viernes, 18 de marzo de 2011

201. La trinchera luminosa de Sofia Coppola.



Veo pocas películas de ficción, y desde que frecuento compañías subversivas tengo más acceso al género documental que a otro tipo de propuesta. Por eso, recién llegado a Santiago, tardé poco en dirigirme a una sala de cine (la última vez había sido en Buenos Aires, a principios de septiembre), gracias a unos dólares australianos de reserva que pude cambiar en pesos chilenos cuando éstos empezaban a brillar por su ausencia.

¿Qué vi? Bueno, no había mucho donde escoger, y también tenía que pensar en mi acompañante (Lucina, de quien hablaré pronto). Así que opté por la última de los Coen, ‘True grit’, aunque sólo fuera por ver llanuras del oeste y caballos musculados al trote en una pantalla grande. La disfruté. Una película así se hace para que el espectador disfrute con la historia y sus reveses desde el primer minuto hasta el último. No obstante, desconozco por qué los Coen han rodado una película que encaja perfectamente en el relato del Hollywood de los años cincuenta. No recuerdo tanto ‘Valor de ley’ (el clásico en el que se basa ‘True grit’, con John Wayne en el papel de Jeff Bridges) como para analizar los cambios, pero me temo que la base narrativa y el discurso son los mismos en una y otra. Es decir, nada nuevo en el cine supuestamente independiente de los Estados Unidos. Extraña época ésta en que la mistificación de tiempos pasados ocupa el lugar de la pregunta sobre qué demonios está pasando con el mundo y adónde nos dirigimos con él.

Y reitero mi convicción de que los Coen son chapuceros a la hora de terminar algunas de sus películas. ‘True grit’ no es ninguna excepción.

Salí del cine con la sensación inigualable de que la vida real, las calles de la ciudad, las gentes que transitan esas calles, esgrimen una batalla silenciosa contra el mundo de las imágenes. Me sorprendí a mí mismo pensando que si alguna vez tuviese que prescindir de esa transición entre el cine y la calle de la metrópolis, y viceversa, o lo que es lo mismo, si tuviera que renunciar a ver películas en una sala oscura, las echaría de menos, sin duda, pero esa ausencia no sería insoportable. Os preguntaréis por qué me hago una pregunta así. Bueno… vivimos en un lugar frágil. Me parece necio pensar que todo esto no puede cambiar de un momento a otro.

Esa noche seguiría apagando mi sed de ficción en la pantalla de un computador. La película: ‘Somewhere’, de Sofia Coppola. Voy a intentar ser todo lo amable que pueda con esta señorita (me encanta el tonito de cabreo de esta frase, muy típica de un locutor de radio octogenario). Nadie podrá acusar a la Coppola de hablar sobre lo que no conoce. Incluso metiéndose en los años previos a la Revolución Francesa supo limitarse únicamente al ocio y la fantasía de la vida palaciega, opción que yo aplaudí en su día (estoy hablando de ‘Marie Antoinette’). En ‘Somewhere’ elige la misma línea temática, la única línea temática para ella, sólo que en este caso lo único salvable es su indiscutible don para el encuadre humorístico, aunque éste se dé por la vía del patetismo. Más allá de las repeticiones y lugares comunes con su filmografía previa, que a estas alturas o bien cansan al espectador o bien transmiten una notable sensación de nada, lo que verdaderamente me preocupa de esta película es su compasión por unos personajes tan anodinos y por un universo de consumo tan deleznable. Los defensores de ‘Somewhere’ acudirán al argumento de que ese vacío, esa nada, esa indiferencia, es lo que la Coppola quería transmitir. Yo no pongo en duda que lo haya hecho muy bien. Pero la sensación de encierro del pequeño-burgués no me produce ninguna lástima, y la estética de anuncio de perfume tampoco. Citando de nuevo a Guy Debord en su “Crítica de la separación”: “Es bastante normal que un film sobre la vida privada deba estar compuesto exclusivamente por chistes privados”. (Nota: me voy a poner muy pesadito estos días con Debord; ya lo siento).






El final de ‘Somewhere’ es uno de los peores que haya visto nunca.

Concluyo diciendo que la Coppola se lo ha debido pasar muy bien vistiendo y desvistiendo a Stephen Dorff como si fuera un muñeco Ken. Tal vez el jurado del pasado festival de Venecia también se lo pasó muy bien con la galería de muñecas Barbie ninfomaníacas que despliega esta película y por eso le otorgó a Coppola el León de Oro. Estos renovadores del cine sí que se entienden bien entre ellos.

Para contrarrestar el programa doble de cine gringo contemporáneo, me asomé a un ¿falso? documental escrito y realizado por el cineasta underground Jim Finn, con el acertado título de ‘La trinchera luminosa del presidente Gonzalo’. Incluso si aceptamos lo que parece evidente tras ver la película, es decir, que las presas políticas que la protagonizan están recitando todo el tiempo un texto, eso no nos aleja en absoluto de la realidad de su situación, más bien todo lo contrario. Jim Finn transgrede el documental a través de un artificio mucho más real que la supuesta transparencia de la entrevista directa.

El conflictivo tema da vueltas alrededor del sentir patológico que sufrían los y las militantes comunistas de Sendero Luminoso, el partido “libertario” de acción terrorista que más civiles ha matado en toda Sudamérica (que alguien me corrija si me equivoco). Asombra y asusta el tono de voz literario de las mujeres peruanas que componen este mosaico sobre la violencia dogmática. Una tras otra justifican los sacrificios humanos de su guerrilla con una frialdad a menudo grotesca y, lo peor de todo, panfletaria; sin embargo, es ahí donde yo percibo la verdad de esa situación, como una veta fílmica que reflejase la experiencia personal de las retratadas, a pesar de que estén siguiendo un guión, tanto para la cámara de Finn como en sus vidas cotidianas.





El formato videográfico tiene la capacidad de construir una estética acorde con el contexto de la prisión peruana donde tienen lugar los hechos de la película. Eso anima a descascarar los prejuicios que todavía tengo (y tenemos, en general) con los soportes fílmicos alternativos, mucho más baratos, poco o mal entendidos e infinitamente más accesibles. El resultado siempre puede ser algo como ‘La trinchera luminosa del presidente Gonzalo’, una obra de un enorme interés audiovisual y humano.

Hasta aquí llego con las palabras sobre cine. Que alguien me releve y me deje colgado algún comentario sobre alguna película, algún insulto a Sofia Coppola, algún insulto a mi persona, algo que se asemeje a una conversación ya que, al fin y al cabo, eso es todo lo que pretendo al escribir este blog.

Sergio. 17/03/11.

3 comentarios:

pez con delay dijo...

"Tú piensas que eres distinto porque te dicen poeta, y tienes tu mundo aparte más allá de las estrellas. De tanto mirar la luna ya nada sabes mirar, eres como un pobre ciego que no sabe a dónde va"

http://www.youtube.com/watch?v=zTbvLJXIOfY

"Poeta de tiernas rimas, vete a vivir a la selva"

Anónimo dijo...

..no sabes la de veces, que he escrito algunas palabras, tras leer las tuyas, y algún problema de mi cuenta, no ha querido publicarlas.. ..hasta hoy no se me ha ocurrido, prescindir del proceso de firma; de hecho no me excedo por la poca fe, en ésta prueba..
Pelayo

Sergio / Ismael dijo...

Oh, Pelayo... No sé si el problema es de tu cuenta de correo / blogger o de tu "otra cuenta", es decir, la que tiene que ver con nosotros mismos y nuestras decisiones. Tus comentarios siempre me dejan cavilando... Pero déjalos siempre. Escribe harto. Por favor. Y este es un blog sobre la fe, así que estás más que invitado a hincharla y agrandarla.
Un gran abrazo.