lunes, 3 de agosto de 2009

LXXVII. Ese amor ya sin ti me amará siempre.



Dabri Marg pam pam pam Dabri Marg pam pam pam



Logro sentarme en un resquicio metálico del mini-bus. Noto cómo el sudor hace carreras por mi pecho, ininterrumpidas, porque sigo sin tener pelos, muy a mi pesar, con lo que el sudor encuentra fácil su recorrido hacia la goma del calzoncillo. Muchos cuerpos, la mayor parte descuartizados por el día, tosen y manosean sus bolsillos, palpando la rupia pegada al muslo. No hay que hacer esperar al revisor, que es un intocable, y los intocables hablan con fuego y apenas comen, porque son así de chulos. (Secretamente: me gustan los intocables, serían unos perfectos maridos si no fuera por esos pantalones de chándal). La luz no pertenece a esta dimensión, de la misma forma que una rosquilla cuadrada no pertenece al mundo de las tarjetas de visita. Si la mujer gorda dejara de sudar, sería un alivio. Pero, ¿cómo iba yo a impedírselo, con tantos coches entre nosotros, tanto amor forzado, hinchado de hastío, tanta mano ensombrecida por el óxido de las barras de apoyo, tanto sudor perfecto, geométricamente implacable, casi pintado por un maestro, por Dios, cómo? Nos acercamos a mi parada. Buceo entre los pantalones de pitillo, oliendo el letargo sexual de las bolsas de tubérculos, y el 707 me devuelve a la calle, donde una brisa soplada por un destino aburrido me trae el cuerpo de vuelta, yo me lo pongo, camino, y llamo al timbre. Son las nueve y media de la noche, y por fin puedo sentarme en el sofá, beber el zumo escarchado, comer el mango, mirar el techo, imaginar el amor, tocarme los huevos, dormir bajo el ventilador.


Entonces, ¿está muerta?


Explico las diferencias entre el verbo ‘ser’ y el verbo ‘estar’: ‘El verbo ‘ser’ se utiliza en un contexto de amplitud en el espacio y en el tiempo: ‘yo soy Sergio’; ‘yo soy español’; ‘yo soy un ser humano’; ‘yo soy profesor/escritor/impostor’; ‘yo soy una persona ansiosa/tímida/generosa/mentirosa’… y así sucesivamente con todas las cosas que no son susceptibles de ser cambiadas. En cambio, el verbo ‘estar’ se utiliza en un contexto de inmediatez en el espacio y en el tiempo: ‘yo estoy eufórico’, ‘yo estoy enfermo’, ‘yo estoy tranquilo’… ya que nada nos asegura que seguiremos en nuestro estado de euforia, enfermedad o tranquilidad al final del día. Por ejemplo, ‘yo estoy vivo’. Nada nos asegura que, en las próximas horas, seguiremos estando vivos.’ Pregunta: ‘Entonces, nada nos asegura que en las próximas horas seguiremos siendo seres humanos indios, con lo cual, ¿por qué no utilizar siempre el verbo ‘estar’, ya que todo es tan transitorio?’ Respuesta improvisada: ‘La vida no tiene por qué tener sentido. Las lenguas que utilizamos para designar los hechos de la vida, tampoco’. Pregunta: ‘Entonces, ¿decimos ‘yo soy muerto’ o ‘yo estoy muerto’? Respuesta con la boca pequeña: ‘Yo estoy muerto’. Pregunta: ¿Por qué, si no hay nada más definitivo que la muerte? Respuesta: ‘Tal vez… porque no estamos preparados para utilizar el verbo ‘ser’ en una situación tan… definitiva’. Silencio.


Yo no soy nada
Tú no eres nada
Él / Ella no es nada
Nosotros / Nosotras no somos nada
Vosotros / Vosotras no sois nada
Ellos / Ellas no son nada



No recuerdo muchas cosas. De pequeño, uno se recrea en el suelo y en los pies y las piernas de quienes han crecido más que él. Uno de mis primeros recuerdos está relacionado con la muerte, aunque yo no lo sabía. Me habían puesto una cosa sobre la cara para que respirara y me quedase dormido. Algún tiempo después, cuando abrí los ojos, vi a mi hermana, no muy cerca de mí, más bien lejos, tal vez al otro lado de un cristal, y estaba llorando. Si lo soñé o no es algo que nunca sabré, como tampoco sabré si fue verdad que una bruja me visitó una noche a los pies de mi cama. Después de esta visión, volví a quedarme dormido. Mi vida podría haberse terminado a los cuatro años, y yo hubiera abandonado el mundo cargado de amor y de olvido. Pero no fue así. Cinco años después, mi padre avanzó rápidamente por el pasillo, con una misión urgente en sus ojos y en su voz. Yo todavía estaba fascinado por el suelo e interrumpía el paso de todo el mundo. Antes de cerrar la puerta de casa, como respuesta a mi curiosidad habitual, mi padre me susurró: ‘tu güelita ha muerto’. Lloré un poco porque pensé que eso era lo que debía hacer. Me quedé bastante perplejo durante los días siguientes (incluso vi un milagro; en la iglesia de Riaño, un polvo de estrellas amarillo cubrió por completo una estampa del Sagrado Corazón de María; estaba sentado con mis tías, pero no les dije nada al respecto). Las ceremonias que la muerte despliega se me aparecieron como un sonido distorsionado, casi inaudible, pero persistente, un cántico del que la gente se queda inevitablemente prendada, tal vez porque los senderos de la tragedia son más anchos, tal vez porque nadie nos ha enseñado a tomar otros, tal vez porque da más miedo ser feliz que ser desgraciado. Recuerdo este entierro, y no el de mi tía Sara. No sé por qué. Recuerdo el cementerio y los colores de la muerte. Recuerdo que, esa noche, mi hermana y yo vimos ‘¿Qué apostamos?’ con la familia materna, y Ana Obregón acabó duchándose al final del programa, y como todos le teníamos muchas ganas, reímos y coreamos a esa tía tan mala, y yo dije ‘este es un día feliz’, sin darme cuenta de que, realmente, no lo era.


Hace mucho que no te veo

¿Todo bien?
Sí… Bueno, un familiar mío ha muerto, y echo de menos a mi familia…
Ya veo…
(‘¡¿Ya veo?!’ Pensé que dirías algo más, viejo estúpido, un ‘lo siento mucho’, o algo así, ‘¿ya veo?’, ¿qué coño es eso?, ¿vas a seguir bebiéndote tu café como si nada?)
Ya veo. Bueno… Te he hecho unas fotocopias de mi manifiesto sobre la no-violencia. Léelas y las discutiremos.
Gracias.


No podemos tomar todos los caminos (de momento; ansío esperanzado la vivencia de todas las posibilidades, la alternancia de las mismas, la historia infinita, aunque tal vez la muerte sea precisamente eso). ¿Qué nos queda por hacer? ¿Jugar a que esto tal vez sea mejor que esto otro, y cruzar los dedos? ¿A eso se reduce la vida, a un juego de mesa? ¿Por qué tengo que esperar y arrepentirme? Si sabemos, de antemano, que todo cuanto hagamos conduce a la derrota del deseo y a la confirmación de nuestra ignorancia, ¿por qué persistimos tozudamente en el engaño? ¿Tan difícil es vivir antes de morir?


Tú que te mostraste,
siempre un silencio abierto en la habitación blanca.
Tú frente a un espejo,
hablando del más allá con la risa de las madres vírgenes.
Hoy intuyo en la noche
tu pelo iluminado por el relámpago verde.
Quiero olerte,
suavizante del peluche que te quité, ya sin cabeza.
Tú hermosa infinita,
en tu mar de piel y risa camino siempre.



Charo nos alquiló ‘El piano’. La vimos con una tonelada de palomitas, y aunque yo no entendía muy bien lo que pasaba, me bastaba con descubrir la película de la que todo el mundo estaba hablando, ya que no me habían dejado ver ‘Parque jurásico’. Creo recordar que nos quedamos un poco decepcionados con el final. Llovía, o estaba nublado, como siempre en Asturias. Era la época en que mi tía iba a ver el rugir de las olas en Llanes, y yo deseaba hablar con ella y que me contase cosas.

Apenas puedo escribir cómo es Charo. ¿Quién podría? Sus discos de música heavy y su lenta conversión a Silvio Rodríguez. Un universo de rocas marinas y de islas perdidas en mitad del sueño. Su letra y sus diarios. La noche cerrada e íntima de Tremor. Las luces rojas de la antena telefónica en el horizonte, y ella en derredor. Risa aguda, contagiosa, y una marea de unicornios blancos en su proximidad. No somos tanto lo que vivimos sino el reflejo que permanece en los demás. Hoy Charo ya no está conmigo ni con la gente que la ha querido y la quiere. Fue un poco difícil de creer al principio y, sin embargo, hoy es un hecho más en la cadena de sobresaltos de la vida. Centuriones y músicas me conducen a su rostro, una y otra vez, y sólo puedo verla sonreir. Charo, esté donde esté, no hace más que sonreir.


Cuando estemos todos juntos de nuevo bailaremos, y cantaremos, y nos reiremos de todo esto.


No paran de nacer niños en este país. Algunos tendrán vidas miserables, y otros conservarán algo más de cordura y felicidad hasta el final de sus días. Todos ellos y ellas serán únicos y excepcionales, pero nada más que eso. No conquistarán el cielo y las estrellas, ni entenderán por qué la persona que más les amó terminó traicionándoles. No podrán guardarse las lágrimas, aunque corran por dentro. Se harán, cada uno en su lenguaje, las mismas preguntas inevitables sobre los vivos y los muertos. Y sólo en el núcleo del caos, en la cercanía y la indiferencia de los cuerpos, algunos verán la desaparición inminente, y se alegrarán de no ser más que una nada, una nada redundante en el espacio y en el tiempo.


Sergio / Ismael. 03/08/09.

2 comentarios:

Manuel J. Greciano dijo...

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Anónimo dijo...

Hola Sergio!!!

Leer tu blog es introducirse de lleno en ese mundo en el que estás viviendo... Se me ponen los pelos de punta. Como no se como va esto del blog te estoy escribiendo en distintas partes de este maraviloso mundo hecho con palabras y sentimientos...
El 6 de septiembre llego a Delhi y me encantaría quedar para poder escucharte todo lo que estás viviendo.

Un besazo enorme y que sepas que eres un crak...

Una amiga que tiene muchas ganas de verte.

Cristina Redondo