martes, 2 de noviembre de 2010

178. El manso.




Caminé por sendero de ripio a orillas del río Manso. No había una sola nube que no estuviese extrañamente vinculada a otra, dibujando un panal blanco en el cielo al que las horas de caminata restaban encanto. Mi incertidumbre también tenía mucho que ver: casi dos meses en este país y nada parecido a un laburo en el horizonte. Sólo nubes y mucha espera. Una espera incómoda de la que hasta hace poco pensaba que no podía extraer nada positivo. Ahora ya sé que no es así. Porque la gente que he conocido ha moldeado mi vivencia de este país hasta convertirla nuevamente en algo íntimo, irrepetible, y que seguramente no podría haber sucedido de otra manera.

El rincón andino que me tocaba inspeccionar (y que podéis intuir en las imágenes) era donde, supuestamente, podría haber entrado a laburar. Se trata de un proyecto de cultivo ecológico que un muchacho presentó al multimillonario Joe Lewis, el discutible y discutido propietario de unas cuantas hectáreas de terreno al norte de El Bolsón. Si sacudes de la mente tus ideas acerca de la privatización de espacios públicos y las escandalosas compras que los ricos hacen de las reservas acuíferas de la Patagonia, el lugar podría llegar a resultar el paraíso para un buen trabajador y un amante de la naturaleza. De hecho, lo es. Pero yo soy un ilegal, un ilegal inquieto en un lugar manso e inabarcable. Y no podían tenerme allí. De nuevo el trabajo en negro es un asunto escurridizo, y yo miro al cielo y sus nubes en El Manso y digo ‘sería realmente bueno que vuestras formas no tuvieran sentido, y aún mejor que Joe Lewis me pagase una película’.




Las huertas de 'El Manso'.
Ian, arriba del todo, hace el saludo peronista.


Este intento fallido de curro estuvo patrocinado por un chaval increíble, ‘una masa’ (como dicen por acá). Habla mucho lunfardo y siempre tiene un ‘boludo’ en la punta de la lengua. Su facilidad para la conversación agota todos los pronósticos, pero aún más interesante es la seriedad huidiza de su rostro, atributo de quien ha vivido mucho en poco tiempo, de quien se mueve habitualmente entre contradicciones. Ian Loiotile (posiblemente el nombre más descomunal que he oído nunca) tiene diecinueve años recién cumplidos, juega al rugby, juega al metegol, bebe Fernet, escucha a Charly García, habla de minas, piensa en voz alta sobre las circunstancias de la vida y luce un tatuaje en el brazo: NO HAY PAREDES. Yo le dije que el punto final a esa frase ya es una pared, no como una crítica a su tatuaje, sino como una apreciación honesta. Él no lo cree así. Y si lo creyera, tampoco pasaría nada. No es una persona que pierda el tiempo arrepintiéndose de cosas porque él va rápido y directo. No es un manso.

A Ian lo conocen como ‘El Facha’. Nótese que ‘facha’ no es ‘facho’ (el término argentino para designar al sujeto de tendencias fascistoides). Uno que tiene ‘facha’ es un tío con percha, atractivo, con un físico llamativo. A Ian le apodaron así por llevar a los entrenamientos de rugby una remera con flores rosas estampadas, la que usaba cuando jugaba en París. Sí, ‘El Facha’ ha corrido mucho para lo joven que es, y no tiene intención de detenerse, aunque sueña con una casa y una chacra donde recostar su cabeza. Ése el sueño comprensible de muchos argentinos, porque la tierra que han heredado estimula ese proyecto de vida. Una casa modesta, una chacra con huerta, un manzano en flor, un perro, un gato que se coma los ratones, y el cielo. El sueño del manso y del que quiere serlo.

El señor Loiotile no podía dejarme indiferente y por eso le dedico este episodio. Fue en parte gracias a él que me quedé más tiempo del previsto en El Bolsón. Preparaba mate con Emiliano en la cocina del Refugio Patagónico y empezó a referirse a mí como ‘el gallego’ (algo que nunca me ha molestado, aunque otros españoles en estas tierras se impacientan bastante con esta costumbre, tal vez porque aquí se cuentan chistes de gallegos como nosotros contamos chistes de Lepe, lo que sigue sin ser para tanto). Después jugamos al metegol (futbolín) y perdí. Creo que perdí siempre. Y así, a golpes de bola y de vaso y tras varias noches frías con rock nacional de fondo, alcancé a conocerle un poco y empecé a echarle de menos cuando no llamaba por teléfono para preguntar por ‘el gallego’.

Emiliano, Facha y un servidor, encajonados en la
chimenea del Refugio Patagónico (mi casa en El Bolsón).

Ian lamentó mucho que no pudiese entrar a trabajar en El Manso, pero hizo todo lo que pudo y yo no puedo estarle más agradecido. Ahora que se ha ido de este valle patagónico, me hubiera gustado darle algo que pudiese llevar consigo, pero mis posesiones durante el viaje son escasas. Espero que estas palabras le lleguen allá donde esté.

Recuerdo que cuando íbamos caminando de vuelta a El Bolsón, arrastrándonos por sendero de ripio a orillas del Manso, tuve una visión espeluznante. Ian me hablaba de distintos momentos de su vida con una generosidad insólita, sin filtros. Yo escuchaba, y por primera vez en mucho tiempo no me costaba nada hacerlo. Pasamos cerca de una casa con vistas al río, rodeada de una hermosa chacra con pasto recién cortado. Me imaginé a una familia cualquiera reuniéndose allí para charlar y devorar un asado. La calma, el rumor del agua, el fuego, las manos de un niño que gatea en la hierba. Acto seguido, vi cómo algo trágico podría suceder allí mismo, rasgando esa calma en un segundo. Un pequeño accidente, un descuido, algo realmente horrible. La gente que hasta hace poco estaba disfrutando del privilegio de sentirse vivo ya no podía mirar con los mismos ojos ese paisaje de maitenes, agua, sol y nieve. Y la naturaleza, sin embargo, sería la misma. Indiferente ante cualquier tipo de desgracia humana. Este pensamiento me conmovió profundamente. Decidí no compartirlo con Ian en ese momento porque no habría podido verbalizarlo. Lo hago ahora.



Próximamente haremos un repaso del mes que ha pasado y un pronóstico inútil de lo que podría pasar. Estén atentos a esa ventana informática que nos aleja aún más del mundo. Salud.

Sergio. 2/11/10.

1 comentario:

Anónimo dijo...

TE VEO MUY BIEN, ME GUSTA VER FOTOS TUYAS, EN CUANTO AL POST ESTUPENDO, ESTE LO DISFRUTE.

UN BESO

LUDY