martes, 5 de abril de 2011

207. A través del espejo (VIII): David Milch.



Volvemos a la televisión y a uno de los espacios clásicos de este blog. Ya que últimamente me ha resultado muy difícil ver series, y más aún ver una en su totalidad, el repaso a la década prodigiosa de la ficción gringa quedó un poco descolgado. No sabía hasta qué punto me dejaba una de las mejores porciones del pastel para el final: ‘Deadwood’ (2004-2006), la ya mítica producción de la HBO creada por David Milch, es un puñetazo de tino en la mandíbula.

¿Por qué es tan valiosa esta serie? (Venga, voy a resucitar el formato de las enumeraciones).

a) Porque es un western. Eso que puede no decirle gran cosa a algunos espectadores, para mí es un llamado a la atención escrupulosa. El western es el más fascinante y el más completo de todos los géneros clásicos, uno que realmente nace, se desarrolla, muere y se reformula hasta la saciedad, y un relato con tantos elementos legendarios de representación (personajes, espacios, situaciones dramáticas) que nos ha vinculado a todos en su dinámica. Heredera del legado artístico de Ford, Mann, Hawks, Vidor, Wellman y otros tantos alimentadores del mito, ‘Deadwood’ sabe destacarse por ser la única muestra auténtica de realismo descarnado que se ha permitido el género en cien años de evolución. Yo no puedo teletransportarme y asegurar que los rudos emprendedores del Lejano Oeste se comportaban exactamente así, pero cuando veo esta serie y percibo el olor a orina y semen de los prostíbulos, intuyo que Milch debe estar en lo cierto, y de no estarlo, hace algo realmente importante: lo parece. Sus decisiones creativas son afortunadísimas, y tal vez la más comentada y no necesariamente la mejor sea la del lenguaje utilizado por los personajes, un constante malabarismo de insultos y juramentos terribles acompasado con verborrea shakesperiana. Se mire por donde se mire, encaja. Te lleva ahí, al lugar exacto donde se construyó un país y se sentaron sus pautas de conducta, consigo mismo y con el resto del mundo. Eso es llevar el western a toda su gloria, y llevaban cuarenta años celebrando sus funerales (más concretamente, desde el estreno de ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, en 1962).

b) Porque lo que sucede me interesa muchísimo, aunque a menudo haya una sensación desconcertante de que no sucede nada en absoluto. Esto echará para atrás a mucha gente, y es que éste no es un relato para el adicto a la narración con sobresaltos y avances perceptibles y/o constantes. En su lugar, los personajes exploran partes de sí mismos que no suelen ser tomadas en cuenta por ningún otro creador. ¿Por qué habría alguien de buscar esa vaguedad en las acciones que lleva a cabo Joanie Stubbs, la prostituta/madame/buena samaritana interpretada por Kim Dickens? ¿Qué otro daría tanta cancha a alguien tan impertinente y deleznable como E.B. Farnum? Sí, David Milch y su equipo de guionistas le buscan el quinto pie al gato. A todos y cada uno de los seres que han creado. El resultado es una sensación de que estamos siendo abandonados más allá del lugar donde todos se suelen detener, y de ahí esa extrañeza ante algunos de los diálogos o silencios de ‘Deadwood’; o, directamente, ante capítulos enteros entregados a una divagación que no se justifica con facilidad. Siendo justos, no siempre este juego consigue conectar con el espectador, ni siquiera con el más entregado. Pero a mí lo que me importa es el riesgo asumido y el deseo de explorar en las posibilidades que da una serie para intimar con un ser ficticio a lo largo del tiempo.


Doc Cochran no se anda con tonterías;

es un médico conocedor de la crueldad de Dios.



c) Porque no hay un solo actor malo en todo el elenco, lo cual no sería tan extraordinario (los repartos de las series estadounidenses suelen ser a menudo lo mejor de las mismas) si no fuera porque dicho elenco supera cualquier expectativa de talento e intuición interpretativa. De Ian Macshane se ha dicho mucho y no voy a repetir que es un placer verle capítulo tras capítulo: lo es, y Al Swearengen (el rol protagónico que lleva a cabo) no podría tener más carisma. Adoro a Swearengen. Es difícil resistirse ante semejante volcán humano. Pero no es menos destacable lo que hace, por ejemplo, Brad Dourif en el papel secundario de Doc Cochran, rozando lo inimaginable en episodios como ‘Sold under sin’, cuando increpa a Dios con un desgarro que pocos actores (y realizadores) han podido capturar en ese rectangulito que es la imagen en movimiento. Podría aburriros con ejemplos, pero señalemos al menos a una mujer, a la puta más fuerte, resabida y honesta de la pequeña y gran pantalla: la fenomenal Trixie, interpretada con un ardil insólito por Paula Malcomson. Su relación afectiva con Sol, el ‘judío’ de la serie, es un delicioso contrapunto a las subtramas amorosas convencionales, tan tierno como grotesco.


'Anyways, do you want a free fuck?'




d) Porque es hermosa de ver, está rodada con una sensibilidad estética nada forzada, y hay un aprovechamiento tal de las limitaciones que le son impuestas (la serie apenas se puede permitir salir del pueblo que le da título) que éstas acaban convirtiéndose en hallazgos, en identidad propia.

‘Deadwood’ es la historia del nacimiento y primeros años de vida de un asentamiento rural en las colinas de Dakota del Sur. El marco histórico es la fiebre del oro y la anexión de territorios por parte de los distintos estados que configuraban el mapa yanqui en el último cuarto del siglo XIX. Algunos de los iconos de la serie, como Swearengen, el sheriff Bullock, Cy Tolliver o Charlie Utter, están (no sé si fielmente o no) basados en personajes históricos del mismo nombre, entre otros mucho más conocidos como Wild Bill Hickock, Calamity Jane o George Hearst. Ninguno de ellos recibe un trato especial por su condición de mito, obviamente, siendo el caso más notable el de ‘Calamity’ Jane Canary (interpretada por Robin Weigert), que desfila en ‘Deadwood’ como la alcohólica gritona e incapacitada para la acción que pudo haber sido. Y ni siquiera los personajes anónimos que podrían caer en el estereotipo, como la inolvidable Jewel, se libran de su condición humana; o lo que es lo mismo, una tullida fea y de pocas luces también puede ser maliciosa y maleducada, y no el dechado de humildad y estoico padecimiento en el que suelen caer todos los guionistas.

Tres temporadas tuvo ‘Deadwood’ antes de la cancelación (es importante notar que el último episodio no es la conclusión de la serie, aunque de algún modo lo parezca). La primera se centra en la animadversión entre un temible Swearengen y el valedor de la moral que siempre acaba siendo el rígido Bullock, a pesar de que sus papeles se inviertan, felizmente, no sólo al final de la temporada sino durante el resto de la serie. La segunda tanda de episodios es, tal vez, la menos interesante, y pervive en la memoria gracias a las subtramas y no tanto por el embrollo político en el que Swearengen se ve envuelto. Por suerte, la tercera temporada resurge gracias a un conflicto que se destaca sobre el resto y que regala una suerte de unidad y camaradería que todos los personajes de la serie comparten. Los últimos capítulos emitidos se cuentan, a mi gusto, entre las horas televisivas más sublimes que he visto nunca, y el magnífico episodio ‘A two-headed beast’ tiene el honor de regalarnos la escena más violenta que la HBO se haya sacado de la chistera, es decir, la lucha cuerpo a cuerpo entre Dan Dority y el ‘Capitán’ de Hearst.




No quiero convencer a nadie, como me acabó sucediendo con ‘The Wire’ (al menos conseguí que Alazne la viera y compartiera mi entusiasmo). La serie está ahí para quien quiera verla y aprender de sus aciertos y sus errores. Os dejo con muestras agudísimas de su sentido del humor (constante) y de su profundidad en los diálogos, algunos de los cuales podrían ser los mejores que se han escrito para la televisión.


Cy Tolliver: Cy Tolliver, Mr. Wolcott, how do you do? And what do you drink?
Francis Wolcott: Kentucky bourbon, if you’ve got it.
Cy Tolliver
: Pour Mr. Wolcott a bourbon, Jack, and tell him it’s from Kentucky.


Al Swearengen: Pain or damage don’t end the world. Or despair or fucking beatings. The world ends when you’re dead. Until then, you got more punishment on store. Stand it like a man… and give some back.




2 comentarios:

Diego Stabilito dijo...

Wey Sergio me has leído el pensamiento!! empecé a ver Deadwood hace poquísimo, de hecho solamente llevo 6 capítulos y la estoy degustando poco a poco. Realmente se nota que es factoría HBO...no defrauda. Terminé The Wire y me dí cuenta de que es la mejor serie hecha hasta el momento (aunque el morito tardará en darse cuenta o ni lo hará). Ahora estoy también con Crematorio...un intento de Canal + de serie HBO, Pepe Sancho, Alicia Borrachero...está bastante bien. Ya te contaré cómo avanza el western!

Sergio / Ismael dijo...

Bueno, pues vas a disfrutar mucho con la recta final de la primera temporada. Me alegro de que te hayas animado a verla porque creo que es una gran gran serie. Y más aún de que hayas llegado al final de The Wire con ese remolino de emociones impagables (oh, Duquan) que son los últimos capítulos. Qué tino tiene usted, señor Stabilito.

El moro es un pesado. Debería sentarse y ver lo que se está perdiendo. No sólo de Breaking Bad vive el hombre (y dentro de lo buena que es, Breaking Bad es mucho más pedante y llama más la atención sobre sí misma).