martes, 5 de abril de 2011

208. No te salves.



La anécdota es la siguiente…

A pocos kilómetros al sur de San Salvador de Jujuy se expande un modesto pueblecito tabacalero llamado Monterrico, en cuyos alrededores hay un viñedo orgánico y un espacio comunitario gestionado por tres hermanos: Javier, Josefina y Agustina.

Un mediodía particularmente caluroso me aventuré hasta allá para preguntar si necesitarían voluntarios en su chacra. Los hermanos me invitaron a pasar a un salón blanco con muchos aparatos eléctricos, me dieron agua, té y pasteles y me dijeron que no recibían a nadie ahora mismo porque estaban en proceso de reorientar sus propósitos hacia otro lugar. De poco sirve regenerar una tierra maltratada cuando tienes aviones encima de ti lanzándote pesticidas cada dos por tres, entre otras muchas vicisitudes contra las que los chicos se han cansado de luchar. Lo entendí y les di las gracias por la acogida.

Pero seguimos hablando. Entre otras cosas, de las distintas vías de acceso al conocimiento, de lo fácil que es quejarse por todo, del dolor impreso en los valles de la provincia de Jujuy (devastados con el monocultivo de caña de azúcar y tabaco), y del fin del mundo. Sí, eso que ya a nadie parece darle mucha risa, entre otras cosas porque ya hemos visto lo fácil que podría ser la aparición de una pandemia nuclear a raíz de lo sucedido en Japón.

El cambio del eje polar es un hecho bastante contrastado y la información acerca del mismo está disponible para todo el que esté interesado, y no sólo en la página web de la NASA, que no tendría por qué ser la más fiable. El resultado previsible de algo así sería un movimiento de avance y posterior retroceso de las aguas, que aislaría las tierras altas del planeta, mataría a un número considerable de bichos vivientes y propiciaría la aparición de un nuevo continente en el Atlántico sur. Poco quedaría de Europa. España desaparecería casi por completo.

Hablamos de eso. Ninguno de nosotros creíamos que una reacción del planeta (no al cambio climático, sino al CAMBIO en general al que todo está sujeto, desde nosotros mismos al suelo que pisamos) sea una hipótesis descabellada, pero tampoco nos interesan las hipótesis en la medida en que no creemos que algo pueda ser predecido rigurosamente. Podemos estar equivocados al respecto, cómo no. Quién sabe.

Llevo un tiempo con esta información y otras informaciones en mi cabeza. A punto he estado de someter acciones futuras a estos posibles cambios.

Pero hete aquí que los tres hermanos de Monterrico me leyeron un poema de Mario Benedetti que, al parecer, es muy conocido, aunque yo nunca lo había escuchado anteriormente. El poema se titula ‘No te salves’, y dice así…


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca

no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si pese a todo
no puedes evitarlo

y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas

entonces
no te quedes conmigo.


Benedetti no es uno de mis poetas favoritos, pero tengo que darle la razón en esto. Tengo que darle la razón a Javier, a Agustina, a Josefina.

No sé lo que voy a hacer con mi vida, lo que ésta me empujará a hacer, lo que yo me empujaré a hacer a pesar de todo. Pero sé lo que no quiero hacer. Y, definitivamente, no quiero salvarme.

A la espera de que me entiendan o me desentiendan y de que quieran iniciar un debate fructífero para todos, me despido hasta la próxima entrega. Salud.



Sergio. 5/4/11.

1 comentario:

Elena Garrido dijo...

No podemos salvarnos.

Loviu.