lunes, 28 de septiembre de 2009

LXXXVI: A través del espejo ( II ): David Lynch.


Una maestra pasa lista. Los alumnos, desganados, todavía ligeramente dormidos, contestan con un monosílabo. Nadie advierte la aparición de un hombre de uniforme que pregunta, como recién salido de una premonición en un sueño, por un tal Bobby Briggs. Unos susurros al oído de la maestra. Un grito en el patio. Un pupitre vacío. Una mirada inequívoca: ‘There will be an announcement from the principal’. Y la inolvidable Lara Flynn Boyle rompe el silencio paranormal de esa clase con unos sollozos que ya forman parte de la historia del arte. Es imposible describir la que posiblemente sea la mejor secuencia jamás filmada para televisión. Se corresponde a los primeros minutos del episodio piloto de ‘Twin Peaks’, ése que conmovió a público y críticos ‘serios’ por igual (hasta José Luis Garci dijo que el principio de la serie era la perfección cinematográfica).


La gente se enganchó a ‘Twin Peaks’ para averiguar quién había matado a Laura Palmer. Yo, que a mis diecinueve años no recordaba lo que había visto con seis (entre bambalinas; era demasiado pequeño para tanta intensidad paranormal), volví a encarar esta serie mítica con la virginidad intacta. Ciertamente, la identidad del asesino es uno de los puntos fuertes de la historia, y su revelación permanece como (en palabras de mi amigo Guillermo) “la secuencia más violenta de la historia de la televisión”. Luego llegaría ‘Los Soprano’ y la violencia televisiva sería reformulada, pero hasta entonces una cosa tan espantosa nunca había sido filmada para la pequeña pantalla. Muchos recordaréis el clímax de aquel episodio, construido a base de pequeñas y mágicas apariciones, como la de Lady Leño: ‘We don’t know where or how, but tonight there will be owls at the Roadhouse’ (‘No sabemos dónde ni cómo, pero esta noche habrá búhos en el Roadhouse’). A lo que Cooper, la interpretación lynchiana del detective de los relatos de misterio, contesta: ‘Something is happening, isn’t it, Margaret?’. Por supuesto, algo está sucediendo. El espectador lo huele desde los primeros minutos; sabe que ése no será un episodio más. Minutos después, Cooper, Truman y Lady Leño entran en el Roadhouse, donde otros ilustres habitantes de Twin Peaks debaten sobre sus chorradas y beben cervecita fresca. Julee Cruise canta con su voz de duende bipolar. Y el resto, ya lo sabéis. Los que no, ya estáis tardando en verlo.


It is happening again…

It is happening again…


La dimensión onírica de la vida es lo que uno espera ver cada vez que se pone una película de David Lynch, ese fascinante gurú de la perversidad de la imagen que ahora acaba de abrir un instituto de magia y parapsicología a las afueras de Berlín. ‘Twin Peaks’ nos ha regalado el espacio onírico por excelencia, ‘La habitación roja’, de la que se ha hablado mucho y se ha hecho mucha parodia, buena y mala. Aunque funciona más como un complemento místico de la serie y no como una arteria principal de su narración, la verdad es que se ha convertido en lo más célebre y casi en lo mejor de ‘Twin Peaks’ (después de Sarah Palmer), y ese universo de cortinas infinitas y geometría feroz debería haber sido dibujado con más persistencia. Recordemos que ‘la habitación roja’ sólo se manifiesta a través de los sueños proféticos de Cooper, a pesar de que algunos de sus habitantes se aparezcan en las visiones recurrentes que sufre la familia de Laura Palmer, en especial la muy traquera y ochentera Maddy.


Por las razones que fueran, la subtrama sobrenatural no tendría mucha continuidad, y sólo haría acto de presencia cuando Lynch se encargaba de escribir y dirigir episodios sueltos, sobre todo a raíz de la desigual y fascinante segunda temporada. No siempre los mejores capítulos de las series vienen firmados por sus creadores, pero el caso de ‘Twin Peaks’ difiere bastante, ya que los episodios lynchianos empiezan siendo los más interesantes para acabar convirtiéndose en los únicos salvables en un cúmulo de despropósitos culebronescos. De ahí que la serie no acabe de ofrecer nunca una mitología coherente. Una vez solucionada la parte que concernía a Laura Palmer (en contra de la voluntad de Lynch y Mark Frost), el espacio onírico rebautizado como ‘Logia Negra’ no volvería a cobrar protagonismo hasta el histórico capítulo final que, cómo no, deja muchas preguntas al aire. Algunas de ellas serían contestadas en la película ‘Twin Peaks: fire walk with me’, una maravilla altamente infravalorada. Otros misterios nunca serán revelados, ni falta que hace. A pesar de todos sus traspiés, y de un desarrollo irregular en el que la serie no acababa de ser ni una cosa ni otra, ‘Twin Peaks’ arroja a nuestros ojos una fábula sobre la corrupción del bien, la fragilidad de la vida humana y la existencia de otros mundos que desmontan nuestra visión civilizada del cielo y de la tierra.



Hablo de ‘Twin Peaks’ porque los sueños de ‘Six feet under’ o ‘Los Soprano’ no existirían sin ella, por no hablar del grueso de la producción televisiva de los noventa, acaparada por la exitosa ‘Expediente X’. También por su nivel de madurez a la hora de desmitificar a su víctima adolescente, una cocainómana-ninfómana-esquizoide Laura Palmer vestida con pieles de cordero. Y, cómo no, por el atractivo universal de su historia y por la temática de las dimensiones paralelas. Al principio, yo interpretaba los sucesos de ‘Twin Peaks’ desde el punto de vista psicoanalítico. Guillermo, por aquel entonces mi compañero de piso, se burlaba de mí diciendo que Lynch aborrecería cualquier tipo de explicación científica, y tenía mucha razón. De hecho, cuando la serie quiere encajar en una especie de interpretación policial es cuando pierde gran parte de su encanto. Bob, Mike, el gigante, el enano, el camarero octogenario, son entes que, por momentos, chocan con nuestro plano físico y lo hacen resplandecer. Aunque creo que están siempre muy justificados en la trama, lo de menos es su justificación: son como ángeles y demonios que no hablan nuestra lengua ni participan en nuestras construcciones mentales, a pesar de que todos soñarían con abrirse a la ‘nueva realidad’ que representan. Mucha gente opina que una batalla invisible se está librando, y en ella se enfrentan los entes que desean liberar al ser humano de su ignorancia contra aquellos que no dejan que esto ocurra. Una batalla parecida es la que se fragua en los bosques misteriosos de Twin Peaks, allá donde los sicomoros forman una media luna y las cortinas rojas del otro mundo se reflejan sobre los estanques helados.


Sergio. 28/09/09.

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