jueves, 30 de septiembre de 2010

168. El lahuán solitario, el arrayán partido.



En anteriores episodios de ‘Miss Kalashnikov’:

- Si no vienes conmigo haré de tu vida un infierno, Micaela. Empezando por tu peinado.
- Ese niño no era tuyo. Nunca lo ha sido. ¡Es el hijo de Satán!
- No podemos quedarnos aquí por más tiempo. Llueve odio sobre nuestras cabezas.
- ¡Bebo porque me gusta! ¿Me oyes? ¡Prefiero el vino blanco de mesa a estar más de un minuto contigo, Rafael!
- Me has tocado como un barco toca un iceberg… oh minita mía…
- Sigo en la Patagonia, de momento…



Hola, cariños. ¿Solución?


La chica de la solución sigue siendo la madrina
de la tercera temporada de 'Miss Kalashnikov'.


Abandoné la ciudad más austral del mundo y la isla que la cobijaba para encontrar el que de momento se ha convertido en mi lugar favoritísimo de Patagonia. Está en la base de los Andes, como casi todo lo que me da a mí que tiene tino por estos lares, se llama Parque Nacional de Los Alerces y limita, al sureste, con una pequeña y serena ciudad llamada Esquel y, al norte, con los fantásticos Cholila, Lago Puelo y El Bolsón, donde me hallo ahora mismo. Entremos en materia.

En mi búsqueda de una residencia temporal y un trabajo con ardil pensé que me iría bien probar en la antigua Meca argentina de los hippies (muy bien reflejada en la película ‘Salamandra’ de Pablo Agüero). ¿Por qué venían los hippies a El Bolsón, y por qué vienen los neo-hippies a día de hoy? No por las drogas, pillines. Sucede que además de la artesanía y los trapitos y la buena onda hay por aquí un terreno magníficamente aprovechado para el cultivo ecológico y una proliferación interesante de centros educativos alternativos donde las maestras susurran como si fueran hadas de cuento, así como refugios montañeses donde hombres de barba infinita miran por la ventana, beben mate y escuchan a José Larralde (o la combativa emisoria de radio local, siempre protegiendo los glaciares o cualquier reserva acuífera). No sé si os sonará bien. A mí me fascina.




Un fotograma de 'Salamandra' (Argentina, 2008).



Tras llegar a Esquel puse mi tienda de campaña en el jardín de un tío que todavía no había abierto sus instalaciones pero al que no le importaba cobijarme por una noche. Tampoco quiso cobrarme, todo un detalle. Hablamos de varias cosas: mochileros, millonarios que compran mitades enteras de países como Chile, enfermedades… A la mañana siguiente empaqué mis cosas de nuevo y, haciendo caso omiso a la mujer infernal de la Oficina de Turismo de Esquel, me interné en el Parque de los Alerces y comprobé que nada de lo que me había dicho aquella tipa era cierto. Había muchos senderos abiertos sin los cuales mi vida habría sido mucho menos colorida e interesante.

Una cuña publicitaria.

Transportes Esquel está llevado por un matrimonio de la zona con un tino descomunal. Mientras él conduce como puede por la carretera de ripio, ella ofrece caramelos, café y conversación a los viajeros amodorrados de su mini-bus. Con un poco de suerte, paran el carro y te sacan de dudas sobre los tipos de árbol que encuentras en tu camino, o te muestran la ajada cabaña de Butch Cassidy y Sundance Kid a orillas del Río Blanco. Agradecí mucho toda la información que me brindaron: itinerarios, campings gratuitos y muchísima sorna. Ella, en concreto, es fabulosa en este aspecto.

A veces hay que meter una cuña así.

Butch Cassidy, Ethel Pace y Sundance Kid.


Mi obsesión actual parece ser la botánica. Tengo un pasatiempo predilecto que consiste en pasear por el bosque y decir en voz alta el nombre de las plantas que me encuentro. Parezco un gilipollas. Aquí van mis favoritas del bosque andino-patagónico.



El alerce (en mapuche, lahuán, que significa ‘abuelo’) es la conífera más longeva del mundo. Su corteza es fantástica: agrietada y con textura resbaladiza, anaranjada, altísima. Sólo pude ver un lahuán solitario porque no pillé el barco que te lleva hasta un alerzal recóndito en el que viven ejemplares de tres mil años.




El arrayán tiene mogollón de tino. Corteza canela y fría al tener unos vasos circulatorios muy anchos. Crece mucho en las orillas de los ríos y lagos patagónicos. Y parece una jirafa.




Las hayas australes (‘Nothofagus’) son las reinas del bosque y el monte. Arriba del todo crecen las lengas, de las que me estoy perdiendo las hojas porque ahora mudan. El coihue puede llegar a proporciones gigantescas y está por todas partes. Pero el ñire, con sus elegantes farolillos amarillos, es la cosa más carnavalesca / fantasmagórica de todo el paisaje, sobre todo cuando el suelo está nevado. Los ñires del cerro Piltriquitrón son uno de los espectáculos visuales más bonitos en esta época del año, a mil quinientos metros de altura, cerca de un refugio maravilloso donde he vuelto a tener esa sensación de “casa en el fin del mundo” tras mi viaje al desierto de Gujarat, India.

Acampé a orillas de un lago desde el que se veían (y se reflejaban en sus aguas) unos picos nevados con glaciar en medio. Lo más bonito de todo es que ni me había hecho expectativas del lugar ni había ido buscando esos lugares a propósito. Todo se abría a la vista con un descaro y una belleza imposibles. La escarcha en la tela de la tienda, los tés en el interior de la misma, las pisadas de los zorros por la noche, el agua fría en la cara por la mañana y los dedos pálidos y el cielo estrellado austral… Realmente bonito.

Y dejo ya de aburriros con la flora para referiros que están surgiendo unos temas interesantes en El Bolsón. No sé si trabajaré en unos cultivos orgánicos que hay cerca de aquí, en mitad de la montaña. No sé si podré colar como refugiero en las cabañas del bosque. No sé si podré siquiera encontrar alojamiento gratuito a cambio de trabajo. Que las cosas pinten bien en un principio no dice nada de su evolución posterior. No quiero emocionarme mucho, pero la gente es simpática y el lugar no podría estimularme más (a pocas horas tienes unas vistas espectaculares de la Cordillera de los Andes). Así espero despejar algunas preocupaciones que haya podido generar el post “¿Por qué viajo?”; en él lidiaba con un tema tan complicado que acabé incluso cambiando la imagen del blog (con un nuevo apéndice de razones por las que la monarquía merece la pena). El viaje continúa hasta que tenga algo más de plata y capacidad de maniobra, y todo lo que dije acerca del fin de un ciclo sigue pareciéndome cierto. Por eso vamos a disfrutar lo que dure esto.

Próximamente, en ‘Miss Kalashnikov’:

- ¡No pongas ‘Mecano’! ¡Por favor, no pongas ‘Mecano’!.
- Siempre supe que eras un androide.
- Mi naturaleza es amar. Por eso tengo unos atributos tan amatorios, Selena.
- Quien no lo coma todo ve esta noche a la estricta Yolanda.


Sergio. 30/09/10.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta tu nuevo estilo. Siente los Andes por mi, es uno de los sitios a conocer en mi diario, junto con el Perito Moreno, y comerme una buena parrillada de carne..

Un beso

Unknown dijo...

El nuevo estilo bien, pero... qué gran pérdida la sección de títulos ficticios de pelis!

Anónimo dijo...

Hola Sergio. Enhorabuena por tus palabras.. Soy cristina, nos conocimos en el bus del PN los Alerces. Te recordamos con admiración. Suerte en tu viaje. Un abrazo