su corteza y en sus ramas. El sacrificio es el acto incansable de entrega, y para mí eso es el buen vivir. Yo no quiero vivir bien. Quiero que todos vivamos bien o que, simplemente, vivamos. No es poco.

He querido compartir esto a modo de conclusión abierta para esta encuentro. Muchas gracias.



Continuará…

2 comentarios:

Manuel J. Greciano dijo...

¡¡¡GRANDE!!!!

Anónimo dijo...

Hermano, qué bien escribes!!Un besazo*