domingo, 17 de abril de 2011

211. Siete de la mañana. Felicidad.



(Extraído de 'El océano y las rocas: una visita al útero materno', la última obra de teatro que he escrito).



Quince golpes de tambor, bien espaciados entre sí, llamarán al público y concitarán el silencio.

EL PADRE (cincuenta años) habla, alecciona junto al fuego. Su ropa blanca, usada y poblada de dobleces, brilla con las llamas y crea un aura de atención y de respeto en torno a su persona.

EL PADRE
Atento. Felicidad. Siete de la mañana. Felicidad. Lávese bien la cara en el arroyo. Si vive en pareja, hágale el amor y luego lávase la cara. Camine por el campo largamente, el mayor tiempo posible antes de ingerir un estimulante. Felicidad absoluta. Levantarse temprano, hacer el amor, lavarse la cara, pasear bajo los cerezos o bajo los arrayanes o bajo los castaños, dependiendo de la latitud o de la suerte. Pronto. Desayuno. Amase pan. Queme leña. Caliente agua. Felicidad. Una breve lectura de no más de una hora pero no menos de media. Se recomiendan cuentos o, en su defecto, novelas difíciles de terminar que necesiten recurrir a la sucesión de cuentos. Nada realista. Deje a la mente viajar a través de la mentira. Las ideas calan en el resto de la mañana aunque en el fondo sólo sobrevivan a los primeros minutos del resto de su vida. Pero piense en que nada sobrevive y engáñese al mismo tiempo con ideas de supervivencia. O mejor, no piense. Felicidad. Huerta. Zanahoria. Estiércol. Hágalo despacio, y no avance a través del mediodía. Cante. A ser posible, cante. Una vez conocí a un campesino que sólo sabía una canción. La canción decía así (canta arrítmicamente): “hermano buitre, qué harás con la eternidad, hermano buitre, un valle hinchado bajo un sol sin vida, hermano buitre, qué sacarás del pozo sin fin, quédate en tu nido, hermano buitre, que nadie pregunte por la montaña donde habita el rondador de la muerte”. (Breve silencio). La misma canción un día tras otro, perfeccionándose bajo la lluvia o calentándose en letanía durante el amarillo del verano, siempre la misma canción, que tampoco poseía una musicalidad especial, era más bien monótona de escuchar, triste, por qué no decirlo, fea, pero el campesino la elevaba con su voz, que si bien no era bonita, sí que era constante. Y a la tierra le gusta la constancia. Y lo único que hay que hacer antes del mediodía y a partir de las cuatro de la tarde es hacer feliz a la tierra. Felicidad absoluta. Comida. Arroz. Si a la serpiente le gusta el arrozal, es por algo. Defeque mucho, con ganas, siempre queda algo en la recámara del culo. Duerma la siesta. Les confesaré un truco, llamado el truco de la llave. Antes de dormir, sostenga una llave con la mano que más utilice y abrácela con los dedos. Cierre los ojos. Si comió bien, el sueño no tardará en venir. Cuando eso suceda, el cuerpo descansará, es decir, el alma saldrá de su cuerpo y de su mano, y los dedos se estirarán para decirle adiós, y la llave se caerá al suelo, y el sonido metálico molesto de la llave contra el suelo le despertará, y el alma volverá a su cuerpo y usted ya habrá descansado el tiempo suficiente. Lávese la cara. Lea. Escriba sus pensamientos y luego quémelos. Felicidad. Huerta. Lo mínimo para el máximo. Contemplación de las nubes y advertencia de los cambios. Ritual. Juego. Si tiene niños, es el momento de hablarles. No antes de las siete. A las siete, hábleles y explíqueles de dónde viene el mundo. Dígales: el mundo surgió de un agujero, un agujero que está en alguna parte y que es mejor no encontrar hasta que él no nos encuentre a nosotros, todos tenemos algo que nos falta en nuestra vida y ese algo es el agujero, no hay que intentar rellenarlo con nada, no hay que confundirlo con el hambre ni con la sed, ni tampoco con la ausencia de amor romántico o sexual, sino con ese otro algo cuya fuerza centrífuga podría llevarnos a la destrucción de nuestras cosechas y de las cosechas del vecino, si los hubiere, vecino y cosechas, baste saber que llenar lo que no quiere ser llenado es malo y conduce a la locura, la desesperación y la muerte antinatural de nuestra especie. Es bueno que los niños entiendan estas cosas en forma de narraciones apropiadas, fábulas como la de la zorra que no quiso ser madre, la paja que andaba sola o la culebra que vino de otra galaxia. Así sabrán todo lo que necesiten saber sobre el agujero. Acompañen esta tarea divulgativa con una bebida caliente y, ocasionalmente, con una ingesta de hongos habladores, particularmente recomendada durante el solsticio de verano. Cenen. Moderamente. Sigan con las bebidas calientes hasta el momento de dormir, nunca vino, mucho menos cerveza. Alguien dijo una vez que los que no consumían alcohol acababan violando a sus madres y decapitando a sus padres, y de ahí a todo aquel que se pusiese en su camino, animal o vegetal. Bueno. Ese alguien seguro que no conocía la canción del hermano buitre, y al no conocerla no tenía nada que cantar. Todo lo que no es canto es jaula, aunque una jaula también se construye cantándola. E independientemente de su dieta, si usted tiene que matar, mate. Felicidad. Busque un lugar donde sople el viento y ofrezca el rostro. Haga fuego. Orine en la vereda. Contemple con arrobo la oscuridad que se cierne o que se ha cernido antes de cerrar los ojos. Si tiene pareja, tóquele el sexo a sabiendas de que la consumación es más placentera y pertinente a primera hora del día, y no a la última. Pero tóqueselo nomás. Duerma. Ni antes de las once ni pasada la medianoche. La luna y las estrellas eligen un modo de comunicación más sutil que el malentendido astrológico, y ese modo es el sueño. Felicidad absoluta. Sueñe. Escuche lo que sus abuelos tienen que decir en el sueño. Muera todos los días un poquito para saber lo que es vivir. Caiga en el agujero. Felicidad.

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