domingo, 26 de diciembre de 2010

183. Puede ocurrir que uno decida.



Extraído del manifiesto ‘La insurrección que viene’:


“No nos la pegarán con el golpe de la crisis, con el ‘vamos a empezar de cero’ o ‘bastará con ajustarse el cinturón una temporadita’. En realidad, el anuncio de las desastrosas cifras del paro no nos suscita ningún sentimiento. La crisis es una manera de gobernar. Cuando este mundo parece no tener otra forma de sostenerse que mediante la gestión infinita de su propia derrota. Querrían vernos detrás del Estado, movilizados, solidarios con una improbable chapuza de la sociedad. Pero resulta que nos repugna de tal manera unirnos a esta movilización, que puede ocurrir que uno decida tumbar definitivamente al capitalismo”.


“No habrá solución ‘social’ a la situación presente. En primer lugar, porque el vago agregado de entornos, instituciones y burbujas individuales que se denominan por antífrasis ‘sociedad’ no tiene consistencia; en segundo, porque ya no hay un lenguaje para la experiencia común. Y no se comparten riquezas si no se comparte un lenguaje. Fue necesario medio siglo de lucha en torno a la Ilustración para fundar la posibilidad de la Revolución Francesa, y un siglo de lucha en torno al trabajo para dar luz al temible ‘Estado del Bienestar’. Las luchas crean el lenguaje en el que se enuncia el nuevo orden. No hay nada semejante hoy en día. Europa es un contintente deslustrado que va a hacer las compras al Lidl al escondidas y que viaja en ‘low cost’ para seguir viajando”.


“SOY LO QUE SOY. Mi cuerpo me pertenece. YO soy YO, tú eres tú y ‘la cosa va mal’. Personalización de masa. Individualización de todas las condiciones: de vida, de trabajo, de desdicha. Esquizofrenia difusa. Depresión servil. Atomización en finas partículas paranoicas. Histerización del contacto. Cuanto más quiero ser YO, mayor es mi sensación de vacío. Cuanto más me expreso, más me agoto. Cuanto más me persigo, más cansado estoy. YO tengo, tú tienes, nosotros tenemos nuestro YO como una taquilla fastidiosa. Nos hemos convertido en representantes de nosotros mismos […]
Mientras tanto, YO controlo. La búsqueda de mí mismo, mi blog, mi piso, las últimas tonterías de moda, las historias de pareja, de ligues… ¡cuántas prótesis se necesitan para ostentar un YO! […]
La conminación, omnipresente, de ser ‘alguien’ sustenta el estado patológico que hace necesaria a esta sociedad. La conminación a ser fuerte produce la debilidad a través de la cual se mantiene, hasta el punto de que ‘todo parece adquirir un aspecto terapéutico’, incluso trabajar, incluso amar. […]
¿”QUÉ ES LO QUE SOY”, entonces? Algo atravesado desde la infancia por flujos de leche, olores, historias, sonidos, canciones infantiles, substancias, gestos, ideas, impresiones, miradas, cantos y comida. ¿LO QUE SOY? Algo vinculado por doquier a lugares, sufrimientos, antepasados, amigos, amores, acontecimientos, lenguas, recuerdos, a toda clase de cosas que, sin duda alguna, no son YO. Todo lo que me ata al mundo, todos los vínculos que me constituyen, todas las fuerzas que me pueblan no tejen una identidad, como me incitan a proclamar, sino una ‘existencia’ singular, común, viva y de la que emerge, en algunos puntos, en algunos momentos, este ser que dice ‘YO’. Nuestro sentimiento de inconsistencia no es más que el efecto de esta tonta creencia en la permanencia del YO, y de la escasa atención que prestamos a lo que nos constituye. […]
[…] No nos liberamos de lo que nos coarta sin perder al mismo tiempo aquello sobre lo que podríamos ejercer nuestras fuerzas.”





“¿Qué son mil economistas del FMI yaciendo en el fondo del mar? Un buen comienzo’, bromean en el Banco Mundial. Chiste ruso: ‘Dos economistas se encuentran. Uno le pregunta al otro: ‘¿Tú entiendes lo que pasa?’. Y el otro contesta: ‘A ver, te lo voy a explicar’. ‘No, no – replica el primero -, si explicarlo no es difícil, yo también soy economista. Lo que te pregunto es:’¿tú lo entiendes?”


“La ecología no es únicamente la lógica de la economía total, es también la nueva moral del Capital. El estado de crisis interna del sistema y el rigor de la selección que está teniendo lugar son tales que se hace necesario un nuevo critero en nombre del cual llevar a cabo semejantes elecciones. A lo largo de todas las épocas, la idea de virtud no ha sido nunca más que una invención del vicio. De no ser por la ecología, no se podría justificar la existencia hoy en día de dos ramas de alimentación, uno ‘sano y biológico’ para los ricos y sus niños, otro notoriamente tóxico para la plebe y sus retoños abocados a la obesidad. La hiperburguesía planetaria no sabría hacer pasar por respetable su tren de vida si sus últimos caprichos no fueran escrupulosamente ‘respetuosos con el medio ambiente’. Sin ecología, nada seguiría teniendo suficiente autoridad para acallar toda objeción a los progresos exorbitantes del control. […]
Mientras exista el Hombre y el Medio ambiente, la policía estará entre los dos. […]
Lo que hace deseable la crisis es que en ella el medio ambiente deja de ser el medio ambiente. Nos lleva a restablecer un contacto, por fatal que sea, con lo que está ahí, a redescubrir los ritmos de la realidad. Lo que nos rodea ya no es paisaje, panorama, teatro, sino aquello que nos es dado habitar, con lo que debemos transigir y de lo que debemos aprender. No dejaremos que nos roben los causantes de las posibilidades contenidas en la catástrofe. Ahí donde los gobernantes se interrogan platónicamente sobre cómo dar un cambio radical ‘sin echarlo todo por tierra’, nosotros no vemos otra opción que ‘echarlo todo por tierra’ lo antes posible y, entretanto, sacar partido de cada derrumbe del sistema para ganar fuerza.”


“Occidente […] es un español al que le da bastante igual la libertad política desde que se le garantiza la libertad sexual. […]
Occidente es la civilización que ha sobrevivido a todas las profecías sobre su desmoronamiento mediante una singular estratagema. Del mismo modo que la burguesía ha tenido que negarse ‘como clase’ para permitir el aburguesamiento de la sociedad, del obrero al barón; del mismo modo que el capital ha tenido que sacrificarse como ‘relación salarial’ para imponerse como relación social, transformándose de esta manera en capital cultural y capital de salud, así como en capital financiero; del mismo modo que el cristianismo ha tenido que sacrificarse como religión para perpetuarse como estructura afectiva, como conminación difusa a la humildad, a la compasión y a la impotencia, Occidente ‘se ha sacrificado como civilización particular para imponerse como cultura universal’. La operación se resume así: una entidad agónica se sacrifica como contenido para sobrevivir como forma.”





“Nunca será demasiado pronto para aprender y practicar lo que unas épocas menos pacificadas, menos previsibles requerirían de nosotros. Nuestra dependencia de la metrópolis – su medicina, su agricultura, su policía – es ahora tan grande que no podemos atacar sin ponernos en peligro a nosotros mismos. Es la conciencia no formulada de esta vulnerabilidad la que provoca la autolimitación espontánea de los movimientos sociales actuales, la que hace temer las crisis y “desear la seguridad”. Es por ella que las huelgas han cambiado el horizonte de la revolución por el de la vuelta a la normalidad. Liberarse de esta fatalidad existe un largo y consistente proceso de aprendizaje, de experimentaciones múltiples, masivas. Se trata de saber pelearse, abrir las cerraduras con una ganzúa, curar las fracturas así como las anginas, construir una emisora de radio pirata, montar comedores callejeros y apuntar bien, pero también de reunir los saberes dispersos y constituir una agronomía de guerra, comprender la biología del plancton, la composición de los suelos, estudiar las asociaciones de plantas y recuperar así las intuiciones perdidas, todos los usos, todos los vínculos posibles con nuestro entorno inmediato y los límites más allá de los cuales lo agotamos. Todo ello desde hoy mismo, y de cara a los días en que nos hará falta sacar de ahí más que una mera parte simbólica de nuestros alimentos y necesidades.”


“Sólo ver la cara de quienes ‘son alguien’ en esta sociedad puede ayudar a comprender la alegría de no ser nadie.”





“No hay insurrección pacífica. Las armas son necesarias: se trata de hacer todo lo posible para que su uso sea superfluo. Una insurrección es antes una toma de armas, una ‘permanencia armada’, antes que un paso a la lucha armada. […]
[…] Un auténtico pacifismo no puede significar rechazo de las armas, sino tan sólo de su uso. Ser pacifista sin poder disparar no es más que la teorización de una impotencia. Este pacifismo a priori se corresponde con una especie de desarme preventivo; es una pura operación policial. En realidad, la cuestión pacifista no se plantea seriamente más que para quien tiene el poder de hacer fuego. Y en este caso, el pacifismo será, al contrario, un acto de poder pues únicamente desde una extrema posición de fuerza es posible liberarse de la necesidad de disparar. […]
[…] Hay que encarar dos tipos de reacciones por parte del Estado. Una de franca hostilidad y otra más pícara, democrática. La primera apela a la destrucción sin miramientos; la segunda a una hostilidad sutil, pero implacable: sólo espera a enrolarnos. Se puede ser derrotado tanto por la dictadura como por el hecho de quedar reducido a oponerse ‘sólo’ a la dictadura. La derrota consiste tanto en perder la guerra como en perder la ‘elección’ de la guerra que se quiere llevar a cabo. Por lo demás, ambas son posibles, como demuestra la España del 36: los revolucionarios fueron doblemente derrotados, por el fascismo y por la República.
En el momento en que las cosas se ponen serias, el ejército ocupa el territorio. Su entrada en acción resulta menos evidente. Para eso haría falta un Estado decidido a cometer una carnicería, lo cual sólo está a la orden del día como amenaza, un poco como el empleo de la bomba nuclear desde hace medio siglo. Así y todo, herida desde hace tiempo, la bestia estatal es peligrosa; frente al ejército, se necesita una masa numerosa, invadiendo las filas y confraternizando. Se necesita el 18 de marzo de 1871. El ejército en las calles es una situación insurreccional. El ejército en acción es el final precipitándose. Todo el mundo se ve obligado a tomar posición, a elegir entre la anarquía y el miedo a la anarquía. Una insurrección sólo puede triunfar como fuerza política. Políticamente, no es imposible vencer a un ejército.”


Felices fiestas, Próspero Año Nuevo, ho ho ho, fun fun fun.

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