sábado, 5 de febrero de 2011

192. Amanita Muscaria (Parte II: la venganza del Capitán Cáñamo).



Volvemos a las plantas que nos dan la vida, nos la quitan y, sobre todo, nos la cambian.

El cáñamo, hierba totémica para generaciones y generaciones de hombres y mujeres que habitan la crisálida del Estado del Bienestar, es mucho más que un simple porro y bastante menos psicoactiva y adictiva de lo que los moralistas creen. Todos han fumado a lo largo de su vida una cantidad mayor o menor de flores, hojas, polen o resina solidificada y prensada (‘hachís’), y su uso ritual, tan devaluado por el morbo de la prohibición y la tontuna de la pubertad, apenas trae ecos de lo que un día significó esta planta, tal vez la más antigua de todas las que han sido utilizadas con fines culturales o religiosos (por lo menos hace seis mil años que se viene dialogando con ella). Para mí era habitual oler el humo del cáñamo quemado en los templos de Siva, en India, puesto que hay una identificación milenaria entre el tercer ojo (puerta por la que se accede a la Visión) del dios y la planta en cuestión. También la usaban, y supongo que la siguen usando, los monjes tibetanos para facilitar la concentración mental, y es un remedio comprobadísimo para agudizar el juicio y la inteligencia. Quien quiera una larga lista de aplicaciones médicas puede aburrirse con la siguiente: útil en el tratamiento del cáncer y el sida, contra las mordeduras de serpiente y el adelgazamiento, contra la lepra y la tuberculosis, contra los dolores de oídos, de cabeza y los partos difíciles, para la garganta, la tos, la fiebre, la diarrea, el paludismo y hasta para cortar la lactancia de las madres cuando ya han amamantado durante mucho tiempo, además de ser un buen astringente y analgésico. Y sí, también te hace estar muy a gustito y tener dulces sueños.

No se puede suprimir el estigma socio-cultural que tiene una planta, así porque sí. Pero nunca está de más contra-informar para no caer en el veneno de la ignorancia y el miedo.

El principio activo del que se extrae la marihuana es el cannabinol o tetrahidrocannabinol, un aceite resinoso que se concentra, principalmente, en las flores de las plantas hembras, aunque las hojas también tienen lo suyo. La variedad Índica es la más alucinatoria de todas (y la que se destina a usos medicinales) y se distingue de la Sativa y otros tipos más comunes en que su planta es baja y piramidal y tiene muchas más hojas que el cáñamo ‘industrial’ (para hacer tejidos con su fibra). Las hembras también son más hojosas que los machos, y más grandes, por si algún día os da por hacer una cosecha improvisada en improbables campiñas vírgenes, de ésas que ya no existen. Se dice que son mejores las plantas no polinizadas y las tempraneras que florecen antes de la llegada del verano. Hay que secar las flores a la sombra y picarlas para una mejor conservación, pero llegados a este punto mucha gente ya sabe qué hacer con ellas. Si uno alcanza la sobredosis tras la inhalación o ingestión de cannabinol debe tomar café caliente y meterse bien abrigado en la cama; al parecer, lo del abrigo es fundamental.

Y sigo citando el libro de Chiti:

“Su uso y tenencia se halla censurada y controlada, salvo algunos oasis de la democracia como Holanda y otros pocos países. En Oriente, por el contrario, no existe tal prohibición, aunque poco a poco el occidentalismo consigue imponer también allí sus pautas dominantes, como lo ha hecho siempre allí donde penetró con sus mecanismos de dominación (religión; medios de difusión masivos: TV, cine, noticias; economía y comercio; apuntalados ciertamente en sus estructuras bélicas).”

El centeno es un cereal sumamente nutritivo (catorce por ciento de proteínas y muchísimo potasio) y un buen laxante cuando se hace pan con la harina extraída de su grano, pero lo que no mucha gente sabe es que el grano o la harina que ha captado humedad por el clima o por añejamiento puede teñirse de color violeta, debido a un hongo que se llama ‘clavíceps purpúrea’ o ‘cornezuelo del centeno’, y que ese cornezuelo contiene alcaloides hasta el punto de ser el alucinógeno más potente que existe, aislado en un laboratorio de Suiza en 1934 y comúnmente llamado ácido lisérgico o LSD. Sólo con una millonésima parte de grano ya es activo, y la dosis letal es de quince miligramos. Muchas comadronas han usado el cornezuelo (se vendía en farmacias hasta mediados del siglo pasado) a lo largo de la historia para acelerar partos y detener hemorragias intensas después del alumbramiento. Ese utilísimo conocimiento popular se perdió (útil, sobre todo, porque el contenido de alcaloides varía mucho de una planta a otra) y de él ya sólo quedan las canciones de los Beatles y crónicas desaforadas y no muy interesantes de la era del flower power. El hongo del centeno puede contaminar también al trigo y a la cebada. De todas formas, si el pan te sale de color violeta, ya sabes…


El pan de la locura.


“El ‘fuego sagrado’ o ‘ignis sacer’ de la Edad Media, y la frase aún usual alusiva al ‘mal de San Vito’ cuando un niño se pone travieso o loco, atestiguan seculares supervivencias en el lenguaje popular que son dignas de estudio, aerca de la naturaleza del ser humano real, concreto, vivencial, y sus incoercibles aspiraciones encaminadas a penetrar en los mundos desconocidos o contrarios a los de la habitualidad irreflexiva.”

Una buena forma de distinguir café adulterado, preparado con semillas de plantas sustitutas, del café real, es observar si el grano tiñe de color el agua, ya que las semillas verdaderas no lo hacen. El café comercial es un atentado contra la salud que, al menos, mantiene despierto y excita la testosterona, razón inconsciente por la que su uso está tan extendido en todo el mundo. Al eliminar el calcio del organismo (como el tabaco), es causa de osteoporosis y por eso mucha gente piensa que las mujeres no deberían beber café.

Las hojas de coca contienen un alcaloide harto famoso, la infame cocaína, una droga bastante vulgar a mi modo de ver. Tal vez haya que aclarar que LA HOJA DE COCA NO ES COCAÍNA, SÓLO ES HOJA DE COCA, QUE, POR OTRA PARTE, ES UNA PLANTA SAGRADA. “Es una aberración típica de la prepotente Europa o EEUU el pretender prohibir a poblaciones enteras de un continente el uso medicinal o religioso de una planta, mientras que esos mismos europeos no prohíben a los indios el uso del alcohol, que es uno de los venenos más malignos y embrutecedores.” Parece ser que Bolivia podrá mascar hoja de coca legalmente, al fin.



La coca es el mejor remedio y el más barato para los dolores de barriga, y también se lo indica para el mal de altura y todas sus nefastas manifestaciones. Hay que apuntar que el consumo frecuente de esta hoja se debe, en parte, a que los indígenas sudamericanos fueron expulsados de sus tierras por los colonizadores, viéndose obligados a vivir y a cultivar tierras a más de tres mil metros de altitud, donde nada crece fácilmente y donde la ausencia de oxígeno es notoria. Hirviendo las hojas en infusión o poniéndolas en la boca para succionar el jugo (no se mascan ni se tragan), el hambre, el frío o el cansancio dejan de afectar a quien ha caído enfermo del mal de altura. Si a las hojas se le agrega un poquito de bicarbonato de sodio, tanto en infusión como en aplicación bucal, esto ayuda a que se liberen todos los principios activos de la planta. Sus efectos euforizantes no dejan de ser leves pero sí estimulan lo suficiente como para hacer más livianas las tareas en las tierras altas de los Andes.

Y como sé que os gustan las recetas de la abuela, ahí va el ‘agua de las Carmelitas’, un estimulante y también un tónico para emociones fuertes y ataques de nervios elaborado y utilizado desde hace siglos a partir de la melisa (o toronjil, en Chile), una hierba maravillosa para combatir el desánimo y la melancolía y un buen sustituto para el café si uno llega a vivir del auto-abastecimiento en un lugar del mundo donde ni el té ni el café se cultiven:

“Se prepara pesando doce gramos de hojas secas de melisa, machacadas en mortero. Cáscara seca de limón: cuatro gramos. Nuez moscada: un gramo. Canela: un gramo. Clavo: un gramo. Se deja en maceración con doscientos centímetros cúbicos de alcohol puro de farmacia (etílico) durante un novenario (nueve días) en frasco de vidrio y a la sombra. Luego se filtra muy bien con embudo y papel de filtro dentro (o algodones en el embudo). Se deja gotear dentro de un frasco y se guarda para tomar a gotas cuando haya necesidad. Dosis máxima: una cucharadita de las de té. Puede agregarse unas gotas a otras tisanas (de poleo, manzanilla, menta).”

La Myrística Fragans o Nuez Moscada era el fruto de los sueños en la India antigua, y sucedáneo de la marihuana para los egipcios. Sus principios activos son la myristicina y la elemicina, causantes de unas alucinaciones y distorsiones espacio-temporales que no he tenido el placer de experimentar. Se consigue fácilmente en cualquier establecimiento y si se la quiere utilizar por el amor a lo psicotrópico o simplemente para tener unas cuantas horas de sexo prolongado (no ya memorable; eso depende de cada uno) se puede ingerir con la comida, en infusión o espolvoreada en vino. Los nativos de Indonesia la fumaban mezclada con tabaco, aunque también se puede esnifar, práctica a la que nunca le encontré la menor gracia ni atractivo. Si uno empieza a sufrir dolores de cabeza es que ha ingerido demasiado, así que no está de más anotar que la dosis máxima es de dos gramos por día.

Es la yerba mate la mejor bebida comunitaria del mundo y no me costó nada caer en su embrujo porque al sabor de un mate compartí las mejores conversaciones y casi todos los momentos memorables de este viaje. El mate es un compañero cuando uno está solo y es un amigo más cuando se toma en reunión. Como aglutinador social no tiene rival, se mire por donde se mire.

Cebo a menudo de acuerdo a unas reglas que no por estrictas son menos lógicas. La temperatura del agua para el mate es de ochenta y dos grados, y a partir de ahí uno se orienta. La razón de esto es que el agua hervida quema la yerba y arruina la mateada, además de hacerla mucho más corta. Yo no le echaría azúcar porque, además de que me gusta más el mate amargo, causa acidez de estómago, pero Doña Marcelina cebaba un buen mate dulce con hojitas de poleo. Toman todos de la misma bombilla y no por ello va nadie a contraer ninguna enfermedad infecciosa, porque la saliva es antiséptica y actúa como bactericida. Millones de personas y cientos de años de tradición indígena no pueden andar tan equivocados.

El mate, además de hacerte mear un montón, es rico en vitamina C y vigoriza mucho excitando el músculo cardíaco, con lo que es un gran estimulante. Para empezar el día viene muy bien porque dispone el físico para la actividad, que por dura que sea se va a hacer más liviana tras una tetera o tetera y media; a media mañana es como maná caído del cielo; después de comer actúa como digestivo suave; a media tarde, no hay nada mejor que hacer que tomar mate y más mate, sentadito en la vereda; y por la noche, descanso, a menos que haga un clima agradable con estrellas y luna, entonces el mate y la conversa tampoco se hacen de rogar. Resultado: cualquier hora del día, de la noche y del resto de tu vida es buena para un mate solo o en compañía.

Dice un proverbio zen que el debe ser “amargo como el Despertar”. Ninguna otra bebida caliente de efecto estimulante (contiene cafeína, teofilina y teobromina) se desconoce tanto como el té, a juzgar por la forma en que lo consume la mayoría de la gente, incluyendo a grandes aficionados de Oriente como los indios. Yo nunca he sido un fanático y mucho menos un conocedor de la hoja de té, pero si probase en algún momento un buen té puede que “despertase”.

El mejor té es el verde, de naturaleza Yin (recomendado para zonas y temporadas cálidas); el té negro es considerado de segunda categoría por los puristas. Tan solo un puñado chico basta para una infusión si la hoja es buena y no se ha mezclado con impurezas. “Un té chino tarda cinco minutos en dar color, y aun así éste es muy claro. Un té occidental cede color fuerte apenas se le echa agua caliente, prueba de que se lo mezcló con colorantes artificiales.” Agua hervida acidifica el té y lo echa a perder. Agregarle azúcar blanca o leche consigue que éstas fermenten en el té y por tanto lo acidifiquen aún más, subiendo el nivel de ácido úrico y de acumulación de líquidos en el cuerpo. Además, se debe beber casi de inmediato, porque a los quince minutos la mayor parte de los principios activos se han esfumado. Para el té hay toda una ceremonia, desde la preparación hasta el consumo, que forma parte de la vivencia creativa del budismo zen, tal vez uno de los legados culturales y medicinales peor entendidos que existen.

“Recientes estudios han demostrado que Té contiene catequinas, sutancias capaces de inhibir los efectos de las radiaciones, tales como el maligno estroncio 90, lo que previene contra el cáncer de médula ósea, leucemia, etc., en las personas que han sufrido dichas radiaciones (en mínima parte al menos, todos las sufrimos ya).”




Por último, hablemos de la “carne de Dios” o, en lengua azteca, Teonanácatl, un grupo de hongos alucinógenos entre los cuales el Psilocybe Mexicana y el Psilocybe Wassonii son las especies más difundidas. Tengo la impresión de que su venta en Europa está bastante extendida, ya que crecen en muchos bosques de pinos del continente, pero son originarios de México y Centroamérica, donde han formado parte del arte ritual indígena y, cómo no, de sus costumbres religiosas. El Teonanácatl es el típico honguillo pequeño, de no más de diez centímetros de altura, marronáceo o parduzco, que crece en la bosta de vaca o de cebú, sobre troncos podridos y, en general, en lugares húmedos. Hay que cosecharlos con mimo y respeto y transportarlos al lugar donde se vayan a consumir en recipientes herméticamente cerrados. Si se van a ingerir frescos son necesarios al menos seis pares (doce hongos, comidos de a dos cada vez) aunque hay casos en los que se toman bastantes más, dependiendo del tamaño que tengan; los hongos desecados contienen más psilocibina y por eso no hace falta tanta cantidad.

La sesión nocturna para curar el alma y el cuerpo con Teonanácatl es muy atmosférica. Ha de estar dirigida por un chamán o chamana que, a la luz de las velas, cuidará de que todos ingieran la proporción correcta, salivando bien y en la disposición anímica apropiada. Cuando uno empieza a tiritar es que ya está a punto de entrar en trance. Se recomienda, en ese momento, cubrirse con mantas y esperar. El chamán entonará oraciones toda la noche para guiar al paciente por su viaje.

“El inframundo y el mundo de la Superrealidad se unifican en el trance, y sería vano explicar las visiones como alteraciones de la noción de espacio y de tiempo, o como alucinaciones sensoriales. ‘Los hongos sagrados me llevan y me traen al mundo donde todo se sabe. Son ellos, los hongos sagrados, los que hablan en una forma que yo puedo entender. Yo les pregunto y ellos me responden…’ dijo María Sabina (una chamana mexicana). Al regresar del viaje se sabe lo que se quería saber, si una enfermedad es curable y cómo, o si no lo es. También se conoce el futuro, y la verdadera importancia relativa de las cosas. Y también se sabe ‘algo más’, que es imposible de explicar con palabras. La mente queda modificada para siempre, aunque serán necesarias varias sesiones (unas cuatro) para poder ‘digerir’ y aceptar el efecto y los cambios que las visiones del otro mundo antrañarán para la vida del que ha sido iniciado.”

Con este recorrido informativo por las plantas curativas que estoy empezando a estudiar sólo he querido ofrecer una visión alternativa y tal vez un poco aséptica sobre drogas y estimulantes de origen natural. No son las únicas hierbas que me interesan, obviamente, pero en este espacio me debo un poco a la comercialidad, a pesar del escaso debate que soy capaz de generar con ella (Lady Ela me envía algún que otro guiño desde su blog paralelo, así que tampoco me quejo).

Beban, degusten, aspiren y aprendan. Salud.

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