lunes, 5 de marzo de 2012

232. De las miradas de hoy nacen los escombros del mañana.



Los aspirantes a vendedor/a de cosas absolutamente inútiles discuten de fútbol y cuentan chistes sobre mujeres embarazadas que, a pesar de su preñez, siguen teniendo sexo. Yo escribo en mi agenda un ejercicio mental encaminado a asimilar el desamor. Cosas como No te quiere y corolarios del tipo Ni lo hará. Uno de los aspirantes observa que estoy escribiendo algo, y me pregunta si estoy tomando nota sobre ellos. Yo le digo que no. Risas. Siguiente tema. La piel blanquita de Iniesta. El servicio técnico de Movistar. El fin del mundo.

Por las mañanas me las apaño en un almacén sin tener demasiada experiencia con traspalés y montacargas. Tampoco hace falta mucha. Tengo dos compañeros de trabajo que parecen sufrir la misma aversión que yo hacia las gilipolleces, lo cual siempre se agradece. Y les gusta mucho el café. De momento, me conformo con estar alejado del trato con el cliente y de sus incentivos y comisiones y métodos y triquiñuelas y disgustos y suspiros y miradas airadas hacia las bombillas de bajo consumo.

Me enfrento al reto de escribir sobre cosas que aparentemente no tienen ningún interés y cuya omnipresencia en mi vida está relacionada con esa manía que me ha entrado por comer y vivir bajo un techo, al menos de momento. Eso sí, nada me impide rascar la superficie de este trámite y encontrar pequeños o grandes (dejémoslo en medianos) hallazgos bajo el sistema. Algunos cobran la forma de una conversación… ¿Sabes que en los sesenta no había más que cuevas alrededor del estadio de Vallecas? Otras veces es un gesto, o una forma inusual de doblar el labio al hablar, o la evocación de algo que habías olvidado justo en el momento en que tu formador en prevención de riesgos laborales te mira a los ojos buscando tu aprobación y/o entendimiento de la materia.

Madrid me cuesta, y me consume un poco, y me jode la mayoría de las veces. Puedo sobrevivir al moco seco que la polución pone a vivir en tus fosas nasales. Hasta puedo sobrevivir al Metro de Madrid y a su recién aprobada partida presupestaria de trece millones de euros para publicidad. Tal vez el quiz de la cuestión radique en los hábitos que uno tenía en una época con la que ya no me siento nada identificado. Tengo que re-aprender a ser como ahora soy en un espacio que me ha visto interactuar de forma muy distinta en el pasado.

Por eso escribo poco y racaneo las palabras. Sabrán disculparlo, y sabrán apasionarse con formatos y temáticas distintas, o no, y entonces ‘Miss Kalashnikov’ volverá a ser el onanismo que le vio nacer, que ni tan mal, oye, ¿o no somos todos un onanismo de Dios o del demonio?

Salud.

1 comentario:

Maestrando dijo...

Pues sí. De Diós o el Demonio. De la naturaleza, aún animal que persevera en nosotros, o de la alienación urbanita, que educativamente nos imponemos unos a otros.. para ser siempre, "más" que los demás, para uno u otro lado. Pero onanismo al fin y al cabo..